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El túnel del tiempo

Jugando en Sarrià bajo la nieve

paco lloret

Viernes, 1 de noviembre 2019

El Valencia estrenó el año 1985 con un partido en Sarrià el día de reyes. Se jugó de milagro. La expedición valencianista vivió una odisea para llegar a Barcelona por culpa de un temporal de nieve que afectó al tráfico por la autopista que une ambas ciudades. El autobús había salido de Mestalla a primera hora de la tarde del sábado. El plan previsto era: llegar a la ciudad condal poco antes de la hora de cenar, pernoctar y disputar el encuentro al día siguiente antes de volver a casa tras su conclusión. Sin embargo, todo se complicó a medida que empeoraban las condiciones meteorológicas. Ante semejante panorama, no hubo otra alternativa que refugiarse en un área de servicio próximo a Martorell. Resultaba imposible continuar y el creciente riesgo de quedarse bloqueado aconsejaba detener el viaje.

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En una época sin teléfonos móviles ni internet, las comunicaciones no gozaban de la inmediatez de la actualidad. El gerente del Valencia era Salvador Gomar, que supo de los problemas surgidos cuando, como solía hacer de forma rutinaria en cada desplazamiento, llamó por teléfono al hotel de Barcelona para confirmar que la expedición había llegado a su destino sin incidencias. Sin embargo, le llegaron noticias alarmantes desde la recepción: el autobús del equipo no había llegado y tampoco sabían cuando lo haría. Desde la recepción del hotel ubicado en la rambla de Catalunya no le supieron dar más noticias. A partir de ese instante trató de averiguar a través de la Dirección General de Tráfico cuál era la situación real.

El Valencia pudo llegar a Barcelona pasada la medianoche. Con visibles síntomas de cansancio y tras haber superado un tremendo caos circulatorio. Al día siguiente aguardaba un partido muy caliente pese a la gélida temperatura que lo iba a acompañar. En esa temporada, la 84-85, el Valencia había goleado en Mestalla al RCD Espanyol por 5-1 en la segunda jornada del campeonato. Ese encuentro, como todos los de Primera División, estuvo condicionado por una huelga de los futbolistas profesionales. El once valencianista estaba integrado por jugadores sin contrato profesional, aunque algunos, caso de García Pitarch y Giner, ya habían debutado en la máxima categoría. Esta circunstancia fue interpretada desde el club españolista como una artimaña y su entrenador, Xabier Azkargorta, se quejó públicamente en la rueda de prensa posterior al encuentro.

En aquellos años las relaciones entre ambas entidades eran tensas y este episodio le añadió más munición al conflicto. Todo había empezado en la grada de Sarrià dos temporadas antes, en la 82-83, cuando el Valencia vencía por 0-2 en un encuentro liguero crucial. Las huestes entrenadas por Miljanic se hallaban en descenso. La desencantada hinchada perica empezó a gritar: «¡que se besen!, ¡que se besen!» al entender que el resultado estaba amañado. En los últimos treinta minutos llegó la reacción local y el hundimiento de los valencianistas. Cinco goles del Espanyol le dieron la vuelta al marcador y los cánticos surgidos de la grada cambiaron: «¡a segunda!, ¡a segunda!».

El Valencia no bajó a Segunda al final de la campaña aunque faltó poco, pero entre la parroquia de Mestalla quedó prendida la afrenta. Pocos meses después, en octubre del 83, dentro del siguiente ejercicio, el Espanyol, a un punto del descenso, visitaba a un Valencia que estaba a un punto del liderato y que iba como un tiro. Las cosas habían cambiado. Los locales vencieron por 4-0 con goles de Saura, César Ferrando y dos de Robert Fernández. Aquella exhibición fue seguida de la revancha esperada. Los aficionados que llenaban el graderío devolvieron el cántico al conjunto periquito y se despacharon a gusto.

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Cuando el 6 de enero de 1985, con un frío polar, el once valencianista compareció sobre el césped de Sarrià, fue recibido entre grandes abucheos, gritos de: «¡esquiroles!, ¡esquiroles!», y un masivo lanzamiento de bolas de nieve. El espectáculo estaba servido aunque la adversa climatología redujo la afluencia de espectadores. La rivalidad entre ambos conjuntos deparó un choque intenso, arbitrado por Pes Pérez, al que José María García bautizó «el del trote cochinero». Hubo dos penaltis, uno para cada equipo y pudo haber alguno más que no señaló, pero cayó en la ley de la compensación y expulsó a Robert. El duelo se lo llevó el Espanyol (3-2). Los goles del Valencia fueron obra de Wilmar Cabrera y de Ribes al transformar el máximo castigo. La polémica siguió en el post-partido. El entrenador de los valencianistas era Roberto Gil, que expresó su disconformidad con la labor arbitral y se quejó del ambiente hostil del campo. Al mismo tiempo, defendió la honorabilidad del club por su actuación en el partido de la huelga.

Casi 20 años después, el Valencia revivió la situación. Un viaje accidentado por la autopista bajo una fuerte nevada. Ya había desaparecido Sarrià y el escenario era Montjuic, donde el Valencia obtuvo un triunfo fundamental para proclamarse campeón gracias a su inolvidable 2-3, el mismo marcador del 85, pero a la inversa. En 2004 se repitió la nevada, el Valencia cayó derrotado pero volvió a ser campeón. Aquella derrota significó un punto de inflexión.

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