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Como si se tratara de la cartelera de un cine, el Valencia afronta una semana en la que ha ido contraprogramando estrenos al anuncio de Miguel Zorío de poner encima de la mesa 248 millones a Peter Lim para comprarle sus acciones ... . Más allá del comunicado del club, mejor dicho de Meriton a través del club, donde se anunció que el de Singapur no vende, la imagen que se está queriendo trasladar en los últimos días al valencianismo es la de un proyecto que camina.
La más llamativa fue el anuncio de la renovación de Correia hasta 2026. No porque el lateral no la merezca, al contrario, sino por el contexto de hacerlo en el momento en el que LaLiga certificó que el Valencia es colista de la tabla del Fair Play financiero en Primera, con 30 millones de límite salarial. Además, de puertas hacia dentro el discurso de la entidad es que la intención sigue siendo la de renovar a los dos capitanes, José Luis Gayà y Carlos Soler, que ayer comenzaron en Paterna su vuelta al grupo y que serán las grandes novedades de Bordalás para después del parón, junto con Cheryshev. Los dos terminan contrato en 2023 con lo que es ahí donde Lim tiene que poner toda la carne en el asador puesto que de comenzar la siguiente temporada sin renovar, se iniciará la cuenta atrás para poder fichar libres de polvo y paja con cualquier club. Algo que sería un desastre.
El problema con las renovaciones de los dos capitanes, por mucho que el Valencia filtre la buena sintonía, es que se deben pulir varios escollos importantes. El primero es el del proyecto, puesto que los dos internacionales (como ocurrió en su momento con Ferran Torres) también quieren conocer los planes a futuro de Meriton en un momento importante para sus carreras. El segundo, el económico. Con el actual límite del Fair Play, la entidad de Mestalla no podría ofrecer más allá de una renovación sin aumento de sueldo. En el caso de Soler, tras la salida de Parejo o Kondogbia, su salario que roza los 3 millones netos supone el techo salarial. La intención de subir a ese piso a Gayà, o de que los dos rompan ese techo, choca con la cruda realidad económica. Si se quiere renovar en los próximos meses a los dos jugadores, la entidad está obligada a vender activos dentro de los que tienen mayor carga en la cuenta de gastos sumando el salario y la amortización de sus fichajes. Sin liberar ese espacio, por mucho que suban algunas partidas el Valencia podría encontrarse con el problema de no poder inscribir esos hipotéticos nuevos contratos renovados.
De cara a las cuentas que se van a presentar en la próxima Junta, los cálculos que se realizan en las oficinas del club intentan afinar al máximo las partidas de ingresos. Con el regreso del 100% del público a Mestalla, y la ilusión que está generando en la grada el proyecto de Bordalás como la gran estrella del club (no del equipo), los ingresos por abonados y taquillas podrían subir a los 15 millones. Sin disputar competición europea, la ampliación de capital de 43 millones aumentaría en 6,5 millones anuales para los próximos cuatro años el límite del Fair Play.
El último movimiento de la semana, la renovación del convenio con la APAVCF, no tuvo el efecto esperado en el entorno. Al contrario, chirría. Escuchar la defensa de la colaboración con el club por parte de su presidente, Vicente Vallés, en el contexto de una inminente ampliación de capital que va a soterrar, aún más, al pequeño accionista de la entidad es, cuanto menos, difícil de explicar y de argumentar. Más aún a pocas semanas de una Junta en la que se necesitarán un mínimo de 3.598 acciones para asistir.
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