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Hay acciones que valen el precio de un entrada. Pero el maldito virus impidió ayer deleitarse en Mestalla con el ingenio de Kang In. Por fin. Ha costado. Parecía que este día no iba a llegar. Ya se susurraba que la gran esperanza blanquinegra se quedaría en eso. El pase del surcoreano a Manu Vallejo para el gol salvador es de una plasticidad que sólo alcanzan a lograr tipos como Aimar, Zidane, Xavi o Iniesta. Palabras mayores. Algunos apuntarán que la comparación es odiosa, al menos por ahora, pero pocos resguardan su bota con un guante. Facilitó la victoria pero la excelencia no se quedó en una acción. Hubo más. Benditas. Al inicio de la segunda parte encadenó un caño, una ruleta y una pase al hueco que no supo controlar Maxi Gómez. Y la otra genialidad llegó con un pase magistral al uruguayo en la acción que dejó al Celta con diez jugadores por la expulsión de Rubén Blanco. Todo su quehacer tuvo efectos. Nada fue efectista. Fue protagonista detrás del delantero y todavía más cuando salieron Gameiro y Manu Vallejo. Se retrasó unos metros y asumió la creación de juego valencianista. Y llegaron los goles. Y arribó la salvación de Javi Gracia, tocado y hundido en el minuto 92. Sólo unos instantes después le cambió la vida con el tanto del gaditano, refrendado instantes después con el segundo de Gameiro. Una alegría tras el sufrimiento. Costó demasiado cuando el equipo rival tuvo que jugar media hora con un futbolista menos. Al Valencia le sigue faltando claridad. Racic y Carlos Soler cumplen siempre pero carecen de la luminosidad necesaria para facilitar el juego de su equipo. Al final cuesta saber si es cosa de los futbolistas o del entrenador. ¿El equipo juega al toque, al contragolpe o a lo que salga? Esa indefinición hace que al final sea una cuestión personal, del talento de determinados futbolistas o la vivacidad de Manu Vallejo, que disfruta como lo haría en el patio del colegio. Contagia a cualquiera.
Valencia CF
Cillessen; Correia, Gabriel, Guillamón, Gayà; Racic (Vallejo, '81), Carlos Soler; Wass, Kang In (Ferro, '90+7), Álex Blanco (Gameiro, '71); Maxi Gómez
2
-
0
Celta de Vigo
Rubén; Mallo, Murillo, Araujo, Aarón; Tapia, Solari (Aidoo, '83), Denis Suárez, Nolito (Fran Beltrán, '90+1); Santi Mina, Ferreyra (Iván Villar, '67)
GOLES Manu Vallejo ('90+4) y Kevin Gameiro ('90+8)
ÁRBITRO Valentín Pizarro Gómez
Todo ocurrió en la segunda parte. La primera existió pero nadie la recordará. Hubo tres acciones. Contadas. Ni una más. Todas del Valencia. Un cabezazo alto de Álex Blanco, un gol anulado a Wass por fuera de juego y un centro de Gayà al que no llegó Blanco. El Celta se dedicó a resguardarse atrás y a hacer faltas. También las cometió el Valencia. Muchos parones. Demasiadas imprecisiones. Al Valencia no se le podía negar la intensidad de la que sí ha carecido en otras ocasiones, pero sin claridad. Nublado. Sólo algún fogonazo de Kang In. Era el único que desordenaba con pases filtrados un encuentro muy encorsetado. Un tostón.
En el descanso debieron tomar alguna bebida energizante porque la cita se transformó en un partido de fútbol. Con jugadas, con ocasiones, con intensidad, con todo lo que gusta de este deporte. El primer impulso lo puso Kang In con una jugada de esas con las que Aimar maravillaba al pueblo. Recibe el balón de espaldas, se gira, hace un caño a un rival, cuando le llega otro le dribla con una ruleta y alza la vista para dar un pase al hueco, milimétrico. Pero el receptor frustró una acción excelsa. Las pulsaciones subían. También en el Celta, que se estiraba cuando podía. Lo hizo Facundo Ferreyra, pero su disparo se iba alto. Luego fue Santi Mina el que lo intentó con un cabezazo. Era el minuto 60 y llegaba la primera acción gallega con un remate entre los tres palos. Y apareció una acción que desniveló el encuentro. Un pase soberbio de Kang In facilitaba a Maxi Gómez encarar la portería. El uruguayo tocaba el balón una milésima de segundo antes que el portero del Celta, que golpeaba al delantero. El árbitro no sabía qué hacer. No tenía claro si había acción punible. Su amigo del VAR no se lo aclaró y tuvo que ir a verlo a la pantalla. Expulsión de Rubén Blanco. Quedaba media hora para batir a un equipo con diez jugadores. El Valencia se aplicó entonces. Sin excesiva claridad porque no sabía si atacar por el centro o por las bandas, pero al menos lo intentaba con todas sus fuerzas. Racic probaba a Villar, recién incorporado, con un disparo desde fuera del área que rechazó con nervios.
A falta de quince minutos volvió a emerger Kang In con un centro al área pequeña que no fue gol porque el guardameta tocó el balón cuando ya iba a rematar Gameiro. Por cierto, habían salido al campo el francés y Manu Vallejo. El futbolista espumoso, que siempre suma, que siempre provoca situaciones. Con él pasan cosas. Pero mientras el Valencia insistía llegó la mejor ocasión que pudo tener el Celta. Pese a estar con uno menos, se lanzó al ataque en una acción de Nolito que no logró remachar Mallo por la intervención de Cillessen. Hubiera sido la ejecución de Javi Gracia. Sin duda. El Celta no merecía la victoria, pero hubiera desnudado las carencias creativas y ofensivas del Valencia. Pero del posible tanto gallego al momento de Kang In y Manu Vallejo. El surcoreano piensa más rápido cuando tiene el balón en el pie. Se plantó en la frontal del área y divisó al compañero. Pase al hueco y el gaditano marcó cuando realmente quería centrar. Qué más da. Gol. Javi Gracia respiraba. Era el minuto 93. Y en el 97 llegó la puntilla con un tanto de Gameiro a pase maestro de Correia. El portugués mejora cada partido. Ahora hace falta que el Valencia sea constante.
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