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PACO LLORET
Valencia
Sábado, 18 de agosto 2018, 12:35
Considerado como un título de enorme prestigio, el trofeo Ramón de Carranza fue a parar a las vitrinas valencianistas en el verano de 1967. Aquel logro alcanzó una enorme repercusión, sobre todo gracias a la transmisión de la final por la única televisión existente en España. Aquel choque reunió a los equipos que habían conquistado los títulos oficiales del ejercicio 66-67. El Real Madrid se había llevado el de Liga y el Valencia se adjudicó el de Copa. Por tanto, el torneo gaditano adquirió el valor de una Supercopa en tiempos actuales. Para los de Mestalla supuso la guinda a un año repleto de grandes alegrías: el pichichi de Waldo con 24 goles en 30 jornadas fue otro de los grandes acontecimientos que llenó de orgullo al valencianismo.
Bajo la batuta de Mundo en el banquillo, el Valencia ofreció una imagen seria y competitiva que le llevó a deshacerse en las semifinales de un rival de la talla del Peñarol de Montevideo. Los uruguayos se habían llevado en 1966 la Copa Libertadores y la Intercontinental tras derrotar al Real Madrid a doble encuentro, hubo triunfo aurinegro en ambos campos. Los equipos sudamericanos consideraban el Carranza como un torneo internacional de máximo nivel que engrandecía su palmarés y les proporcionaba enorme prestigio. Había, por añadidura, otros alicientes: muchos de sus jugadores exhibían sus mejores virtudes para buscar un traspaso a un club europeo que les mejorara sus contratos. Jugadores como Luis Pereira y Leivinha del Palmeiras o Donato del Vasco de Gama, se labraron un futuro gracias a espléndidas actuaciones en el Carranza.
Lo cierto es que el Valencia había hubo de batirse con Peñarol en la primera semifinal disputada en la tarde del sábado. Como se presumía fue un encuentro competido resuelto con un 2-0 gracias a los tantos de Paquito en la primera mitad y de Waldo en la reanudación. La presencia de Ansola en el segundo tiempo mejoró las prestaciones ofensivas de los de Mestalla. El papel de Abelardo en la portería fue también otra de las notas destacadas de un encuentro que abría la XXII edición del torneo y en el que los valencianistas no partían, precisamente, como favoritos. Los pronósticos apuntaban a una revancha de la Intercontinental, pero el Valencia estropeó los cálculos de la cátedra. A renglón seguido, en el duelo nocturno, el Real Madrid humilló por 6-1 a los brasileños del Vasco de Gama con una inspirada actuación. Este resultado volvió a inclinar la balanza a favor de los del Bernabéu de cara a una final que desbordó la expectación. Salvo la final de consolación, el resto de encuentros llenó a rebosar las gradas del antiguo Ramón de Carranza y la organización se frotaba las manos por la recaudación obtenida: un total de 13 millones de pesetas de la época. A diferencia de otros trofeos de verano, caso del Teresa Herrera, que vetaba las transmisiones por televisión, el torneo gaditano apostó siempre en sus años de esplendor por ofrecer la final, e incluso alguna semifinal, en directo para aumentar su notable popularidad. Había una curiosidad elevada a la condición de costumbre que se repetía cada verano. Detrás de la grada de preferencia, enfrente de la tribuna principal, la que se veía desde la realización televisiva, pasaban las vías del ferrocarril y los maquinistas solían apretar el pito de la locomotora de forma insistente para reclamar la atención de los presentes en el campo y de los televidentes, advertidos por el narrador en sus comentarios.
El Valencia protagonizó un duelo vibrante ante el Real Madrid en un encuentro áspero y con árbitro francés. Fue una dura batalla con los conjuntos al máximo de sus revoluciones. Aún estaba fresco el recuerdo del duelo copero protagonizado en los cuartos de final de la Copa cuando en Mestalla los locales remontaron el gol inicial del equipo adiestrado por Miguel Muñoz. Waldo erró un penalti, aunque en la vuelta fue el autor del gol del triunfo y de la clasificación para semifinales. En ese choque celebrado en el Bernabéu fue Paco Gento quién erró un máximo castigo detenido por Abelardo en una prodigiosa intervención.
El Valencia se adelantó en la final con un gol de Jara, el mismo que había inaugurado también el marcador ante el Athletic de Bilbao en el duelo por el título copero. Antes del descanso Zoco estableció la igualada y, en la segunda mitad, Waldo desequilibró el resultado con el gol del triunfo. La monumental copa fue recogida por el capitán Roberto, ayudado por todos sus compañeros por el peso considerable y grandes dimensiones del trofeo, que entregó Juan Antonio Samaranch, por entonces delegado nacional de deportes. Pocos días después, en el campo de Mestalla, en los prolegómenos del debut liguero, el Valencia ofreció a su parroquia el trofeo, recibido con una cerrada ovación. A renglón seguido los valencianistas batieron al Betis por 2-1.
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Julio Arrieta, Gonzalo de las Heras (gráficos) e Isabel Toledo (gráficos)
Jon Garay e Isabel Toledo
Daniel de Lucas y Josemi Benítez (Gráficos)
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