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Digno de pasar a la historia y no es para menos. Corberán y sus héroes han dado este fin de semana al valencianismo la mayor ... de las felicidades posibles. No hay palabras que describan con exactitud ni lo que se vivió este sábado en el Santiago Bernabéu ni lo que experimentaron tampoco los miles de valencianistas que lo vivieron desde la distancia. Nadie podía imaginar que el Valencia, con las circunstancias tan conflictivas que marca la temida clasificación, con tres bajas extremadamente significativas, con esa oscura losa de diecisiete años que le impedía salir con la cabeza bien alta de este mítico escenario y sabiendo que llevaba exactamente desde el 15 de abril de 2024 sin ser capaz de ganar lejos de Mestalla, fuera capaz así como quien no quiere la cosa de rememorar las grandes gestas, esas de tiempos desgraciadamente ya pasados que recordaban a gloria. Ver para creer. Lo logrado, se mire por donde se mire, es de unas dimensiones brutales. No sólo por el propio valor de los puntos, sino por todo lo que conlleva y por la manera en que se consiguió. Tuvo de todo: bellos goles; el habitual penalti –cómo no– discutidísimo hasta por el VAR que el árbitro amoldó a su propio criterio; paradas antológicas de un colosal Mamardashvili –le detuvo la pena máxima a Vinícius–, y una explosión de júbilo excepcional con ese último remate de cabeza de Hugo Duro que enmudeció por completo el Bernabéu, alejando a unos del humillante descenso y a otros del título.
Este Valencia, el que ha recompuesto a contrarreloj Corberán, no merece estrellarse en Segunda ni de lejos. En parte por partidos como éste, cuando es capaz de hacer descarrilar a un aspirante a Liga, Copa y Champions. Un señor de voz ronca de Cheste, desconocido para el fútbol actual, echó abajo a un veterano en mil batallas como Ancelotti, poniendo al sibarita público madridista hasta en contra de un desquiciado Vinícius. La pregunta que surge ahora es obvia: ¿Qué hubiera pasado si Peter Lim ejecuta esa extraña maniobra de fichar a Corberán mucho antes? Pues es más que probable que estuviéramos ante un escenario totalmente placentero e infinitamente más digno de lo que realmente representa este escudo.
Es el camino tan enrevesado al que entre unos y otros han empujado a este empequeñecido Valencia, que primero con un remate espectacular de Diakhaby tras un milimétrico saque de esquina de Almeida, y después con ese cabezazo de Hugo Duro que le puso en bandeja Rafa Mir, bordeó la excelencia en la capital de España. El plan de Corberán llevado prácticamente al límite. Premio gordo para él, que borra esas dudas que le acosaban como 'novato', porque siempre se desvanecía ante los grandes. Examen superado. A las estrellas del Madrid no les quedó otro remedio que claudicar, pese a que por momentos creyeron que iban a ser capaces de abrazar el botín gracias a una de sus habituales remontadas. Esta vez, la gesta fue del invitado. No sabían los de Ancelotti, cegados durante muchísimos minutos, de lo que iba a ser capaz este grupo de futbolistas, afilados por Corberán de la manera más efectiva y eficaz que uno puede llegar a imaginar. Dibujó un plan tan sibilino que hubo que esperar al tiempo de prolongación y a un final frenético para sacar al de Cheste a hombros.
Sólo hay que ver cómo se desarrolló el partido, con un Madrid volcado persistentemente ante un Valencia cómodamente instalado en ese muro defensivo montado para la ocasión, con defensa de cinco y con dos laterales sin bagaje como Aarons y Jesús Vázquez, pero con un portero soberbio que igual salva un penalti con la rodilla a Vinícius que le saca un guante casi inverosímil a Fede Valverde. El Madrid lo intentó una y otra vez, cierto, pero siempre acabó muriendo en la orilla.
Para que no faltara de nada en este cóctel tan explosivo, hasta hubo tiempo de un gol en propia puerta de Diakhaby. Hubiera sido tan cruel la cosa que si había un futbolista sobre el campo que no merecía pasar por eso, ese era precisamente el central. Menos mal que el estrambótico despeje que intentó y se coló en la guarida de Mamardashvili hizo que se activara el VAR . El fuera de juego previo por centímetros de Mbappé salvó a Diakhaby de ensuciar lo que para él iba a ser una tarde memorable. El borrón hubiera ensuciado el guion valencianista, el mismo que sobre el terreno de juego se encargaron de interpretar con solvencia prácticamente todos los jugadores. Unos, como Javi Guerra por ejemplo, con mejor nota que otros, pero todos aportando en la suma.
Al Valencia, por aquello de buscarle algún pero, le faltó eso sí apoderarse del balón con algo más fe. Dejarlo tanto tiempo a criterio madridista siempre provoca compromisos extra para los porteros. Mbappé, principalmente, lo intentó de todas las formas pero siempre el gigante georgiano apareció ante la desesperación de una grada que sólo pudo rendirse ante la evidencia. Únicamente ese córner peinado hacia atrás que Vinícius rescató sin que Jesús Vázquez llegara a tiempo planteó una solución alternativa. Pero la apuesta a contracorriente de Rafa Mir y Hugo Duro provocó que el final fuera tan sorprendente como apoteósico. Aquí manda Corberán y ese grupo de héroes que vestían de negro.
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