Layhoon saluda a los periodistas en la sala de prensa de Mestalla. irene marsilla

El enésimo vaivén del nuevo Mestalla

Meriton ha superado a sus predecesores con los continuos cambios de aforo, diseño y materiales|Layhoon anunció en 2016 que la obra no estaría para el centenario y seis años después se sorprende de que los políticos desconfíen

Domingo, 10 de julio 2022, 00:51

Fue un 10 de noviembre de 2006 cuando el valencianismo cogió la pala y se puso a cavar su propia tumba. Aquel día, Juan Soler escenificó la grandilocuencia de un gigante con pies de barro. El intento del club de ser más de lo que realmente era quedó patente en una presentación del futuro Mestalla en el Museo Príncipe Felipe en la que hubo hasta codazos para salir en la foto. Ni una sola crítica se escuchó cuando se dio a conocer la maqueta de un estadio que iba a ser catalogado ' cinco estrellas', nada más y nada menos que de 75.000 espectadores y que iba a estar acabado en junio de 2009. Ahora, casi dieciséis años después, nadie sabe realmente qué estadio va a tener al final, aunque la incógnita más inocente pero significativa debería ser saber si realmente algún día se va a acabar sea de la forma que sea. Layhoon anunció en junta en 2016 que no estaría listo para el centenario y ahora se sorprende de la desconfianza de la clase política hacia Meriton. Si uno escucha y se cree ciegamente lo que dijo este viernes, en verano de 2025 ya no quedará ni un solo obrero en Cortes Valencianas, que donde ahora hay matorrales y restos de obra oxidándose habrá un cuidado césped, y la ruina de los bares y comercios que se abrieron a toda prisa a su alrededor darán paso a negocios emergentes. Además, los vecinos de Benicalap tendrán también un polideportivo multiusos que ha sido también durante muchos meses objeto de arma arrojadiza entre Ayuntamiento y club. Y hasta es posible que esos mismos vecinos tengan la electricidad más barata por esos paneles fotovoltaicos con los que el club ha conquistado a Joan Ribó. Un escenario ideal, desde luego. El problema es que no hay ni un solo papel escrito (con el supuesto 'acuerdo') y menos aún firmado.

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Pero que nadie se lleve a engaño. Han sido tantas las modificaciones, matices, retoques y nuevos proyectos que se han lanzado que hasta al mismo Mark Fenwick le daría cierto pudor escuchar sus propias reflexiones sobre los trabajos que una directiva tras otra le ha ido encargando... y pagando. Él, por ejemplo, fue quien dijo aquello de que «Wembley me parece un gran centro comercial que no tiene alma y es frío», o el que apuntó que el proyecto de Mestalla lo hacía «no por dinero sino por pasión» y él fue también el que sentenció que «un estadio no necesita aparcamiento».

Esta semana, en la que se ha puesto fin a la ronda de entrevistas que con los políticos decidió provocar Meriton, ha vuelto a quedar patente que esos mismos políticos vuelven a tirar cada uno por su lado. Tras las palabras de Layhoon ante la prensa, reflexionaba en las redes sociales la vicealcaldesa, Sandra Gómez, sobre las modificaciones que Meriton ha ido efectuando sobre el Mestalla con la aquiescencia del alcalde. Escepticismo para unos y palos para otro.

De cualquier forma, polémicas de socios de Gobierno al margen, tan cierto es atribuirle a Meriton un vaivén casi continuo en sus apreciaciones y opiniones sobre la ATE y el estadio, como reconocer que el nuevo Mestalla se ha ido retorciendo a gusto del consumidor conforme han ido desfilando directivos y presidentes. A nadie le gustó la versión del anterior: llamada a Fenwick y retoque al canto.

¿Quién se acuerda de la estructura de aluminio, cristal y madera para la cubierta? ¿Y del vidrio azul? De eso se ha llegado a pasar a las lonas para salir del apuro, lonas que el mismo arquitecto negaba un día para admitir semanas después casi por lo bajini. ¿No estaba previsto inicialmente para 75.000 espectadores? Pues con Amadeo Salvo se dejó bastante claro que la cifra inicial y correcta era la de 61.500 y lo de ampliar quedaría para un futuro. Pero a Meriton, lo de sesenta mil no le cuadró nunca. Por eso lanzó en el primer proyecto presentado el año pasado algo menos de 45.000 butacas, es decir más pequeño que el viejo Mestalla. Después, y tras los ataques de unos y de otros pero sobre todo de la vicealcaldesa, subieron hasta 49.000. De ahí no iban a pasar. Así lo dejaron bien claro todos los ejecutivos del club en su presentación hace pocas semanas. Se podría ampliar, pero de inicio esa sería la cifra base. El Valencia no estaba dispuesto a invertir ni un solo euro más para tener más aforo de salida porque –esa ha sido siempre su argumentación–, la asistencia media en los últimos quince años ha sido de 35.000 espectadores. ¿Para qué más? El club se pasaba por alto que es lo que está estipulado negro sobre blanco con el Ayuntamiento, que es quien tiene que dar las licencias correspondientes y así sacar más beneficios.

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Además, con la herida bien abierta, el Valencia puso sal. «La ATE se tiene que mantener sí o sí», cuando fue la propia Abogacía de la Generalitat la que había dejado claro en agosto pasado que esa ATE debía ser enterrada o sustituir al promotor. La caducidad está en marcha.

En los próximos días se esperan novedades desde las consellerias implicadas, pero desde luego el reloj ya ha empezado a contar para que el Valencia vuelva, una vez más, a pasar por registro de entrada una propuesta de estadio para un nuevo acuerdo. Ahora con 66.000 butacas, con una fachada que no va a tener nada que ver con las anteriores  (parecen los balcones que dan a la avenida de Suecia del viejo campo), con una pista de atletismo que sólo estará en el papel pero que se da casi por descartada, con una cubierta que se mantiene para cubrir el 75% de la superficie (las filas de abajo estarán sin protección)... y habrá que ver qué pasa con el parking. Salvo anuló los 3.450 plazas previstas («una ratonera» se dijo) y la idea era algo más del medio millar. Pero ya dijo el alcalde que no está claro.

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