![Valencia CF | Herederas y guardianas de un sentimiento eterno](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202012/25/media/cortadas/mestalla-R22BjL5Zwr105x5JpSFfpcK-1968x1216@Las%20Provincias.jpg)
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A cada paso que dan en las entrañas de Mestalla les acompañan un sinfín de sentimientos. El latido de ese estadio de la Avenida de Suecia forma parte de sus historias vitales. Hasta allí viajan, irremediablemente, cada vez que recuerdan los momentos que marcaron sus respectivas vidas. Todas coinciden en que sus padres tenían, tienen, cosido el escudo del Valencia y que, por lo tanto, el devenir del club marcaba sus estados emocionales. Merchina Peris, Cristina Pérez, Irene Arias y Noema Ortí comparten genes valencianistas. Una herencia irrefutable transmitida por cada uno de sus padres. La hija de Vicente Peris recuerda a Irene muy pequeña: «Tengo el recuerdo grabado de estar sentada con Irene a un lado y Richard al otro. Ella, además, es hija de una Supercopa». La hija del que fuera capitán del Valencia y actual embajador del club sonríe: «Nací en la final del 79. Mi madre dice que tardó en ir al hospital... normal». Su vida estaba ya marcada por el amor al Valencia.
«Naces y lo primero que ves en tu vida es el escudo», afirma Merchina. Ella creció revoloteando por un gris Mestalla donde mucho antes de ser la primera mujer en marcar en el coliseo blanquinegro ya jugaba a fútbol: «Nos juntábamos los hijos de los futbolistas, la hija de Waldo, Virginia, a la que llamábamos Vicky, también». Más tarde, por cierto, compartió equipo, pero de fútbol sala, con Amparo Mestre, hija del mítico defensa Manolo Mestre.
«Mi padre ha hecho de ese sentimiento una forma de viviry así lo transmite de generación en generación para hacer todavíamás grande al amorde su vida: el Valencia»
«Era un sabio del fútbol, una persona sencilla y honrada que siempre tuvo al Valencia en su corazón. Disfruté con él y ahora lo hagocon los recuerdos que todavía la gente mantiene»
«Que lo recuerden como una persona que dedicó su vida al Valencia para que tuviera éxitos y prestigio y corresponder a su afición, que decía de él que era 'el mejor fichaje' del club»
«Fue, como me transmiten los seguidores, un aficionado que llegó a presidir el mejor equipo del mundo. Sencillo, cariñoso y cercanoque, por encima detodo, era buena persona»
Cristina mira a Noema y le agradece el emotivo homenaje que Ortí le otorgó en el año que falleció Pasieguito: «Todavía recuerdo las cariñosas palabras que nos dedicó, tu padre era un gran valencianista pero sobre todo una buena persona». A la hija del presidente más laureado y más querido de la historia del Valencia se le ilumina la mirada. Ella, a diferencia de las demás protagonistas, creció como una niña «normal», anónima. Pero ese hombre que hacía malabares para llevar a sus hijos a los partidos del Aldaia, Alaquàs, Levante y Valencia y movía el calendario en bodas y demás eventos para poder ver el fútbol se convirtió en presidente del Valencia. Y claro, «imagínate», dice Noema: «Fue un cambio brusco y no fácil de gestionar. Eres una persona normal y de repente la gente te empieza a ver y a tratar de forma diferente. Yo estaba en la Facultad y oías hablar de él, o ibas a la barra a pedir un bocadillo y ahí en el periódico estaba su cara. Mi hermano también estaba estudiando y le marcó mucho un día que un profesor dijo su nombre en alto y todo el mundo se giró». El carácter afable de Ortí, además, facilitaba mucho las cosas a los que se querían acercar a él: «Siempre correspondía, es que veía que le miraban y se acercaba y los otros lo veían llegar como 'el presidente del Valencia se acerca'. No tenía un mal gesto».
