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Vaya que sí. Por fin. Parece mentira que en Valencia tengamos que celebrar por todo lo alto que el equipo sale del infierno en marzo. ... Pero no queda otro remedio. Después de tantos meses de incertidumbre, de desesperación y de angustia, resulta que festejamos casi como si se tratara de un título el 'premio' que ha supuesto el hecho de ganar por la mínima y con cierto sufrimiento al colista. La realidad provoca este tipo de rocambolescas situaciones en una entidad acostumbrada a gestas de cierta enjundia. El extraño estreno a distancia del nuevo presidente ha coincidido curiosamente con lo que puede significar un peculiar cambio de ciclo. A Carlos Corberán, casi un desconocido en Cheste, le han bastado diez partidos para darle la vuelta a un Valencia que sólo aspira a crecer de sus propias cenizas.
Que esto no ha acabado es una tremenda obviedad, pero que salir del infierno alivia y reconforta también. No quedaba otra opción que evitar el mínimo desliz. Ni este sábado ni en los compromisos que seguramente todavía restan por solventar. A estas alturas, ya da igual quiénes jueguen, cómo se juegue, quién marque y hasta qué acento tenga el árbitro. El Valencia no puede permitirse ni un solo despiste. Ni fallar lo infallable –véase Sadiq– ni cometer pifias infantiles –Mamardashvili–. Aún así, todo queda sepultado por esos tres puntos que saben a gloria en Mestalla. Hay cosas que en ocasiones son difíciles de explicar. Como ganarle a un colista que fuera de casa es un equipo bastante inútil pero que te consigue apretar en los últimos minutos.
Una pena que la tarde no hubiera sido más plácida. Argumentos expuso el Valencia de sobra para lograrlo. Cuando tu delantero centro remata un balón al suelo, cuando golpea con el interior y la manda fuera cuando era más fácil enchufarla y cuando vuelve a cabecear alto cuando estaba sin vigilancia alguna dentro del área, o lo maldices y te tiras de los pelos o te preguntas que el mal no puede ser eterno y afectar a todos. Y es que, la acumulación de oportunidades falladas que tuvo Sadiq en poco más de media hora fue digna de estudio. Gayá le puso dos balones magníficos y Almeida el tercero. Más fácil imposible. Pues ni aún así. Parece que el nigeriano está acostumbrado a este tipo de escenas prácticamente incomprensibles. Es capaz de marcar de una manera casi inverosímil de tacón como hizo ante Osasuna y confundirse consigo mismo. Hay que hacerse a la idea de qué tipo de futbolista es, para plantearse se debate de futuro de si vale o no la pena gastarse casi diez millones en quedárselo en propiedad. Habrá que preguntárselo alguna vez a Kiat, a Peter o a quién decidan ambos que tenga decidir en verano qué Valencia quiere para el futuro. El de ahora, debe hacerse a la idea a padecer todo tipo de restricciones. Como la de tener un portero que en el año que más se le necesita, resulta que anda con inoportunos despistes. De no ser por ese balón que entregó generosamente a Latasa, el Valladolid no habría sido capaz de marcarle. Qué manera de meterse en líos, con lo bien que había empezado el partido. Que a los seis minutos ya mandes en el marcador es una golosina que no conviene malgastar.
Lo del 1-0 no deja de ser fiel reflejo de los males que afectan a ese tipo de equipos que, como el Valencia, pelean casi consigo mismos. Un intento de pase hacia atrás de Sadiq resultó ser la mejor asistencia que podía imaginar Diego López. Al extremo le dio tiempo para calibrar el ángulo del golpeo y darle a la pelota la trayectoria idónea para evitar al guardameta. Más fácil imposible.
Fue una fase interesante de juego para el Valencia. Sin coser fútbol de alta escuela lo hacía fluido, rápido y medianamente bien, El funcionamiento en el medio del campo corría a cargo de Barrenechea y el suministro de munición a Rioja y a Diego López. Sólo faltaba que Sadiq apretara alguna vez el gatillo y no al propio pie. Pero aún así, el borrón del georgiano en una entrega de Mosquera hizo que hasta el público empezara algunos pitos de enfado y con ese comprensible hartazgo habitual.
La duda tras el descanso era simplemente saber si el Valladolid, ya con Cenk sobre el campo, era capaz de resistir las acometidas. Y no. No fue capaz. Un perfecto pase de Barrenechea a Sadiq dejó al descubierto dos aspectos: que con el delantero del Valencia siempre pasan cosas y que con el actual defensa del Valladolid –¡costó cinco millones!– también. El segundo gol blanquinegro –y quinto en su cuenta particular– de Sadiq sacó los colores a Cenk. Por algo no es ni titular en el colista. Vaya desperdicio de inversión.
Ahí se acabó la historia en lo que al marcador si bien es verdad que la dinámica del juego transcurrió por zonas algo confusas. Los cambios nivelaron algo el asunto. Tárrega estrelló un balón en el larguero y de lo que pudo ser un amago de fiesta global quedó en un tono gris por el intento del rival por aparentar cierta dignidad. El Valladolid ya era uno de esos tres equipos a los que el Valencia miraba por el retrovisor y lo mejor de este fin de semana es que a falta de lo que haga hoy Las Palmas, ya hay otros dos que también están por detrás, que era y pro desgracia puede seguir siendo el objetivo en lo que queda de temporada.
FICHA TÉCNICA:
Valencia: Mamardashvili; Foulquier, César Tárrega, Mosquera, Gayà; Barrenechea (Diakhaby, 89'), Javi Guerra (Pepelu, 70'); Diego López (Fran Pérez, 70'), Almeida (Iván Jaime, 74'), Luis Rioja (Canós, 81'); y Sadiq Umar.
Valladolid: Karl Hein; Luis Pérez, Javi Sánchez, David Torres (Cenk, 24'), Adam Aznou (Anuar, 70'); Iván Sánchez (Siylla, 70'), Tamás Nikitscher, Grillisch (Chuki, 55'), Raúl Moro; Juanmi Latasa (Machis, 70'), y Marcos André de Sousa.
Goles:1-0, Diego López (6'). 1-1, Latasa (40'). 2-1, Sadiq (58').
Árbitro: Pulido Santana (Comité Canario). Amonestó con cartulina amarilla a Grillitsch, Latasa, Gayà y Javi Sánchez.
Incidencias: 41.720 espectadores se dieron cita en Mestalla.
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