La plantilla del Valencia va a tener un doble premio. Uno, la permanencia y la posibilidad de seguir jugando en la élite del fútbol español; dos, una cantidad económica por haber logrado el objetivo, el triste objetivo de no descender. Sí, porque el club y los futbolistas fijaron unas primas en función de los puntos finales que consiguieran, siempre y cuando se continuara en Primera División. Esta situación no venía estipulada en ningún contrato al inicio del curso, ocurrió cuando peor iba el equipo en la clasificación (final de marzo y principio de abril). El club quiso de esta manera incentivar a un grupo depresivo. Mantuvo una charla con los capitanes y marcó qué cantidad recibirían según la puntuación. Es decir, se escalonaba. No se trata de una suma excesiva pero iría aumentando conforme se sumaran puntos.
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Se trata de una situación anómala y más en un club de la entidad del Valencia, que debería estar peleando por objetivos mayores. Pero a los dirigentes les entró el pánico conforme veían que las derrotas llegaban sin cesar y pensaron en un aliciente económico para variar la tendencia. En esa misma reunión se planteó la idea por parte de los capitanes de pagar los desplazamientos de los aficionados para no estar solos en los partidos decisivos de la temporada, como fue Almería y Elche. Al final se ha conseguido el objetivo aunque ahora hay que decidir el futuro de Baraja y la confección de una nueva plantilla, ya que los cedidos volverán a sus equipos y habrá que comprobar si hay ventas para cuadrar las cuentas. Lim, como siempre, tendrá la palabra.
Hasta ahí, la explicación informativa de lo que ha sucedido con las primeras por no bajar. La realidad, la que palpa el valencianista de la calle, es que roza la indecencia que la plantilla cobre un extra por no bajar a Segunda. Teniendo en cuenta el poco margen económico que tiene el club, esa cantidad que va a ingresar cada jugador no va a ser, ni mucho menos, significativa en cuanto al porcentaje de su sueldo global. Una vez cobrado ese dinero por evitar la vergüenza de descender a un club más que centenario a Segunda, ni se cotiza en este mundo moderno del deporte que la plantilla, por ética más que estética, decida juntar ese dinero y destinarlo a alguna acción social. Ese acto no sería necesario que fuera público, ni siquiera que se conociera. A quien corresponda, y por si alguien les hace llegar el mensaje, que quede como reflexión escrita.
Hasta la llegada de Peter Lim, en la inmensa mayoría de la temporadas los jugadores del Valencia también cobraban primas, pero por jugar en Europa y no por evitar el descenso. Los números son implacables con el proyecto de Meriton, para explicar su fracaso. En las nueve temporadas que el Valencia ha estado bajo las directrices marcadas desde Singapur, sólo en tres el equipo ha terminado en posiciones que dieran acceso a competiciones europeas, con cuartos puestos que dieron acceso a la Champions. En las seis restantes, la novena plaza (en dos ocasiones) fue la mejor posición al final de una campaña. El dato es demoledor si se amplía el foco. En las últimas 26 temporadas, el Valencia se ha quedado fuera de Europa en siete, jugando por tanto en 19 casos competición continental al curso siguiente. Seis de esas siete veces que se quedó sin premio han sucedido con Lim al mando. Hasta tenerlo cerca ha sido gafe porque la única campaña fuera de Europa que no ha estado bajo la tutela de Lim fue la 2013-2014, la que terminó con el proceso de venta donde se votó la venta de las acciones de la Fundación a Meriton. Aquel curso, donde pasaron por el banquillo Djukic, Nico Estévez y Pizzi, el Valencia terminó octavo con 49 puntos. Todo un presagio para la entrada de «la mayor transacción del fútbol mundial», tal y como anunció Amadeo Salvo. Poniendo ese 2014 como final, el Valencia había encadenado 16 temporadas clasificándose para competiciones europeas. El primer año de esa horquilla, la 97-98, para la Intertoto, que acabó ganando en la final al Salzburgo, clasificándose el equipo para la UEFA.
Un drama económico
Más allá del dato objetivo, la no presencia del Valencia en Europa es un drama económico. Las cuentas de la temporada 23-24 serán las cuartas consecutivas donde no aparecerán ingresos por competiciones europeas. Sólo sumando los dos últimos ejercicios donde la entidad de Mestalla facturó en Champions o Europa League, se ingresaron 126,6 millones (65,8 en la 18-19 donde el equipo disputó la fase de grupos de la Champions y llegó hasta las semifinales de la Europa League contra Arsenal y 60,8 en la 19-20 donde el Atalanta eliminó a los valencianistas en los octavos de la Champions). Ese partido contra el equipo italiano, el 10 de marzo de 2020, es el último que ha disputado hasta la fecha el Valencia en Europa. Han pasado 1.184 días.
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La deriva descendente en el césped no sólo tiene un efecto económico por esos 60 millones de media que se dejan de ingresar cada curso que no se juega en Europa sino que la 'zona Meriton' en la Liga, quedando en la mayoría de las temporadas de mitad de la tabla hacia abajo, hace que cada curso bajen los ingresos por televisión. A eso, además, hay que restarle el 8% que cada equipo que firmó el convenio con LaLiga Impulso cede a CVC en los próximos 50 años. En la temporada 19-20, el Valencia ingresó 74 millones por derechos de televisión, una cantidad que bajó a los 73,3 en la 20-21 y a los 69,8 (ya con la tijera de CVC) en la 21-22. Con los valencianistas clasificados en el decimosexto puesto en la 22-23, su variable por ese concepto será de 4,46 millones, con lo que en el próximo reparto seguirá bajando su cifra de ingresos por derechos televisivos. El informe Football 50 elaborado por Brand Finance, otorga al Valencia un valor como club de 108 millones. El noveno de España, superado por Athletic, Real Sociedad, Betis, Sevilla y Villarreal.
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