Rubén Baraja se ha convertido en el entrenador de Schrödinger. Como el famoso gato, vive en una caja sellada — en este caso, dentro de la Ciudad Deportiva de Paterna—, rodeado de una sustancia radioactiva, que en el momento que alguien —Peter Lim— descuelgue el teléfono ... y dé la orden, acabará con la etapa del vallisoletano en el banquillo del Valencia. Pero hasta que eso suceda, se mantiene en una paradoja de la mecánica cuántica, en una superposición de estar vivo y muerto a la vez hasta que alguien abra la caja y observe su interior.
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Desde el club, tal y como pudo saber este periódico, se desliza que de momento el Pipo sigue en el cargo y no hay novedades. De hecho, ha sido ratificado y se le ha mantenido la confianza. Así lo confirma también el entorno del entrenador a las preguntas de este periódico. Y eso pese a que en los últimos días parecía que la paciencia con el preparador vallisoletano se había agotado tras la enésima derrota cosechada en Valladolid. Baraja no pudo salvar el 'match-ball' de Pucela y lo que en cualquier otro club normal hubiese supuesto ya un despido fulminante por sus paupérrimos números, en este Valencia de Meriton, sigue siendo un episodio surrealista en el que un técnico completamente superado por la situación sigue preparando el próximo partido, mientras se ha intentado convencer a un posible sustituto. Y todo con una indemnización por despido cercana a los seis millones de euros sobrevolando Mestalla. Porque si no fuera por esa cláusula que Baraja consiguió introducir en su última renovación de contrato, estaría ya en la calle. Al final, en este Valencia, lo que manda, es el dinero. Y no hay ni para pagar el finiquito.
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La preferencia del local management era Quique Sánchez Flores. Ha habido contactos con el que fuera jugador y entrenador del Valencia, que se encuentra libre tras su paso por el banquillo del Sevilla la pasada temporada. No obstante, el preparador no ha dado una respuesta afirmativa todavía, ya que el ofrecimiento del club no cumplía con el caché económico que reclama ni se acerca a las exigencias de fichajes que exigía para tomar mano al proyecto a la deriva. A Quique, en el fondo, le llama la idea de coger y salvar al Valencia, su Valencia. Pero no quiere hacer nada, por respeto, hasta que la salida de Baraja esté cristalizada. Y la sensación, ahora mismo, es que en el Valencia se va a esperar un poco más. Quedan dos partidos hasta el parón navideño. Este miércoles ante el Espanyol y este domingo ante el Alavés, en Mestalla. Dos encuentros inminentes que no permiten que si hay un cambio de entrenador, se termine de asentar su nueva idea. Por tanto, Baraja tiene, como mínimo, la oportunidad de redimirse ante el conjunto perico, en uno de los partidos aplazados por la DANA que se tienen que recuperar. Rival directo por la permanencia, una nueva derrota le dejaría todavía más sentenciado, pero, ¿y si gana? ¿Recupera el crédito?
El Pipo ha mantenido en sus discursos que no se va a rendir, que va a seguir intentándolo y que cree que tiene solución. Los jugadores le apoyan y se disculpan. «Tengo que dar la cara, asumir la responsabilidad y pedir disculpas al equipo y a la afición por el error que cometí», publicó ayer Cristhian Mosquera en sus redes sociales. En la recámara, se mantienen Pacheta, Francisco o Sergio. Pero parece que en el Valencia, si no consiguen a Quique, prefieren quedarse con Baraja antes que apostar por uno de esos tres.
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