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Mouctar Diakhaby, intentando defender a Alexander Isak en el Reale Arena

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Mouctar Diakhaby, intentando defender a Alexander Isak en el Reale Arena AFP

El Valencia CF, un hueso duro de roer

Bordalás retoca el sistema y el equipo planta cara a la Real en un partido con más intensidad que fútbol y ocasiones

Domingo, 21 de noviembre 2021

La clasificación no cambia y es verdad que siempre queda cierto regustillo amargo cuando te falta algo de atrevimiento para hacerle daño al rival, más aún cuando dispones de la ventaja por jugar con uno más los minutos finales, pero el punto para el Valencia encierra una consigna que tiene mucho más valor que una corta y simple suma en la tabla: la de la fortaleza, tanto mental como física. Salir airoso de un tú a tú con la Real Sociedad es hoy en día una cuestión casi de supervivencia para muchos equipos. Por eso, para el Valencia la lectura de un empate sin goles contra un grupo que venía con aires de liderato, se convierte en un factor positivo añadido. Fue una versión seria y con rigor, muy contundente cuando hizo falta, pero carente durante demasiados minutos de claridad para buscar con valentía la portería y disponer de algo más de ambición. Quizás sea mucho pedir también. O por arriba o por abajo, pero la sensación que queda es que no hay argamasa suficiente para abarcar todo el escenario. ¿Sello Bordalás? Puede. ¿Suficiente? Quizás. De los últimos nueve puntos, el equipo ha sumado cinco y lo ha hecho contra adversarios que teóricamente podían dejarlo seriamente tocado. Pasó por encima del Villarreal, sobrevivió a la heroica contra el Atlético de Madrid y la solvencia le hizo no doblegarse en un campo donde casi todos los que por allí han desfilado han sido torturados. Por eso es mejor ampliar el foco. El Valencia parece que está adaptándose con cierta dignidad a las necesidades. El domingo, por ejemplo, le funcionó bien el matiz en su dibujo habitual. Ni cinco atrás ni dos arriba: 4-2-3-1, con Racic y Wass en el doble pivote, y Soler por el centro en esa línea de tres con el activo Hélder Costa y Hugo Duro a los lados, quedando arriba un Guedes que no tuvo precisamente una de sus mejores noches.

El sistema funcionó en tres cuartas partes de la exigencia global. Si hay que defender, se defiende con orden, con generosidad y con mucha eficacia. El problema es cuando hay que desviar la mirada y plantear alternativas de ataque. Hubo ocasiones, sí, pero las pocas llegaron en los instantes finales, cuando ya más de uno pensaba que otra vez se iba a producir una de esas escenas que empiezan a convertirse en habituales para el Valencia. La tuvo Gayà, también Maxi y Gayà volví a buscar el remate en el 96' a un centro largo pero muy intencionado de Carlos Soler. Fue un final cargado de emoción y de intensidad, aunque a decir verdad si algo tuvo el partido fue entusiasmo. Sobre todo en la segunda parte, donde unos y otros decidieron poner toda la carne en el asador. Más brío y músculo que cabeza y fútbol. Pero al menos mantuvieron la tensión.

Es probable que la condescendencia del árbitro en la primera mitad contribuyese a que unos y otros estuvieran a punto de liarse a tortazos en esa fase última de duelo. La caída de Yunus dentro del área donostiarra -no pareció penalti- a cuatro para el final provocó una tangana cuando los nervios estaban ya desatados del todo. El Valencia había cegado por completo el poderío local en ese centro del campo donde David Silva nunca encontró su sitio. El canario pasó totalmente desapercibido y eso hay que ponerlo en el haber de los valencianistas, que nunca perdieron ni la concentración ni las ganas por estar al nivel que requería el envite.

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Cuando el empujón de Wass encabritó a Elustondo, que le puso los tacos a la altura de la rodilla, fue cuando se le abrió la esperanza al Valencia. Había quitado ya por entonces Bordalás a Guedes para que Maxi demostrara que el banquillo no es lo suyo pero la intención del equipo no dio para meter la estocada definitiva.

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