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Acaba de recibir el reconocimiento a Mejor Abogado en España (The Best Laweyers) y desde su despacho en Jacinto Benavente, Mariano Durán Lalaguna reflexiona a ... sus 64 años recién cumplidos sobre el Valencia CF del pasado cercano, del presente y del futuro. Con su valencianismo militante, el que fuera decano del Colegio de Abogados se convirtió en el personaje más ignorado del proceso de venta a Meriton. Un informe suyo, encargado por la propia Fundación, desaconsejaba la venta a Peter Lim por las diferencias entre lo que en su día fue aprobado por el Patronato y lo que se ofreció después al singapurense. Fue acusado de «extralimitarse» por miembros de la Fundación y hasta de pasar una factura excesiva (30.000 euros) por un estudio de «sólo seis folios».
–Que le den este reconocimiento por su trabajo, ¿le llena o no le da excesiva importancia?
–Para un despacho pequeño es una satisfacción porque otras firmas tienen grandes recursos y nosotros sólo nuestro trabajo. Tenga en cuenta que han votado los abogados, aunque los egos ya los tengo superados.
–De la jubilación ni hablamos.
–Noooo, estamos en varios proyectos en Valencia y Madrid.
–¿Cómo ve desde su especialidad en derecho societario el movimiento valenciano en general?
–Me lo dicen en Madrid y con bastante frecuencia, oye ¿qué pasa en Valencia con el potencial que tenéis...? Yo les digo que en Valencia lo que pasa es que no pasa nada. Para que pasen las cosas necesitas una sociedad civil, que en Valencia se ha ido perdiendo con el tiempo y un impulso por parte de los políticos y de los empresarios que, bastante hacen con lo que hacen. Falta un empujón porque el potencial que tenemos en la Comunidad es enorme.
–¿Nos estamos dejando llevar los valencianos?
–Bastante, ese carácter nuestro que seamos una sociedad muy abierta provoca que también digamos eso de 'no pasa nada'... pero sí que pasa. Pasan oportunidades a nivel humano y a nivel de empresas.
–¿Un ejemplo de ello fue lo que pasó en el Valencia en 2014?
–Ese es uno de los casos. El Valencia tiene una afición que ríete de la del Atlético, con más moral que el Alcoyano. Es una gente que se entusiasma cuando el club se pone en Champions o juega una final de Copa, y el campo no baja de cuarenta mil.
–Usted participó en el concurso de acreedores del Levante y también en el proceso de venta del Valencia, ¿qué sensaciones le dejaron uno y otro?
–Del Levante fue uno de los trabajamos profesionales que más satisfacción guardo. Tenía un pasivo de más de ochenta millones de euros y estaba en Segunda. Nos hicieron caso y se mantienen dos líneas rojas: a los jugadores no les gusta que los directivos, los corbatas, bajen al vestuario y lo segundo fue establecer unas pautas para que se cumplieran los presupuestos. En lo del Valencia no debo hablar del contenido del informe sobre el contrato que se proponía a Meriton porque lo sometí a confidencialidad aunque luego desde la Fundación lo filtraron.
–¿Qué pasó con ese informe?
–En el despacho estamos especializados en la adquisición de empresas y siempre, en la firma de un contrato, se requiere que si tú estableces una obligación tiene que haber una garantía sobre el cumplimiento de esa obligación. Fue hace ocho años y el Valencia lleva dando pérdidas como Sociedad. Y me da mucha pena.
–¿Quién decidió que su informe quedara sepultado en un cajón?
–No tengo ni idea, es un misterio. Es un tema del que me resulta complejo hablar. Es evidente que me informe no gustó, concluye que en esas condiciones era que no se firmara ese texto si no se daban esas garantías. Y lo pasé muy mal porque me lo hicieron pasar muy mal. Fue una temporada muy complicada, con gente próxima a mí, que compartía mesa conmigo... sufrí graves deslealtades personales, verbales, comentarios incluso injuriosos y tirando incluso algunos a la calumnia por ese informe en contra de la venta a Meriton. Es el coste de ser independiente.
–¿Por qué cree que había ese interés en ignorar sus consejos?
–El destinatario sabrá. Me llamó la atención que fue la Fundación la que me encarga el informe y alguien lo filtró a los dos o tres días. Hubo unas declaraciones de Aurelio Martínez que decía que yo había hecho un informe a base de documentación que no estaba actualizada... eso suena bastante raro. Yo daba por hecho que la información que se me facilitó fue la correcta y el contrato que me pasaron para revisar. No quise remover ni replicar al presidente de la Fundación. Yo había cumplido con mi obligación.
