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Unos brazos en alto, una melena al viento y miles de papelitos en el césped. El valencianismo nunca ha dejado de presumir que tuvo en su momento al mejor jugador del Mundo. Al Matador. Mario Alberto Kempes, que unió aquel mítico doblete con Argentina en la final del Mundial del 78 con otro en la final de Copa del 79 jugando en el Valencia en un Calderón inundado de Senyeras, fue premiado ayer, básicamente, por hacer feliz a la gente. Por ser el héroe del pueblo, no sólo para aquella generación sino para los que llegaron después. Las gestas de Kempes han pasado de abuelos a nietos. Ayer, a las puertas del Palau de la Generalitat, un grupo de niños le gritó «¡Kempes, Kempes!». La primera foto, eso sí, se la pidió uno de los padres del bullicioso grupo.
El argentino, de visita esta semana a la que es su segunda casa con motivo de la Feria del Libro, recogió ayer la Distinción de la Generalitat que le fue concedida el pasado 9 d'Octubre «como reconocimiento del recuerdo de sus gestas en el campo que han dejado en miles de personas de diversas generaciones». Lo hizo sin poder contener la emoción, en un discurso donde en varias ocasiones se le quebró la voz al recordar a compañeros, como Ricardo Arias, también emocionado, presente en la platea y al que considera su hermano: «Llegar a Valencia es como llegar a mi casa. Me siento muy contento. Esto no es sólo mío, es de todos los muchachos que tuvimos la suerte de estar juntos porque una persona sola no lo puede hacer. El Valencia era un gran equipo y tuve la suerte de tener la fortuna de encontrar gente buena y siempre traté que no sólo se me conociera por el fútbol sino por la persona. Creo que lo logré y por eso cada vez que vengo a Valencia y voy por la calle, da igual al lado que vaya soy bien recibido».
El Valencia estuvo representado por sus embajadores Arias y Bossio pero no hubo presencia institucional. El presidente Anil Murthy tenía una reunión de LaLiga pero tampoco hicieron acto de presencia el resto de altos directivos en la actualidad, Joey Lim, Teo Swee Wei o Sean Bai. El Hércules, al que también se recordó en el galardón como club en el que Kempes jugó entre el 84 y el 86, estuvo representado por su consejero delegado Carlos Parodi, que le entregó una camiseta y le invitó a los actos del Centenario. También le rindió honores Salvador Gomar, el presidente de la Federación de Fútbol de la Comunidad Valenciana.
«Una camiseta, una pancarta y una actitud. Un sentimiento. Eso es lo que resume el fútbol y eso es lo que premiamos, un sentimiento», manifestó el presidente de la Generalitat Ximo Puig, que sintetizó lo que simboliza la figura de Kempes: «Más allá de sus magníficos goles, han sido las emociones que ha despertado en el pueblo valenciano y la factoría de recuerdos que ha encendido. Kempes entendió la trascendencia simbólica de aquella camiseta de la Senyera para un pueblo que estrenaba una nueva etapa de libertades. Ese simbolismo Mario fue, sin duda, tu mejor gol». Por su parte, Mónica Oltra lo definió como «un mito que ha demostrado que lo que más quiere es el fútbol sin ornamentos innecesarios; un balón, una portería y miles de almas gritando con pasión». Esa definición del Matador, un verso libre que volvió a dejar claro el lunes que nada le ata para poder expresar que le gustaría que Lim se marchara del Valencia, es la que simboliza el de Bell Ville a sus 67 años. Valencia, capital Córdoba. Aquella pancarta en Mestalla el 14 de febrero de 2001, la noche del debut de Pablo Aimar, resume lo que era, es y será siempre Mario Alberto Kempes para el valencianismo; un mito inmortal.
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