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«Los milagros, a Lourdes». Lo dijo
Ante el Celta se ha puesto fin a un proyecto fallido. Uno más. Tercera temporada seguida sin adentrarse en la aristocracia europea. El pedigrí del club queda dañado y, además, deja de recibir el maná que concede la UEFA. Sin dinero no pueden llegar futbolistas de postín y, por ende, es imposible escapar de la zona Meriton, de la mediocridad. Con la llegada de Bordalás se esperaba un vuelco. El técnico lo ha intentado, pero todo ha quedado en eso. El equipo tampoco ha jugado a nada, pero siempre hay una justificación para ello y es el plantel con el que cuenta. El alicantino ya ha manifestado que necesita jugadores de 'nivel Valencia', pero puede esperar sentado si cree que los va a tener. Cada día se va convenciendo de que ha llegado a un club histórico en el peor momento, en los años ominosos de Meriton. Ya puede ponerse como quiera que no tendrá lo que desea. Ni Arambarri ni Djené. Al menos confía en que se adquiera en propiedad a Alderete. A Hugo Duro al menos sí se lo han concedido.
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Pero lo importante llega con los estandartes, los que sienten el club como suyo, los que sufren, los que lloran cuando les golpean. Son Gayà y Carlos Soler. Y todo apunta que el de este sábado podría ser su último partido en Mestalla como blanquinegros. Sólo con Guedes puede sacarse algún rendimiento aparte, pero las renovaciones que parecían encauzadas están enquistadas y son sinónimo de que la puerta se les abre. De los dos hay más opciones de que Carlos Soler sea el elegido para una venta. El Barça y el Atlético le pretenden, aunque con ofertas casi ridículas. Nadie, excepto el Real Madrid, está para malgastar, pero tampoco son de recibo propuestas como las que han llegado por el canterano. Pero si a Meriton le apremia, que nadie dude de que soltará al centrocampista por lo que sea. Con Gayà podría ser distinto. El capitán sueña con continuar, aunque cuando vea el erial de plantilla quizá se lo replantee. El futuro es negro, pero lo peor es que quizá no haya futuro. A este límite se ha llegado.
A todo esto este sábado se disputó un partido. Realmente fue un simulacro. Sin afición, que prefirió protestar en la calle, donde realmente se disputaba el encuentro, donde se dirimía si el Valencia se encamina al abismo, y sin interés de los futbolistas. Ya lo tenían todo hecho y ya pensaban más en sus vacaciones y en saber dónde jugarán la próxima campaña.
El único que se reivindicó fue Maxi Gómez tras una temporada horrenda. Consiguió el quinto gol de la temporada. Cinco tantos para el que iba a ser el delantero referencia. Paupérrimo. De haberlo hecho mejor quizá se podría haber sacado una tajada con una venta, pero a ver quién es el guapo que se deja engañar. La jugada la empezó Soler, la continuó Gayà y un remate fallido de Marcos André acabó en el pecho del uruguayo. Del resto de cosas, alguna parada de mérito de Jaume Doménech y el segundo gol, en propia puerta de Araujo. Fue el epílogo de una temporada fracasada. Así lo ha querido Meriton. Y así lo querrá mientras sigan.
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