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La prioridad del nuevo Mestalla es que el aficionado del Valencia CF esté lo más cómodo posible. No sólo en lo que se refiere al espectáculo deportivo puro sino en la gama de servicios que puede ofrecer el nuevo recinto. El club va a tener muy en cuenta la opinión del abonado y confía en que el estadio no sea sólo un lugar de paso, que tenga actividad y genere ingresos todos los días. En Singapur, en algunos recintos al aire libre, hay un sistema de tuberías debajo de los asientos que pulveriza agua periódicamente para combatir el asfixiante calor que se vive en el país asiático. Un método barato que permite que en el graderío haya diez grados menos que en la temperatura ambiente de la parte exterior del recinto. Pequeños detalles que hacen que la vida sea más cómoda para el aficionado. Hasta ese punto quiere bajar el Valencia para garantizarse que la grada estará llena partido tras partido.
Además, el objetivo es que se pueda disfrutar en familia del recinto con una oferta de ocio alrededor del partido de fútbol que haga que el valencianista en familia pueda permanecer más horas, antes o después del partido, en el nuevo Mestalla. Los servicios de restauración, cines y establecimientos vinculados a la historia del Valencia pueden ser el reclamo para disfrutar del campo.
El gran objetivo del propietario en este momento es blindar la fidelidad del aficionado incluso cuando las cosas no van bien. Que el abonado prefiera ir a Mestalla antes de irse a la playa. El Valencia considera que la gran oportunidad para tratar de recuperar el ambiente que se ha perdido en los últimos años es el centenario, que el club celebrará en marzo de 2019.
Uno de los grandes objetivos del presidente del Valencia, Anil Murthy, desde su llegada al cargo es tener un conocimiento directo de la realidad que viven los aficionados del club. Desde el motivo por el que dejan de ir a Mestalla durante tres jornadas consecutivas o los problemas que pueden haber en taquillas para obtener una entrada para un partido fuera de casa. Murthy intervino en la polémica en los días previos al partido ante el Levante y el club ha puesto en práctica un nuevo modelo de venta de entradas en la que se prima al abonado.
Los actuales gestores del Valencia son conscientes de que el plan de negocio del nuevo estadio debe partir de cero. La ciudad de Valencia en ningún caso se puede comparar a Madrid y Barcelona o a capitales europeas como París, Londres, Munich y Manchester donde la actividad económica de sus equipos, instalados permanentemente en la Liga de Campeones, funciona por inercia.
Por eso, ahora mismo, la posibilidad de que una gran marca patrocine el nuevo estadio del Valencia a cambio de una gran cantidad de millones de euros es una utopía. El 'naming', que fue uno de los grandes atractivos que se enlazó junto al proyecto, pierde fuelle por la situación del club. El nuevo discurso está mucho más pegado a una realidad que ya se ha vivido con la venta del patrocinio de la camiseta del Valencia. Peter Draper, uno de los últimos gurús que vino de la mano de Peter Lim, colgó del equipaje del primer equipo una etiqueta por valor de diez millones de euros. El Valencia chocó de frente con un muro que le hizo bajar a la tierra para firmar un acuerdo con BLU por algo más de tres millones. En el club defienden ahora que el primer paso debería pasar por atraer a posibles patrocinadores valencianos y acercarse a las empresas de la tierra para que se vinculen al Valencia. Se ha pasado de la internacionalización a la localización.
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