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PACO LLORET
Sábado, 3 de septiembre 2022, 00:38
Héctor Núñez se convirtió en el pionero. Su fichaje, culminado en la primavera de 1959, marcó el inicio la relación del Valencia con el fútbol uruguayo. Bautizado por los aficionados como 'El Palomo', aterrizó en Mestalla cuando el club apostaba por el fútbol sudamericano al contar con un trío de brasileños: Joel, Walter y Machado. Posteriormente, se sumaron Waldo –tras la trágica desaparición de Walter– Chicao y Recamán. Junto a ellos destacaba la representación paraguaya: Aveiro y Sanabria. El primer 'oriental' se ganó pronto el fervor de la afición, supo adaptarse al entorno y chapurreaba el valenciano con una asombrosa soltura.
Héctor Núñez actuaba como extremo diestro, exhibía un carácter indómito y no se arrugaba. En los anales quedó perpetuada la tremenda pelea que sostuvo con Chicao en el Trofeo Naranja de 1961, originada por una entrada alevosa del futbolista de Botafogo y que acabó con la expulsión de ambos contendientes. La reconocida garra charrúa se encarnó en el futbolista uruguayo que más temporadas ha permanecido en la disciplina valencianista, seis en total. A su estimable capacidad realizadora unía una gran facilidad para desbordar.
Casi veinte años después de su llegada, Héctor Núñez, ejercía de entrenador del Rayo Vallecano y recomendó al club de Mestalla la contratación de Fernando Morena al que tenía bajo sus órdenes, leyenda del Peñarol y uno de los más grandes goleadores en la historia de su país. Junto a Mario Kempes formó una dupla que prometía mucho pero que se rompió tras la grave lesión de hombro sufrida por el argentino ante el Carl Zeiss Jena. Sin embargo, la historia le reserva a Morena un lugar privilegiado, un gol suyo sirvió para derrotar al Nottingham Forest en la final de la Supercopa de Europa.
Al concluir el ejercicio 80-81, con Kempes ya traspasado a River, Morena forzó el regreso a su país tras una absurda expulsión en un duelo vital ante el Atlético que le costó una dura sanción de cuatro partidos.
Tan sólo tres años después, el valencianismo recibió al tercer uruguayo, otro delantero centro, esta vez procedente de Nacional de Montevideo. Cuando Wilmar Cabrera fichó en el verano de 1984, la realidad social y deportiva era bien diferente a la que había conocido Morena. El club transitaba por una profunda crisis y su fichaje supuso un gran esfuerzo económico. Wilmar respondió a la responsabilidad con goles, aunque su prolongada ausencia, motivada por la fase de clasificación de la selección uruguaya para el Mundial de México 86, dejó al equipo huérfano del único delantero contrastado. Wilmar era un ariete impetuoso, especialista en el remate de cabeza que ejercía de abrelatas para sus compañeros en la medular. En su segunda y última campaña, vivió el drama del descenso y su rendimiento mucho bajó respecto al primer ejercicio.
Miguel Ángel Bossio apareció en el escenario con el Valencia en segunda división como único extranjero de la plantilla y con la misión de contribuir al rescate del equipo. Si los compatriotas que le precedieron se alineaban en la vanguardia, Bossio rompía la tendencia al actuar como centrocampista de contención, aportando un espíritu de sacrificio inagotable. El contrapunto necesario al virtuosismo de los Subirats, Arroyo, Fernando, etc. Su regularidad le convirtió en un elemento imprescindible a lo largo de las cinco temporadas en las que estuvo vinculado al club.
A finales de los años noventa, Paco Roig no dudó en contratar a Nico Olivera, joven talento que había sido elegido como el mejor jugador del Mundial juvenil. Los presagios no se hicieron realidad y el futbolista defraudó las expectativas triunfalistas. Diego Alonso se convirtió en el primer uruguayo fichado en el siglo XXI. Su presentación disparó el entusiasmo entre los aficionados presentes en Mestalla. Su estilo apasionado y su facilidad rematadora conectaron con la grada pero 'El Tornado' no aportó demasiado aunque se vació al máximo en las contadas oportunidades que dispuso.
Gonzalo de los Santos fue primer uruguayo que conquistó un título de Liga con el Valencia. Procedente del Málaga, aterrizó en la 2001-02, cuando el equipo dirigido por Benítez entonó el alirón, precisamente en La Rosaleda. Titular indiscutible junto a Albelda en el primer tramo del campeonato, perdió esa condición con la vuelta de Baraja a las alineaciones. Un gol suyo en Mendizorroza contribuyó a aupar al Valencia por primera vez al liderato. Poco después, en el agitado verano de 2003, llegó Néstor Cannobio, recibido con poco entusiasmo por su entrenador. Sin embargo, supo sobreponerse al rechazo inicial y aportó más de lo esperado cuando la política de rotaciones le permitía entrar en las alineaciones. Un doblete fue su glorioso balance.
No le fue mucho mejor a Mario Regueiro, fichado del Racing de Santander en 2005. Su momento de gloria tuvo lugar en Anoeta, cuando logró los dos goles del Valencia en el triunfo ante la Real Sociedad. La nómina uruguaya se completa con jugadores que no llegaron a debutar en Liga como Estoyanoff o Nacho González. A ellos se añade la incorporación de Oliva, exponente reciente de la política cicatera de Lim. Maxi Gómez y ahora Cavani protagonizan el último episodio de esta historia.
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