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Puig. Tormo

La jornada blanca de 'Trencatobillos'

Silla de Enea ·

Juan Puig fue un mito del levantinismo y también vistió la camiseta del Valencia

josé ricardo march

Sábado, 30 de abril 2022, 00:46

De entre todos los mitos del levantinismo, quizá los de Agustín Dolz y Juan Puig sean los más potentes y perdurables en la memoria colectiva granota. Ambos, dotados de una hoja de servicios prácticamente idéntica, presentan el denominador común de la fidelidad absoluta a su club. O casi. Porque el segundo, centrocampista de larguísimo recorrido y, con posterioridad, entrenador del mejor Levante FC de la historia, se asoma con timidez entre los más de mil doscientos futbolistas que han vestido la camiseta del Valencia en su siglo de vida.

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Un sobrenombre injusto. Formado en los Salesianos junto a otras futuras estrellas del fútbol valenciano como Marín, Simarro o Montes, Puig no tardó en trocar el balompié escolar por el callejero antes de ingresar en el Levante. Desde su entrada en el primer equipo bajo la tutela de Paco Machancoses se reveló como un extraordinario valor deportivo: su polivalencia y clase lo convirtieron en un fijo en los onces blanquinegros entre 1920 y 1939, ya fuera en la zaga, ya en el centro del campo. También brilló en la selección valenciana, formando una poderosa línea media con Molina y Estevan, y opositó incansablemente a la internacionalidad, de la que le privó Gamborena. «Sus cualidades», relataba Simón Barceló en 1924, «(son) valentía, rapidez, colocación, agilidad, juego de cabeza, oportunidad en los cambios de juego, vista, codicia, juego igual con las dos piernas, dominio de balón, maestría en el regate y gran facilidad y precisión en el 'schot' como delantero. Es, pues, un jugador completo». Llama la atención que un futbolista de dichas prendas arrastrara el injusto apelativo de 'Trencatobillos', acuñado por sus detractores con el paso de los años.

¿Ofertas? No, gracias. «Sus entusiasmos por el foot-ball», escribía Simón, «son tan grandes como el amor que por su Club siente, al que no ha abandonado no obstante las ofertas ventajosas que en distintas ocasiones se le han hecho, ni abandonará mientras juegue al foot-ball». Efectivamente, los cantos de sirena llegaron en diferentes ocasiones. «Una de ellas, del Valencia», explicaba Puig en 1944, «que me vi precisado a no aceptar, pues existía entonces excesiva rivalidad entre las dos sociedades futbolística, y fue tal el revuelo que el posible traspaso al Valencia levantó, que incluso me llegaron a amenazar con despedirme del taller. Otra oferta me la formuló el Español de Barcelona por mediación del que era su guardameta titular, Ricardo Zamora. Lo que se pagaba por traspasos en mi tiempo era bien poco y, francamente, creo que no valía la pena el cambiar».

La excepción. Sin embargo, la negativa de Puig a lucir una camiseta que no fuera la del Levante tiene, como apuntábamos, una curiosa excepción. El 16 de marzo de 1925 el Valencia solicitó el concurso del brillante centrocampista (junto al de sus compañeros Mario y Tapia) para hacer frente al Real Unión de Irún de los famosos Emery, Errazquin, Gamborena y Petit, que se había desplazado a la ciudad para jugar dos encuentros amistosos en Mestalla. Alineado en el centro del campo junto a Roca y Estevan, Puig contribuyó destacadamente con su juego a la victoria del Valencia. Una página blanca casi olvidada en el haber de la gran leyenda del club granota.

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