El Valencia tira de orgullo para que Mestalla disfrute

Vitamina para Milán. No está el Valencia tan mal como aparentaba. Que el Granada te gane a empuje y que el Getate te engulla a bocado limpio no eran desde luego los mejores síntomas para resistirle a un equipo como el Atlético, cargado todavía de 'cholismo' pero en ocasiones falto de esa inspiración que le hizo en otros tiempos un rival terrorífico. El Valencia, que por algunos momentos sobre todo de la primera parte dio sensación de que iba a hincar la rodilla de una manera irremediable, rebuscó en su interior para transformar los nubarrones en una seria advertencia para el Atalanta. Si los italianos creen que el equipo de Celades está muerto, lo tienen claro. Cierto es que la falta de una costura firme le provoca alteraciones preocupantes a veces, pero la demostración de intenciones de la segunda parte hay que tenerla muy en cuenta. Se fallaron opciones de gol que exasperaron a Mestalla, pero los futbolistas vaciaron sus baterías y eso a la grada le fue suficiente para compensar los dos últimos disgustos, también para olvidar el temor de alejarse un poco más de la zona europea y para creer que pese a lesiones y varicelas, los cuartos de la Champions todavía son accesibles.

Aún así, es evidente que hay muchas cosas que mejorar. Y Celades lo sabe. Al Valencia le siguen haciendo goles. Que te los haga el Atlético, pues dentro de lo que cabe puede entrar dentro de la lógica. Ni te ganaron en el Wanda ni tampoco ayer con el equipo cogido poco más que con alfileres. El ejemplo del segundo tanto rojiblanco, con la pérdida de Parejo, es una muestra de que el capitán resiste como puede. No fue la única que hizo. Pero con esas variantes hay que manejarse. Temió, no obstante, Mestalla la debacle nada más llegar el #0-1. La acción pilló al lado izquierdo blanquinegro a contrapié y Paulista, además, no acertó en el despeje. Que te meta el Atlético el primero cuando el reloj acaba de llegar al cuarto de hora era para preocuparse de verdad. El equipo lo acusó. A Guedes, que se estrenaba como enganche haciendo de Rodrigo, le faltaban espacio, metros y ritmo para dar la alegría que faltaba al equipo. En esos primeros compases y aún después del mal trago inicial, sólo Ferran mantenía el tipo y la fe en sus propias piernas. El valenciano fue de lo mejorcito de la noche porque tantos problemas le dio a Lodi, como después a Arias como al final a Saúl. Nadie pudo con él. La lástima es que el resto le acompañara a empujones y sin la coordinación a veces necesaria. Para superar a un adversario como el Atlético tienes que ganarle además del duelo colectivo, también en los individuales. Y el Valencia no fue del todo constante. Hizo lo que pudo, con una meritoria aportación en la segunda parte, precisamente cuando más temor había a que pasara factura física. Fue por supuesto mucho mejor el Valencia tras la reanudación pero hasta llegar a ese periodo de ilusión colectiva y de conexión con el pueblo, los hubo que pasar esa fase de dudas. La presencia de Mangala, por ejemplo, era una de ellas. Y el central sobrevivió como pudo al particular y exigente examen que tenía por delante.

El tanto de Paulista, casi cuando el descanso asomaba, hizo que el guión no se viniera del todo abajo. La acción fue de saque de esquina pero de los que se cocinan en Paterna, con Maxi al segundo palo libre de marca y el envío posterior del uruguayo rematado por el ímpetu de Paulista. Bofetón en toda regla al Atlético, que parecía sentirse cómodo en el medio del campo y sin excesivos apuros en el cuerpo a cuerpo -peleón siempre- con Maxi. La igualada fue acogida con júbilo por Mestalla, consciente de la dificultad de la empresa.

Lástima que sólo durara dos minutos la alegría. A Parejo se le llenó la vista y el terreno de rivales y permitió la contra de Thomas. No necesitó el mediocampista ni a nadie ni nada más. Él se lo hizo todo. Con la defensa reculando, llegó al borde del área y la ajustó unos centímetros más allá del guante de Jaume. Ante esa perspectiva, era hasta lógico pensar en ese desmoronamiento mental y físico que parecía el Valencia arrastrar después del paso por Getafe. Pero no.

A Simeone se le ocurrió modificar su defensa. Cambió los laterales y por ahí puede que empezara a desangrarse el Atlético. Conforme Kondogbia fue creciendo, Ferran fue insistiendo y el resto creyendo. Soler se vio forzado a emigrar a zonas más pobladas en busca del balón y eso dejó más metros y espacios para Gayà. El equipo aumentó el ritmo y con el ímpetu fue poco a poco cambiándole la cara a Simeone y su gente. Más aún cuando en una falta que parecía un tanto facilona para el despeje, Kondogbia hizo casi cayéndose el 2-2. Con mucho tiempo por delante y con ambos equipos mirando de reojo a sus retos de la semana que viene, quien se entregó a la heroicidad fue el Valencia. Apareció Jaume para salvar un remate de Morata, pero el equipo siguió a lo suyo. Insistió e insistió. A veces más con coraje que con fútbol pero también sirve. La tuvo Gameiro y también Maxi. Mestalla se fue a gusto a dormir.