La verdad del Valencia

Algo ha debido pasar que se nos escapa. Quizá sea la presión interna porque la situación en Liga no se endereza. Estar todo el año en descenso en un club como este debe desgastar hasta el infinito. Quizá ya no aguanta a los verdugos de traje y corbata con los que despacha cada día. Los mismos que luego van a Singapur a hacerle la pelota al jefe de la banda. Motivos tiene el Pipo para estar hasta las... orejas de todos los que le rodean. O, quizá, empieza a ver esas orejas al lobo de lo que le puede pasar en menos de lo que imaginamos. Pero, más allá del 'por qué' hay que analizar el 'qué'. Rubén Baraja decidió el martes defender su figura, ponderar sus éxitos en las dos temporadas anteriores y criticar a los que le ponen en duda esta campaña. A las dos primeras cosas solo podemos aplaudir.

No sé si él lo siente así, pero el agradecimiento de todo el mundo al primer año y medio no lo discute nadie. Salvó al equipo a la heroica y la pasada temporada casi lo mete en Europa. Solo se le puede felicitar. No hace falta que él nos lo recuerde. Salvo que sea para que seamos comprensivos en este horrendo inicio de curso. Y quizá tenga razón. No lo niego. Pero el problema es que estamos en diciembre y son ya cuatro meses sin soluciones ni resultados. Esa paciencia que pide se la está dando Mestalla, se la está dando el entorno y, por supuesto, se la está dando el club. Por convicción o por su finiquito. Da igual. Se la está dando. Pero, lo que no puede pretender Baraja es que, bajo ese paraguas de agradecimiento a todo lo que ha hecho desde que llegó, miremos para otro lado hoy. Ese no es el trabajo de los periodistas, querido Pipo. Los periodistas, con mayor o menor fortuna, vivimos de contar la verdad. No la que nos gustaría contar. Y la verdad es que el Valencia está en descenso todo el año, no le gana a casi nadie, tiene un dueño que pasa de su club y que amenaza con volver a abandonarlo a su suerte en el próximo mercado invernal. Esa es la verdad. No la tuya actual.

Igual de verdad que es impresentable que un jugador del Valencia esté descojonándose a ojos de todos un minuto después de perder otro partido más fuera de casa. Impresentable e inaceptable. Que le pregunte el Pipo a cualquier valencianista que vio a Germán Valera de risas mientras ellos se iban a dormir sin cenar o directamente no durmieron. A ver si les pareció gracioso lo del chavalín. Lo siento pero esa es la realidad. Una falta de respeto, sensibilidad y que, por su puesto, indica poco compromiso por mucho que el entrenador lo niegue. ¿Qué no le toquen a sus jugadores? Que sus jugadores no toquen el corazón de la gente. Eso debería exigir. Y no pedirnos a nosotros tener quietas las teclas, plumas y micros. La vieja escuela de matar al mensajero esta vez no va a colar.