Ernesto Valverde, el hombre que decidió huir del incendio

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Ayer mismo, en una rueda de prensa que se alargó casi el doble de la que daba Gattuso en Paterna, el entrenador del conjunto rojiblanco recordaba con tacto su paso como preparador valencianista. Vivió en primera persona la transición Llorente/Salvo y su afinado olfato le dijo que algo chirriaba, como casi siempre, en el Valencia. «Tengo muy buen recuerdo, tenía un gran equipo. Fui en un momento complicado para el club porque no habían comenzado bien. Tenía un equipo extraordinario. Trabajé muy a gusto. Al final ocurrió el tema de la Fundación y la venta, la dimisión del presidente y decidí no continuar».

Valverde pudo ser un entrenador que marcara una etapa de nivel y prestigio en el Valencia. Se quedó en el umbral. Fue decisión suya la de no continuar, experimentando en sus propias carnes esa idiosincrasia tan particular que siempre ha caracterizado al Valencia por dentro, con luchas de poderes y tensiones que siempre acaban perjudicando al equipo.

Lleva 307 partidos en todas las competiciones con el Athletic. Las cifras hablan por sí solas de un señor que sabe manejar grupos y que tras su despido del Barça en enero de 2020 ha vuelto a la que considera su casa. Pretendientes no le han faltado nunca pero fue en las elecciones a la presidencia del Athletic cuando dos de los candidatos (Jon Uriarte y Ricardo Barkala) lo incluyeron en su programa electoral. En el Valencia, en la 2012-13, no llegó a triunfar pero por muy poco. Se le escapó la plaza de Champions en el último suspiro. Eran otros tiempos, todavía con la Fundación como máximo accionista. Manuel Llorente se empecinó en verano de 2012 en traer a Pellegrino pese a que Braulio Vázquez tuvo claro desde el primer momento que había que fichar a Valverde, y cuando el entrenador argentino agotó la paciencia de Mestalla, al final hubo que hacer caso al director deportivo gallego.

Siempre ha recordado con cariño Braulio Vázquez, hoy responsable de Osasuna, la capacidad de Valverde para el banquillo. Y su reflexión al respecto no ofrece ninguna duda: «En el Valencia siempre hay incendios y él –en referencia al técnico– nunca echaba alcohol. Todos los jugadores lo adoraban, hasta Rami sin jugar me decía que era el mejor entrenador que había tenido. El equipo funcionaba como un reloj».

Fue tras aquel partido del Pizjuán (4-3 para el Sevilla), que puso punto final a su etapa como responsable valencianista, cuando en el mismo aeropuerto de la ciudad hispalense y antes de tomar el vuelo privado, el Valverde entrenador se permitió una charla distendida y amable con los pocos periodistas que entonces todavía viajaban en el mismo avión con el equipo: educado, amable y sencillo. El Valencia, pese a que sólo estuvo medio curso, le había marcado profundamente diría. Y eso que ya había desfilado por el Athletic, Espanyol, Olympiakos (en dos etapas, con tres títulos de Liga y dos de Copa) y Villarreal.

Llorente lo había querido renovar pero los acontecimientos en torno a la realidad social del Valencia precipitaron los acontecimientos. Y cuando Braulio y Amadeo Salvo se reunieron con Valverde, el técnico optó por alejarse de las llamas. Visionario.