«Iribar era mi ídolo», dice con humildad el dentista ya jubilado y exjugador del Valencia CF en los años 70 Sergio Manzanera, como disculpándose ... por haber ultrajado la portería del Athletic en un disparo desde el banderín de córner aquel 14 de marzo de 1971. Muchos años después, Sergio se pasó por un bar cercano a Mestalla donde sabía que estaba Iribar para pedirle perdón. Fue el tercer tanto del 4-0. «Tuve poco mérito. Le pegué plano desde el córner derecho del Gol Sud y el balón fue tan recto, tan recto, que se coló por el segundo palo de Iribar (m. 68). Seguramente porque la saqué unos 35 centímetros del punto de córner», cuenta Sergio. «Perdona por desmitificar el gol», añade Sergio, más orgulloso de haber dado el pase del cuarto gol a Claramunt II («Se la dejé de tacón a Enrique Claramunt»).
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El maestro Paco Lloret cuenta que aquel día se estrenaron porterías porque, en una jornada precedente, el palo interior había repelido un tiro de Paquito no considerado como gol. Mestalla recibió a sus jugadores con tracas, cohetes y aplausos pese al 3-0 del Calderón. Y, por supuesto, con las sillas de enea preparadas. El césped estaba en malas condiciones porque el primer equipo se entrenaba casi todos los días en él. En el Valencia de Di Stéfano formaron Abelardo, Sol, Aníbal, Jesús Martínez, Antón; Claramunt I, Paquito; Sergio Manzanera, José Vicente Forment, Claramunt II y Valdez. En el conjunto bilbaíno jugaron Iribar; Sáez, Etxeberria, Arangure, Betzuen; Larrauri, Arieta, Argoitia, Zubiaga; Fidel Uriarte y Ortuondo. En el Valencia, no hubo cambios. En el Athletic, entró Guisasola.
«Había mucha amistad entre los jugadores del Athletic y los del Valencia en aquella época», evoca Jesús Martínez, sobre todo la sintonía entre los dos mejores: Claramunt e Iribar. El cuadro vasco, frente a los estereotipos, tenía jugadores tan estéticos como Fidel Uriarte, «el Velázquez del Athletic», dice Martínez.
El conjunto de Di Stéfano, muy dotado para administrar las ventajas exiguas, se desmelenó aquella tarde. Estrenó las nuevas porterías Valdez (m. 36) y se sumó Forment ya en la segunda parte (m. 59). Sin un 9 de referencia, los cuatro de arriba atacaban por todas partes. Y a ellos se añadían dos laterales muy largos (Sol y Antón) y un genio en el medio centro, Pep Claramunt, que «jugaba como la madre que lo parió, dominaba todos los registros», según lo define el central argentino Jesús Martínez. «Di Stéfano», apunta el también exdirector deportivo del VCF, «innovó para que jugáramos en línea de cuatro atrás sin el libero 10 metros por detrás. Tirábamos seis veces el fuera de juego por partido. Yo sacaba el balón y Aníbal era más contundente». Paquito no era rápido, pero sí muy listo para darle la mejor circulación a la pelota desde el círculo central. Claramunt, reconvertido a mediocentro por Di Stéfano, hacía jugar al resto. El gol (41 en total) estuvo muy repartido. El máximo anotador valencianista fue Forment con 8, pero el gol estuvo muy repartido Valdez y Ansola, 5, Claramunt I y Claramunt II, 4, Paquito y Pellicer, 3, Antón y Sergio, 2. El pichichi de aquella Liga fue el elegante delantero rojiblanco José Gárate (Atlético de Madrid) empatado con 17 dianas con Rexach (Barça). En el tercer puesto, con 13, quedó Bernardo Acosta, un paraguayo del Sevilla.
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«Valdez era el más técnico arriba y el único que se quedaba a veces descolgado para el contraataque», explica Claramunt. «El resto trabajaba muchísimo. Si nos poníamos por delante, ya no perdíamos. Estructuralmente marcábamos diferencias: atacábamos y defendíamos todos. Ese era el secreto». Claramunt habla con nostalgia de sus excompañeros y los define con cariño uno por uno: «Abelardo, bajo palos, era único, el mejor de la Liga. Al no ser alto, sufría en las salidas, pero no había problemas con nuestros defensas. Los laterales eran portentos físicos, atacaban y defendían. Aníbal era expeditivo, causaba respeto; y Jesús Martínez era el más inteligente, se anticipaba. Paquito, detrás de mí, rompía línea en la conducción. Sergio, rapidísimo, desbordaba y ayudaba. Forment, un delantero centro falso resolutivo dentro del área». ¿Y su hermano Enrique? «Era un fenómeno, con unas condiciones impresionantes, pero lo lastraron las lesiones». Pep homenajea incluso a otros jugadores que no fueron titulares ese día: «Pellicer vino tocado por una lesión en el tendón de Aquiles, pero trabajaba muchísimo para nosotros. Y Poli era un todoterreno: él marcaba a Pirri y yo a Velázquez cuando nos enfrentábamos al Real Madrid. Y los anulábamos».
Di Stéfano fue el verdadero padre futbolístico de Claramunt. «Me dio mucha confianza. Toda la libertad para moverme por donde quisiera. Me dijo que el equipo giraba en torno a mí. Fue mi mejor temporada. No éramos los mejores jugadores, pero sí el mejor equipo». Y el Valencia CF salió campeón varios meses después pese a caer en Sarrià tras el empate entre el Atlético y del Barça. El premio a la constancia y al espíritu de un equipo en el que Sergio quiso desmitificar su gol olímpico.
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