Hasta el Rayo juega mejor que el Valencia

Bilardistas y menottistas. La excelencia de Guardiola y la eficacia de Simeone. Plamplinas, todo es fútbol, dirán algunos. Pero no estaría de más enlazar cinco pases seguidos, la gente agradecería acciones de ataque, el pueblo disfrutaría que se homenajeara a este deporte. Si ganaras aún te valdrían las excusas, te podrían etiquetar en un estilo, pero en Vallecas el Valencia obtuvo un pobre empate sin nada que aportar. Otro día en la oficina. Uno más. Y ante el Rayo Vallecano. Humilde aunque siempre pretende agradar a su afición. Bordalás se consolará pensando que son siete partidos sin perder. Pero en el Valencia eso no vale. El Valencia debe demostrar que es el Valencia. El técnico se remitirá a la plantilla que le han fabricado, pero con estos futbolistas es casi una obligación ganar a la mayoría de equipos de la competición. Y este tostón llega a escasos once días de la final de Copa del Rey ante un Betis que tiene días sublimes, con Fekir de prestidigitador y con Borja Iglesias y Juanmi de ejecutores. Es cierto que a un partido todo es posible, pero cuesta confiar en un equipo que tiene dos ocasiones en todo un partido. Una acaba en gol con un rechace en un rival y la otra la marra Racic. Al menos el técnico ha tomado una decisión arriesgada y le ha salido a la perfección. Mamardashvili está a punto de convertirse en el fichajes más rentable de la historia. Su agencia de representación lo ofreció a media España y finalmente recayó en la Ciudad Deportiva de Paterna. Las lesiones de compañeros le dieron la titularidad y al final se decidió pagar la opción de compra de 850.000 euros. Un chollo vistos los paradones de este lunes. Sacó tres manos propias de Cañizares. El mejor, sin duda. Le siguió de cerca Alderete, otra aparición mariana. La vista de Bordalás en aquel partido frente al Basilea le acompañará para la historia, aunque con Comert quizá guiñó un ojo y se despistó.

El Valencia es un equipo duro de ver. Un peñazo. Y si Bryan Gil se queda en casa, todavía más. El 21, el aprendiz de mago, es vital para cambiar la tendencia. Es el único atrevido. Se arriesga a un regate, se lanza a una acción por velocidad, busca un caño. Algo. Cositas. Fútbol. Sin él es difícil encontrarlo. Ni Guedes, que la mayoría de veces acaba optando por el chut lejano. Se le da bien pero tampoco pasa nada por cambiar de registro. En la primera parte la única opción valencianista fue así. Atajó el portero sin despeinarse. El Rayo Vallecano dispuso de una acción de Isi Palazón que sacó Mamardashvili y un larguero en un centro de Guardiola. Fue una fase de partido revoltoso, incómodo. Bordalás acabó echándose la culpa por el sistema de juego elegido. Con cuatro defensas obligó mucho a los centrales y pobló el centro del campo sin resultado. Tiró a banda a Carlos Soler para darle protagonismo a Ilaix Moriba. Y esto es tanto como sacrificarse. Al menos el técnico se dio cuenta y en el descanso dejó al cedido del Leipzig en vestuario. También a Hugo Duro. No cambió el sistema pese a dar entrada a Foulquier y Marcos André. Situó al francés en el centro del campo y al brasileño en banda izquierda. Ninguno en su sitio. Bordalás sabrá.

Y de repente apareció Carlos Soler. El canterano es el típico futbolista que en días de escasez siempre aparece. Lo hizo en una incursión en el área y el balón que lanzó toco un rival para batir al portero rayista. Una ocasión y un gol. Efectividad máxima. Ahora era cuestión de tirar de oficio. Pero el Valencia se hundió en defensa. Marcos André actuaba de lateral izquierdo. El conjunto blanquinegro cedió el balón al Rayo y a esperar que marrara sus acciones. Y si se acercaban, que actuara Mamardashvili. Lo hizo en otra acción de Isi. Por cierto, qué futbolista. Qué jugadorazo. Una zurda deliciosa. Bordalás seguía reforzándose y sacaba del campo a Guedes para meter a Jesús Vázquez. Aguantar y aguantar. Aunque en un momento de crisis llegó la mejor opción de todo el encuentro en un pase de Soler a Racic que el serbio no acertó a