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De ese partido recuerdo que había mucha gente fuera del estadio y cuando empezó se escuchaba desde el campo. Me sorprendía el silencio que había en el césped y que se oyera hablar a los jugadores, a los técnicos y a la gente del banquillo. Sin público en Mestalla, esos minutos fueron algo muy extraño. Acostumbrados al gran ambiente en las gradas, fue muy raro no sentir a nuestra gente apretando. Y eso a un futbolista no le gusta que ocurra. Echamos de menos a la gente que no pudo entrar y que estaba fuera«. Miguel Ángel Angulo recordaba ayer para este periódico la experiencia que sintió hace catorce años, con aquellos minutos del Valencia-Deportivo de Copa que se disputaron a puerta cerrada el 1 de febrero de 2006. Ahora es esa pandemia que ha decretado la OMS la que ha vuelto del revés el gran desafío al que se enfrentaba esta noche el equipo de Celades, forzado a exprimir el aliento de Mestalla al máximo para tratar de remontar ese 4-1 de la ida.
Será el de esta noche el partido del silencio. El antifútbol que vendría a decir más o menos Lebron James, que se atrevió a decir públicamente que nunca jugaría sin aficionados, para él el auténtico sentido de todo. Pero la UEFA se mueve por unos intereses diferentes y en el Valencia lo saben bien. El dinero de las televisiones es lo que decanta este antinatural movimiento de dos equipos que si en algo coinciden es en su especial vinculación con sus seguidores. Aunque el Valencia, como institución y de manera oficial, lleva mudo desde hace muchísimos días y ningún dirigente se ha atrevido a abrir la boca para pronunciarse en ninguno de los sentidos, no van a ser pocos los aficionados que quieran estar hasta el último momento (las puertas de acceso al estadio) con sus futbolistas, en un gesto de generosidad extrema y que como decía Angulo, nunca cae en saco roto. Otra cosa es lo que luego vaya a suceder en el césped. Ahí es difícil imaginar, pero no imposible, que el equipo pueda por ejemplo cerrar el partido con un 3-0. Hay que remontarse a enero de 2019 para encontrar un Valencia-Villarreal con ese marcador. Complicado también es pensar que el Atalanta se va a quedar sin marcar. Es lo que mejor sabe hacer. Por algo es el tercer equipo de las grandes ligas más anotador, con 70 dianas, y sólo superado por PSG (75) y Bayern (73). En todo caso, la gesta, sólo con la televisión como testigo, vendría a reforzar esa idea de que al Atalanta ya le han hecho en este curso un par de descalabros significativos: un 4-0 en la jornada inicial frente al Dinamo de Zagreb y un 5-1 en el Etihad Stadium ante el Manchester City.
Al Valencia no le queda otro remedio que entregarse al todo si quiere voltear estos octavos de final que se pusieron muy cuesta arriba. Hace nueve días que el Atalanta no juega ningún partido. Tiempo de descanso más que suficiente. Demasiado para algunos. Han salido de Lombardía por ese decreto del Gobierno italiano que les ha permitido un tránsito especial por ser quienes son.
Aquí les espera un equipo al que posiblemente regrese a la portería Jaume. Sin explicaciones de Celades al respecto, se desconocen también cuáles son las intenciones en la composición del resto del dibujo. Sin Mangala en la lista y con Guillamón como segundo central (con el fichaje todavía sin concretar y con el bético Feddal curiosamente con fiebre), la opción de Coquelin es la más factible. Las alternativas para las bandas son más amplias mientras que para arriba, Rodrigo sólo jugó en Vitoria nueve minutos, demasiado poco para que coja el punto necesario para un partido que va a necesitar un alto voltaje desde el primer minuto si de verdad se quiere cambiar el silencio de Mestalla por una explosión de éxtasis.
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