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Daniel Wass e Ilaix Moriba van a cruzar sus caminos. El primero ya es prácticamente historia en el Valencia y el segundo (19 años y guineano de origen pero con nacionalidad española) está a punto de ponerse la camiseta blanquinegra. A la espera el danés de que pase la revisión médica y de que los dos clubes se pongan de acuerdo para el momento exacto de anunciar el traspaso, el centrocampista se convertirá en nuevo jugador del Atlético de Madrid para lo que queda de temporada y una más, si bien tiene la opción de continuar hasta 2024. A sus 32 años y a cinco meses de que quedara libre después de que rechazara la propuesta de renovación que meses atrás le planteó el Valencia (ya se quiso ir en verano al Marsella trayendo una oferta de 700.000 euros), para el club de Mestalla la jugada, dentro del perjuicio que siempre supone perder una pieza básica y polivalente para Bordalás, le ha salido más o menos redonda. Al final ha conseguido exprimir desde el punto de vista económico al Atlético, en una negociación que se ha alargado varias semanas, con varios ultimátums rojiblancos, y que se traslada desde el punto de vista blanquinegro como un éxito total. Serán 2,7 millones los que va a tener que pagar la entidad madrileña, algo impensable hace apenas un mes cuando la primera propuesta que hicieron fue cuatro veces menor.
Para que el impacto de su marcha no desestabilice la plantilla blanquinegra, anoche el Valencia trataba de acelerar la negociación con el Leipzig alemán para hacerse con la cesión del joven Ilaix Moriba, un futbolista que este verano pasado dejó el filial del FC Barcelona para probar suerte en el conjunto germano y que apenas ha disputado seis encuentros esta temporada, ninguno de ellos completo.
Pensar que Ilaix Moriba viene para sustituir a Wass es un tanto arriesgado porque el contraste entre ambos es más que evidente. Si acaso, Moriba representa ese segundo centrocampista de un perfil inferior que tenía propuesto contratar el Valencia, con la necesidad todavía de incorporar alguien con experiencia y calidad contrastada. Tiene para ello un pellizco importante que obtiene en la operación de Wass, por quien desembolsó en 2018 seis millones. Además, tampoco hay que perder de vista el impacto que en el fair play va a tener la marcha del internacional danés. Entre sueldo y amortización (1,5 millones por año), la cantidad asciende a 4 millones de euros. Eso, unido al rendimiento discreto que venía ofreciendo en el presente campeonato –a pesar de ser imprescindible para Bordalás, al tanto en todo momento de las negociaciones– y sobre todo por lo que sucedió el fin de semana pasado, es por lo que la operación todavía adquiere más valor desde el punto de vista blanquinegro.
Wass, recuperado del Covid y con dos sesiones de entrenamiento con el grupo, habló con Bordalás y se descabalgó personalmente de la convocatoria para jugar en el Wanda. La actitud sentó como un tiro en el club, más aún viendo lo que por la noche pasó sobre el césped, con un Valencia que después de ir ganando se desfinfló hasta acabar sin ningún punto por culpa de la inexperiencia de los jugadores que entraron. La decisión hirió todavía más.
Estaba pues cantado que el danés estaba tensionando al máximo y acabaría saliéndose con la suya, pese a la negativa que el Valencia le dio de dejarle marchar a las primeras de cambio. Ya advirtió Bordalás que quería asegurarse primero que el club le buscara un recambio de garantías. Si ya era difícil encontrar uno, ahora había que buscar dos, ese segundo de un perfil menor, que puede ser el del ex del Barça.
Se habló en su día de Wakaso, y después de otros intentos, los que se seguían pensando ayer su futuro eran gente como Diawara (Roma) y como Tanguy Ndombelé (Tottenham), que parecían decantarse por otros destinos. El Valencia también había barajado otras opciones como el cadista Jens Jonsson y el levantinista Malsa. En estos dos últimos casos, con la negativa de Manu Vallejo de ser incluido en la operación.
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