–¿Volvió a hablar con Aurelio Martínez sobre ese tema?
–No, hace no sé los años que no coincido con esa persona.
–Cuando la hemeroteca recuerda aquello de la mayor transacción del mundo mundial y la lluvia de millones de inversión en fichajes... ¿todavía le chirría más?
–Ellos sabrán por qué lo dijeron y qué fundamentos tenían. No tengo respuesta. Había otros, a Wanda, por ejemplo, el proyecto se le iba de las manos, se fue al Atlético y al final el Gobierno chino dio una instrucción y los empresarios lo cumplen a rajatabla.
–¿Cuántas veces ha revisado ese informe?
–Por curiosidad cada vez que algún medio me lo pide.
–Si yo le digo que el pequeño accionista ha sido ninguneado, que hay una crisis social, que el nuevo Mestalla está sin acabar, que los políticos están en guerra con la propiedad... no sé con cuál de los frentes se lleva más las manos a la cabeza.
–Pocas veces me asombro por lo general. La ventaja que tiene el propietario y los directivos es que la afición del Valencia es excepcional. Pueden pasar de reunirse un día y exigir que se vaya fulanito, como se ha dicho, y luego ir cuarenta mil personas al campo. Esa es la ventaja que puede tener quien no cumple todo lo que dijo en su momento.
–¿Considera que fue un acuerdo demasiado chapucero por llamarlo de alguna manera?
–Normalmente, cuando las sociedades piden que intervengas en un proceso de venta se suele respetar la opinión que solicitan. Ni se me hizo caso ni se me pagó la factura.
–¿Aún se lo deben?
–Si la pagan lo donaré a la Asociación Valenciana de Caridad, a ver si la Fundación tiene el valor de negarle el pago.
–Pues dijeron que fue el precio excesivo (30.000 euros).
–El precio me pareció bajo por la responsabilidad. Esto responde también a otro tema que me preocupa mucho, y es la pérdida de derechos y garantías de este país. Se legisla deprisa y sobre la marcha en todos los ámbitos.
–Todavía cuesta más asimilar con el paso del tiempo esa falta de garantías que exigía.
–Asombra enormemente, en las operaciones que he hecho de compraventa de compañías se han establecido condiciones y consecuencias del incumplimiento y se ha activado el mecanismo de garantía. A las buenas, por la vía del arbitraje, o por el procedimiento judicial. No conozco ningún caso que no se establezcan garantías respecto a las obligaciones de quien compra.
–De todas las garantías que marcaba, ¿cuál era impepinable?
–Había una del estadio. En dos años si no aparecía un comprador para el viejo Mestalla, desembolsaba doscientos millones de euros. ¿Qué garantía tenía esa obligación? Ninguna. Tenía que haberse establecido por escrito. Si no la hay, ¿qué haces? No tienes elementos para exigirla.
–¿Qué interés había en salvar ese tipo de acciones?
–Ni idea. Lo que tengo clarísimo es que la parte compradora consiguió que las cosas fuesen de la manera que quería. La parte vendedora había patronos con instrucciones de las instituciones públicas valencianas y el resultado de la votación fue de vender a esa opción en vez de a otras. No sé lo que pasó o dejó de pasar.
–¿Nunca se preguntó el por qué?
–Al no tener datos, evito la opinión. Desconozco las razones.
–Han llevado a juicio a Amadeo Salvo y a Aurelio Martínez.
–Lo sé. Nunca, jamás, se ha hecho una venta de una empresa sin que el comprador asuma las garantías de las obligaciones que adquiere.
–¿Se atrevería a adjetivar la operación de compraventa?
–No, quiero pensar que al final habrá una solución.
–¿Que venda sus acciones Lim?
–No lo sé, a Caixabank se le debe mucho, es mucho dinero para que una entidad bancaria no haga nada. Igual que ha terminado y ha puesto en marcha el CaixaForum, por algún sitio llegará la solución para el Valencia.
–¿Va a Mestalla?
–Tenía pase de tribuna pero dejé de ir porque yo iba a disfrutar y a animar al equipo hasta el minuto noventa y mucha gente, cuando nos marcan un gol, es capaz de insultar a jugadores, al entrenador, al presidente...
–Volvamos al principio de la entrevista, ¿faltó una reacción de los valencianos hace ocho años?
–Había más ofertas, incluso de grupos españoles apoyados por fondos de inversión, como Cerberus.
–De Cerberus siempre se dijo que venía a hacer negocio con el estadio.
–Pero es que quien aporte ahora la solución e invierta en estos momentos, dinero que no va a ser poco, va a querer recuperar lo que ponga.
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