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Baraja (izquierda), Rodri (centro) y Mcenroe EFE/REUTERS
CAYETANO A LA CONTRA

Sin ilusión no hay fútbol

La renovación de Baraja con el VCF es muy merecida, pero el técnico estará condenado al fracaso por la falta de ambición de Lim

Cayetano Ros

Valencia

Lunes, 12 de junio 2023, 01:39

Todos los veranos, invariablemente, las expectativas se disparaban entre la afición del VCF por aquellos cromos que iban y venían. La euforia de mi tío ... Salvador estaba lejos de la realidad, pero los dos lo sabíamos: formaba parte del juego. El Valencia ha disfrutado siempre de los mejores jugadores y de los mejores técnicos, incluso en los peores años. Pero desde que Lim destruyó el proyecto de Mateu Alemany en 2019 (este sábado recordó Guardiola cómo los dueños del City lo mantuvieron en el puesto pese a fracasar varios años en Europa), el equipo de Mestalla se ha instalado en la nada hasta asomarse al abismo. La hinchada se debate ahora entre volver a encontrar un resquicio por el que ilusionarse, manifestarse contra Lim el sábado 17 pasando por las sedes de la Generalitat, el Ayuntamiento y Caixabank o, simplemente, abandonar la cita quincenal con Mestalla.

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Baraja. El director deportivo, MA Corona, sigue ahí a pesar de su irrelevancia o precisamente por ella. La contratación del central Öskacar por cinco millones cuando su valor de mercado es de 2,8, según la web especializada Transfermarkt, alimenta la teoría sobre las trapisondas del dueño en la compra-venta de jugadores. La renovación de Rubén Baraja es merecida por haber salvado de la hoguera al VCF, por haber sacado brillo a tres chicos de la cantera (Javi Guerra, Diego López y Alberto Marí) y por sentir cómo late el valencianismo. Ahora bien, como todos sus predecesores tras el despido de Marcelino, Baraja estará condenado al fracaso por la falta de ambición y de valentía en la confección de la plantilla. Ya no es solo falta de dinero; Corona no se ha arriesgado con nadie (hay, por ejemplo, un mediapunta valenciano en el Albacete, Manu Fuster, que es una delicia verlo jugar).

Rodri. El chico crecido a la sombra de Bruno Soriano en el Villarreal, ya es una leyenda del Manchester City tras su gol al Inter en la final de la Champions. «He estado horrible en la primera parte... Pep me dijo en el descanso que soy un líder y debía cambiar la mentalidad... Es increíble que un chico normal como yo haya llegado hasta aquí», explicó. Una lección magistral de autocrítica al reconocer su mala actuación, de capacidad para revertirla y de humildad para saber de dónde venía.

McEnroe. Del documental en Movistar sobre la vida del tenista John McEnroe, llama la atención la amistad entre dos caracteres tan opuestos como el suyo, fuego, y el de su predecesor e ídolo, Björn Borg, hielo. Ninguno de los dos fue feliz cuando alcanzó el número 1 y abandonaron el tenis: Borg a los 26 años y, más tarde, McEnroe, que volvió a intentarlo pero ya no fue el mismo. McEnroe vivió la fama como una estrella del rock, llena de excesos, pero supo encauzar la madurez tras la competición. Representaron el último tenis romántico, dos genios vulnerables antes de la llegada de los tres monstruos competitivos: Nadal, Federer y Djokovic. No comprendí el viernes por qué Alcaraz siguió jugando con una lesión ante Djokovic en las semifinales de Roland Garros. Es un amor propio mal entendido. Ni tampoco los gritos de júbilo del serbio al ganar los puntos frente a un rival lesionado. McEnroe no lo habría permitido.

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