La dichosa manía de dejar escapar los partidos

Ni los niños ni los borrachos ni Manu Vallejo mienten. El delantero gaditano desgranó en un instante el mal del Valencia: «Tenemos que salir enchufados desde el minuto cero, tras el descanso y si hay prórroga...» Es increíble que un equipo que se juega la vida, que coquetea con el descenso, que necesita la victoria, que lleva un escudo histórico en el pecho, transite por buena parte de los encuentros viéndolas venir. Mestalla es mi casa y aquí mando yo. Pero ayer fue el Athletic el que dominó el choque al inicio, el que apretó cuando el Valencia se adelantó, el que no cejó en el empeño hasta darle la vuelta al marcador y sólo sufrió al final. Pues esa manera de actuar es la que debería protagonizar el Valencia. Y no lo hace. Sólo un tanto de Vallejo en un fallo garrafal de Unai Simón arregla la situación. 14 puntos en 13 jornadas. Escaso botín. Aunque lo peor son las sensaciones. Peligrosas.

Pero no es nuevo. Eso también es comprometido porque el equipo no aprende. En estos casos ya hay que mirar tanto al profesor como los alumnos. Porque igual uno no se sabe explicar y los otros porque no atienden. Son todos ya mayorcitos. Vallejo decía también que habían hecho lo que les había pedido el técnico, que defendieron bien y salieran al contragolpe. Eso es táctica. Lo de perder en intensidad con el rival ya es otra cosa. En los primeros cuatro minutos de encuentro el Athletic ya había llegado en dos ocasiones a la portería de Jaume, primero con un centro de Yuri desde la izquierda y después con otro de Capa desde la derecha. Volvía Capa a insistir un ratito después. El choque tenía ritmo pero arreciaban las imprecisiones. No estaría mal que Racic disfrutara de una clase magistral de Albelda. Estas cosas deberían hacer más. Que un veterano del equipo dé clases particulares a futbolistas que ocupan la misma posición. No es despreciativo. Al revés. El actual entrenador del Atzeneta le enseñaría a tapar mejor los espacios -aunque esta labor es la que mejor practica el serbio- y, sobre todo, a no complicarse en zona peligrosa. Son inadmisibles esos pases horizontales en la frontal del área que acaban en el rival. Le pasa muchas veces. Demasiadas. Tiene margen de mejora, pero hay que explicarle las cosas. Por su bien y por el del Valencia. Justamente el gigantón blanquinegro dispuso de una de las mejores ocasiones del partido con un chut al palo. Y en la continuación el balón llegaba a Maxi Gómez, que recibía el golpeo de Dani García en su pie. Penalti. Carlos Soler, cómo no, anotaba con una tranquilidad asombrosa. Mirando fijamente al portero. Versión mejorada de Mendieta. El canterano se convierte en el máximo goleador del Valencia. Todos desde los once metros. Pero, además, se asienta en su posición. En la primera mitad dio bien el ochenta por ciento de los pases. Lo contrario que Racic.

Tras el tanto, los bilbaínos volvieron a tomar el esférico. El Valencia se refugió atrás para buscar salidas a la contra. El Athletic tampoco apretó demasiado. Sólo un zurdazo de Yuri que despejó Jaume. Poco más. Pero los de Gracia no tuvieron pujanza para buscar el segundo tanto. Hay demasiado respeto. Temor a fallar. Eso permite que los rivales se crezcan hasta conseguir lo que pasaría después en Mestalla.

Porque como dijo Manu Vallejo, el Valencia salió en la segunda parte carente de intensidad. Puedes jugar mal, peor, regular, pero es inadmisible no salir al campo a morder. Es la primera regla del fútbol. Al minuto de volver del vestuario Unai López casi marca. San Jaume. Luego era Yuri el que lo intentaba y a la tercera fue la vencida. Internada del lateral izquierdo rojiblanco y Villalibre se adelantaba a Diakhaby en el área pequeña para batir al portero valencianista. Porque no había público en el coliseo valencianista, pero la frase más repetida hubiera sido: «Se veía venir». Todas las acciones de ataque eran del Athletic. Javi Gracia se cansó de ver cómo la banda derecha valencianista era una autopista y primero se quitó a Yunus. Más tarde lo haría con Wass. El joven canterano apunta a buen jugador, pero lleva varios partidos invisible. Ni una jugada de ataque, ni un momento de protagonista. Nada de nada. Quizá le falta descanso. Quizá no haya otro. Quizá. El Athletic seguía en modo martillo pilón. Ataque tras ataque. Villalibre la tuvo instantes antes de ser sustituido por Raúl García. También pudo anotar Maxi Gómez, pero su cabezazo se marchó alto. La cosa se complicó cuando Muniain se marchó como una anguila ante Lato y Racic le derribó en el área. Penalti que anotó Raúl García, aunque Jaume a punto estuvo de desviar el balón. Todo apuntaba a fracaso, pero Papá Noel Unai Simón trajo regalos para todos. En un balón aéreo el portero salió a por uvas y Vallejo, en el sitio indicado en el momento justo, cabeceó para igualar el choque. Era el minuto 82. Hasta el final todas las acciones de ataque fueron valencianistas, con el gaditano en la más clara de todas, pero en este caso sin acierto. Qué manía de dejar escapar los encuentros.