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'Estos son mis once jugadores y si no le gustan no tengo otros, bueno como mucho un par más'. La versión adaptada de la ... frase atribuida a Groucho Marx podría serigrafiarla José Bordalás en una de esas vallas de la ciudad deportiva de Paterna.
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Este sábado dos de los indiscutibles del Valencia rescataron en el tiempo añadido un punto que volaba ya hacia la isla de Mallorca. Guedes primero y Gayà en el último suspiro lograron poner el 2-2 final en el marcador de un encuentro con una primera parte indigna.
24 horas antes del partido, había comentado el entrenador alicantino que no le gustan las rotaciones. Saltó la sorpresa en Mestalla cuando los teóricos titulares Carlos Soler, Hugo Guillamón y Omar Alderete se quedaron en el banquillo y partieron de inicio el casi inédito Racic junto a Wass en el centro del campo. Atrás puso a Diakhaby pese a que el central ya había cumplido su partido de sanción. Salió mal todo lo que posiblemente se había imaginado el entrenador.
A partir de ahora no le va a hacer falta al inteligente Bordalás ni justificar sus onces protagonizados por los mismos hombres ni tampoco darle a Peter Lim en una de sus periódicas reuniones de trabajo más razones para que le fiche a algún que otro refuerzo. A no ser que se conformen ambos con un equipo que no sufra para salvarse.
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Con noviembre a la vuelta de la esquina, los puntos sumados en verano son los que sostienen al Valencia en la parte media de la tabla clasificatoria y del técnico no sale ni una palabra sobre Europa. Al menos jugadores como Paulista reconocen en público que la obligación que se le presupone al equipo es volver a lucir el escudo en los campos del viejo continente.
Aquel equipo ordenado, intenso, vertical con el que se identificaba al Valencia de José Bordalás se volatilizó desde el minuto uno contra el Mallorca. Incluso en las dolorosas derrotas frente al Real Madrid en Mestalla o Barcelona, la afición que ya empezaba con el runrún, era capaz de excusar a un equipo con el que se había identificado en el arranque liguero y que acumulaba bajas importantes.
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Pero lo de este sábado frente al Mallorca no había por donde cogerlo. Hasta el descanso el Valencia lo hizo todo, o prácticamente todo, mal sobre el terreno de juego. Ni una sola línea se salvó. Quizás Gayà fue el único que tendría postre si quedarse sin dulce fuese el castigo aunque tuvo algún que otro error defensivo. El pasillo de seguridad del Valencia era lo más parecido a la verberna de la Paloma que se había visto sobre el impecable verde de Mestalla desde hacía tiempo. Diakhaby y Paulista repitieron en el eje de la zaga y el francés volvió a cometer fallos inexplicables, con amonestación temprana incluida; mientras, el hispano-brasileño intentaba no complicarse la vida.
El centro del campo, por llamarlo así, echó de menos a Hugo Guillamón. Dijo Bordalás que quería dosificarlo porque sumaba muchos minutos pero es que a Racic la situación le superó. El Valencia tenía enfrente a un recién ascendido y precisamente una pérdida suya propició la jugada que se inventó Kang In para asistir a Ángel en el 0-1. El surcoreano asistió y se llevó la bronca de la que ha sido su afición. Alguno también se preguntaba en la grada la razón exacta para que el futbolista de 20 años no tenga hueco en este Valencia, por sus características, pero Helder Costa o Racic, sí.
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Los baleares, ya anteriormente, se sentían cómodos en su propio campo. Delante se encontraron un ataque valencianista prácticamente inofensivo. Maxi volvió a fallar lo impensable para un futbolista de la élite.
En el descanso, Bordalás volvió a su lógica. Carlos Soler, Marcos André y Alderete entraron al césped. El valenciano no tardó ni un minuto en incidir en el juego. Se llevó el balón pegado al pie hasta el área de Reina y a punto estuvo de anotar el primero. No había pasado mucho tiempo cuando lo intentó por segunda vez. Pero faltaba algo más. Y eso fue la expulsión de Kang In. El surcoreano, ya se sabe en Valencia, lo que te da te lo quita y al Mallorca le restó la oportunidad de llevarse a Palma los tres puntos aunque los locales no podían desenmarañar la defensa visitante que además paraba el juego una y otra vez. Marcos André rozó el gol y la salida de Manu Vallejo trajo esa energía positiva que desprende. Guedes, que sólo sabe marcar golazos, volvió a hacerlo desde fuera del área.
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El gol de Gayà, y la posterior imagen de todos los jugadores del Valencia tras él, recordó a aquel tanto de Piccini en el último suspiro ante el Huesca que supuso un punto de inflexión en la temporada del centenario. La diferencia con aquel equipo es que ahora no hay mimbres en el vestuario ni proyecto deportivo en las oficinas.
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