Las demás protagonistas sonríen. Ese ha sido el día a día de sus respectivas vidas desde que nacieron. Tanto que ni siquiera hubo un momento determinado en que se diesen cuenta de que su padre era una persona conocida y entienden que ese viraje tan brusco no fuese «fácil».
Los que lo conocieron, cuentan que Vicente Peris era igual de «encantador»: «Recuerdo que iban parándolo y pensaba: firma autógrafos sin ser futbolista». Curiosamente, tanto Ortí como el legendario gerente, sin haber sido jugadores, se ganaron el cariño de los seguidores: «Es que la afición del Valencia reconoce la entrega de todos los que forman parte del club, también de los empleados y eso es algo que convierte a esta entidad en algo todavía más grande», afirman ambas. «Tu padre, Merchina, era un adelantado a su tiempo», interviene Irene. Sí. Precisamente fue Pasieguito, en su faceta como entrenador, el que reconvirtió a Ricardo Arias en líbero. «Mi padre a los jugadores les hablaba de usted. Lo veías delante y no sabías qué hacer, porque imponía pero era muy socarrón. La gente mayor siempre me cuenta que llevaba insignias del Valencia en los bolsillo y se las iba regalando a todos los niños que se le acercaban», responde Cristina Pérez.
Adentrándose por los pasillos de Mestalla, en uno de los vomitorios, hay un vinilo en el que se recogen los títulos logrados en la centenaria historia del Valencia ilustrado con algunas fotografías. Inevitable pararse. Cada una busca a su papá en ese pedazo de historia del Valencia: «Para que luego digan que no somos un club grande, somos enormes, se han logrado muchas cosas», dice Irene. Algunas de las instantáneas son donadas por otras de esas personas que forjan el relato del club de quien, sobre todo Merchina y Cristina, se acuerdan especialmente, como Pepe Vaello.
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En la banda del tapete verde de Mestalla se toman selfis y por sus respectivas cabezas se recuperan imágenes grabadas desde distintos puntos del estadio. Cristina visualiza un gol de Morena en la Supercopa de Europa que recientemente cumplió su 40 aniversario: «Estaba sentada arriba, en las sillas de enea con mi hermano Juan, y él marcó y vino a la zona a celebrarlo. Mi padre era el entrenador y fue algo increíble».
En el día más triste de la vida de Noema, la familia se encontró con un gesto que iba a marcarles para siempre: «Nunca olvidaremos la celebración del gol de Rodrigo ante el Barcelona cuando se puso la peluca. Fue un detalle de un gran valor. Significó mucho para nosotros».
En ese viaje en el tiempo, Irene, que todavía sufre y disfruta junto a su padre de una pasión compartida, tiene grabado el desasosiego que duró una temporada y que culminó el 30 de mayo de 1987: «Fue un año muy malo, recuerdo que decía que él era uno de los que había metido en el pozo de Segunda al Valencia y que no descansaría hasta sacarlo. Yo tenía unos 6 o 7 años. Cuando certificaron el ascenso, si te das cuenta, en los festejos o no sale en las fotografías o lo hace muy serio. Para él no había nada que celebrar, era una obligación. Después de mucho tiempo durmió durante dos días seguidos. Sentía que al fin había devuelto al Valencia al lugar donde merecía». Merchina se frena al ver la capilla colindante al túnel del vestuario: «Como mi padre falleció aquí, en Mestalla, pusieron el velatorio en la capilla, cubrieron el ataúd con una bandera del Valencia. Al sacarlo, para ir a la Iglesia que estaba aquí al lado, la gente que había por la calle empezó a unirse».
Cristina, Merchina, Noema e Irene son hijas de sentimiento valencianista. Así lo asumen y están dispuestas a seguir cuidando la historia del club que marcó sus vidas: «Preservar el legado es un acto de justicia con nuestros padres. A las cuatro nos une la profunda admiración que sentimos por ellos. Defendemos el fútbol romántico, de sentimiento, el fútbol-vintage. Nos criaron en un ambiente tremendamente valencianista, de militancia y sólo así lo entendemos».
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