Ferran Torres, entre el amor y la crispación

Mestalla se puso hace pocos días en pie para premiar como se merecía la vuelta por primera vez de David Silva con otra camiseta, pero Mestalla no tuvo ni un ápice de piedad por ejemplo con Gaizka Mendieta, a quien castigó con toda crudeza por ausentarse de los actos del Centenario. El valencianista juzga y sentencia, premia y castiga con cierta vehemencia. Igual aplaude el calentamiento de Joaquín con la camiseta del Betis pese a que su rendimiento –por la alta inversión– como blanquinegro siempre estuvo en tela de juicio, que le tira con todo el simbolismo posible un paquete de pipas a Alcácer cuando éste camina hacia el banquillo cuando era jugador del Barça. Mañana habrá seguramente disparidad de opiniones hacia otro barcelonista, nacido en Foios y criado en la ciudad deportiva de Paterna. Ferran Torres, a pocos días de cumplir los 22 años, vuelve este domingo por primera vez a un escenario donde contribuyó a conquistar la última Copa.

«En Foios hay un aficionado muy valencianista al que todo el mundo conoce, que se llama Ubaldo, que guarda cierta relación con Ferran y que expresa perfectamente el sentimiento del pueblo. Él dice que aplaudirá a Ferran pero que animará al Valencia por encima de todo», comenta Cayetano Ros, columnista de este diario y natural de la localidad de l'Horta Nord. Allí no hay dudas respecto al cariño que se le tributa al exvalencianista, cuya familia es bastante apreciada en el pueblo.

En apenas 19 meses, Ferran ha lucido tres escudos de peso considerable en su pecho (Valencia, Manchester City y FC Barcelona), cuatro de manera anecdótica si se tiene en cuenta la camiseta del Levante UD que llevaba una noche en Foios antes de cenar pizza en el domicilio de su padre, pocos días después de que perdieran la final de la Champions con el Chelsea.

La afición del Valencia sigue dividida año y pico después de su marcha. Los hay que consideran que no fue justo con el club que le formó y que pecó de ego («soy valencianista y lo apoyaré», dejó claro cuando se fue) y los hay que focalizan la responsabilidad de su marcha en Meriton por no saber negociar a tiempo su renovación de contrato. Él exigió, y así lo dijo en una entrevista a Marca, que el club cumpliera dos de las tres condiciones: ser uno de los capitanes, negociar con Lim directamente su situación contractual y estar entre los mejor pagados de la plantilla. Nada de eso se le concedió. Luego vino la tormenta.

Los números son fríos. Ferran hizo que en la caja blanquinegra entraran casi algo más de 28 millones de euros, teniendo en cuenta los 23 que en su día se cobraron en mano al City y los más de cinco por la plusvalía obtenida con el reciente traspaso al Barça. Su valor en el mercado, desde luego, supera todo el pellizco; y su valor deportivo le augura un futuro todavía más esperanzador.

La venta, en su origen, en todo caso ocupó el puesto duodécimo en el ranking de traspasos históricos que por cuantía ha efectuado el Valencia a lo largo de su historia, por detrás por ejemplo de Mata (28 millones).

Contra el Nápoles, este jueves, vivió el día y la noche. Transformó con una gestualidad propia de Mendieta y que ya copió Soler el penalti que mantiene vivo en la eliminatoria al Barça, pero acabó desesperado por las innumerables ocasiones que falló. Cogió la responsabilidad también en la ejecución de lanzamiento de faltas. Cinco goles lleva esta temporada el valenciano, casi tres meses lesionado. Dependerá mañana de la decisión de Xavi si vuelve a apostar por él en el once –actuó contra los italianos por la banda izquierda– o si le da cierta tregua, pero el morbo estará en todo caso en ver la respuesta del público cuando se anuncie su nombre por megafonía o cuando tenga que intervenir durante el desarrollo del juego. Ferran no deja indiferente a nadie.

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