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Si existe un caso paradigmático de predestinación en la historia de nuestro fútbol, ese es, con total seguridad, el de Vicente Peris Lozar. Nacido en la calle Ànimes tal día como hoy hace cien años, Peris vio la luz al tiempo que el todavía joven ... Valencia FC iniciaba un despegue fulgurante coronado por tres grandes hitos: la consecución del Campeonato Regional, la primera victoria en un partido del Campeonato de España y la inauguración de Mestalla. El niño creció con el sonido de los hurras y alirones y las loas al «león» blanquinegro colándose ruidosamente en cada rincón de su casa: sus padres, Ramón y Pilar, eran entusiastas seguidores del equipo; su tío y padrino, Vicente Lozar, encabezaba la creciente nómina de periodistas deportivos locales; y Julio Gascó, capitán y directivo del Fe-Ce, era uno de los amigos íntimos de la familia. Gracias a estas conexiones personales, las visitas al estadio y las oficinas del club fueron frecuentes desde la infancia. Y a partir de las mismas, Vicentín supo enseguida, y no es una hipérbole, que su destino estaba ligado al del equipo amado.
Otro veinte de junio -dieciséis años después de su nacimiento-, Peris inició su carrera en el Valencia de la mano del directivo federativo Joaquín Viña. El cometido asignado, chico de los recados, pronto se le quedó pequeño. A la sombra de Luis Colina, padre profesional del muchacho, Peris descubrió todos los resortes del viejo fútbol al tiempo que, llevado por su intuición e inteligencia, ensayaba la modernidad en los bancos de pruebas del Cuenca y el Mestalla. Como en tantas ocasiones, el ojo clínico de Colina no falló: Peris acabaría marcando una época, aunque no sobre el terreno de juego, como soñaba -como sustituto de su ídolo Gorostiza-, sino desarrollando una tarea mucho más compleja y, a la postre, determinante en el devenir del club: la de principal ejecutivo de la entidad. La de corazón, en suma, del Valencia.
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