Once años de espera se habían hecho demasiado largos, por eso la afición del Valencia necesitaba una noche así. De euforia plena, desatada. Abrazos, lloros, saltos de alegría. Por fin el conjunto de Mestalla volvía a ser campeón. Toda la ciudad se echó a la calle para celebrar la gesta y vibró en una velada para la historia. De las que se quedan a vivir en la memoria.
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A las 22:56 horas toda Valencia estalló de felicidad al escuchar el pitido final del árbitro, que sonó a auténtica música celestial. Miles de personas lo celebraban en la ciudad. En todas las calles, avenidas, plazas, había valencianistas festejando el título. Tracas, pitos de coches, bufandas al viento, gritos de «¡campeones, campeones!» lo inundaban todo. La ciudad era un clamor. La noche soñada. Para toda una generación de jóvenes que no habían visto ningún título y que ayer disfrutaron como nunca. Las lágrimas brotaban sin parar. En gente de todas las edades. Abuelos y nietos que se fundían en un abrazo, parejas, padres e hijos, grupos de amigos que formaban un corro emocionados. Esta afición necesitaba una noche como la de ayer. Para dejar atrás años tan malos que llenaron de sinsabores. La dulzura del brillante triunfo de anoche permanecerá para siempre. Ante un Barcelona que no había doblado la rodilla en cuatro años.
Ya desde antes de comenzar el encuentro el ambiente era extraordinario en la calle, aprovechando el gran día que hacía, con una temperatura muy agradable. El cauce del río y el Ayuntamiento fueron los lugares más poblados, al inicio de la tarde el primero y conforme fue avanzando la noche el segundo. Indiscutiblemente, la celebración final se concentró en la plaza consistorial. En la segunda parte ya estaba a rebosar de gente, y se desbordó cuando acabó el encuentro.
Las tracas eran una constante, y siempre acababan jaleadas al finalizar. Los cánticos de «Valencia, Valencia» e incluso el himno regional sonaban sin cesar. También los dedicados a jugadores en concreto, como Parejo, Rodrigo y muchos otros. Pero el preferido era el «campeones, campeones», el más ajustado al logro de la noche.
Los festejos perduraron hasta altas horas de la madrugada. No era para menos, y al ser sábado y con buena temperatura, lo requería. Música, extraordinario ambiente, mucha alegría. Nadie quería dormir. Nadie podía dormir. Todos estaban en la calle. Con la euforia desatada.
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