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José Mangriñán y Mañó, entre otros, en un coche de alquiler en Caracas. ARCHIVO FAMILIAR MANGRIÑÁN
Un marcaje a Di Stéfano con destino a Venezuela

Un marcaje a Di Stéfano con destino a Venezuela

La férrea defensa del futbolista del Valencia al astro madridista en septiembre de 1954, clave para la invitación para jugar la Pequeña Copa del Mundo

Lourdes Martí

Valencia

Lunes, 21 de diciembre 2020, 01:03

Un cuaderno del tamaño de apenas media cuartilla es el responsable de un viaje en el tiempo, y en el espacio, hasta julio de 1955. El Valencia jugaba en Venezuela la Pequeña Copa del Mundo. Al conocer que José Mangriñán (1929-2006) iba a poner rumbo a aquel país bañado en el mar Caribe, vecinos de La Vall d'Uixó se acercaron a él para pedirle algún que otro recado: saludos para emigrados de la localidad castellonense o encargos de monedas, unos compromisos ineludibles del defensa del club de Mestalla que no debía olvidar. Precavido, anotó cada uno de los encargos en una pequeña libreta de tapas negras.

Cuentan que, fruto del aburrimiento, el hombre cuyo marcaje a Di Stéfano le había cambiado la vida, aprovechó las páginas blancas de aquel cuaderno cuadriculado para rememorar aquel periplo hacia Caracas que él inició la madrugada de un 4 de julio a las 6:30 horas al poner rumbo desde su localidad hacia Valencia. Así lo registró Mangriñán en la primera página, ahora amarillenta, del diario.

La mayoría de días, la concentración se limitaba a entrenarse, pasear «y a dormir». Muchas de las jornadas, las registraba Mangriñán con apenas unas líneas que se resumían en un: «Hoy, como todos los días estamos aburridos». Algún evento culinario rompía la monotonía. «Por la mañana, corte de pelo y afeitar, por la tarde hemos estado invitados en casa de unos chicos valencianos que han hecho una paella muy buena», grabó en tinta azul el exfutbolista que da nombre al estadio de la localidad que le vio nacer y a un trofeo de balompié infantil que se disputa en el mismo campo de fútbol.

Mangriñanear, un 'verbo' perdido

El 28, recibió otra de esas nuevas que le alegró la jornada: «Hoy ha sido un día muy feliz, pues cuando salía a comprar ha llegado la carta de mi novia». Mangriñán tenía previsto casarse con Rosarito el 12 de julio de aquel 1955. El defensa pidió al Valencia que le liberase del viaje a aquella competición pero el club no le dejó. El motivo es que Mangriñán debía estar en ese torneo en el que apenas contó con minuto. ¿Por qué era tan necesaria su presencia en Venezuela? Su hijo Alfonso vaticina la respuesta y ésta está relacionada, efectivamente con aquel marcaje a Di Stéfano en septiembre de 1954. No fue el único partido en el que el castellonense secó madridista, pero sí el que puso en los focos del planeta fútbol al Valencia: «En primer lugar, ellos no cumplían ninguno de los teóricos criterios para disputar aquella competición, ¿Como mucho que fuese campeón de Copa en el 53-54? Mi padre era una persona muy humilde y nunca lo dijo más allá de los círculos. Aunque bien es cierto que en Venezuela, uno de los generales, mandaban los militares, le dijo que se quedase allí y que fichase por La Salle. Pero él claro está, dijo que no».

La familia también conserva alguna de las invitaciones de aquella boda pospuesta en la que Rosarito, a mano, tachó el mes de julio y lo rectificó por agosto.

Entre los documentos que Mangriñán guardó, carnets de los equipos donde jugó, los contratos de los clubes y las ampliaciones de éstos, también se encuentran las cartas que le enviaban. Entre ellas, una firmada por Vicente Peris en la que le recordaba el plan de viaje que le había preparado el club que tuvo que posponer por aquella competición. «Si el Valencia no organizaba los viajes de novios a los futbolistas, ¿por qué en este caso sí?», se pregunta uno de los seis hijos que tuvo el exfutbolista. En aquel torneo cuadrangular en el que participaron también el Benfica, Sao Pablo y La Salle, los de Mestalla fueron subcampeones.

Le llamaban 'motoret', dice Alfonso por su «incansable fondo físico» que no llegaba para todo. Tomaba el autobús desde la Vall hasta Mestalla, la parada en la que se bajaba estaba en las Torres de Serrano y un día, cuando casi estaba en el lugar donde se habían citado para un desplazamiento, vio cómo el vehículo oficial del club partía. Corrió pero no lo alcanzó: «Se subió al autobús de línea que estaba lleno, y suplicó que lo dejasen, al menos, sentarse en el asiento del auxiliar de conductor que había. Él sabía que la expedición iba a parar en una estación de servicio para comer y allí mandó parar el autobús que por cierto pagó. Al bajar, los jugadores ya salían de comer y bromeaban acerca de si los había alcanzado corriendo».

En multitud de ocasiones se achaca a las diferentes directivas que ha tenido el club de Mestalla en su centenaria historia de la poca memoria de ésta. De no haber sido así, quizás todavía se utilizaría el término 'mangriñanear'. Un vocablo que surgió fruto del incesante acoso del futbolista castellonense al astro del Real Madrid y que se utilizaba en diferentes contextos.

La repercusión de aquel marcaje fue tal que incluso provocó que un socio del Real Madrid se diese de baja del club merengue, según recuerda orgulloso, y refrenda con documentos el hijo de Mangriñán: «Di Stéfano, fruto de la impotencia por el trabajo de mi padre, le pisó estando en el suelo. En la grada, un aficionado recriminó la acción y todos los que estaban alrededor de él le criticaron. Esta actitud llegó a la directiva y ésta le llamó. La Junta Disciplinaria le dijo que no le podía reprochar nada a un futbolista del calibre del argentino y el aficionado respondió que un club señor como era el Madrid no podía permitir esa reacción de ninguno de sus jugadores. El club se mantuvo firme y él, que era socio desde hacía décadas, se dio de baja». No todos los futbolistas pueden presumir, entre otras muchas cosas, de haber sido el encargado de reducir, aunque sea en uno, el numeroso número de abonados del Real Madrid. En la inolvidable marcha del centenario, Alfonso acudió con una figura de cartón de su padre. No pasaba desapercibido entre la multitud de aficionados que disfrutó de uno de los actos más emotivos del año que culminó con la consecución de la Copa del Rey en Sevilla.

Futbolista de día y 'crítico' de cine en sus ratos libres

Mangriñán inició su afición a escribir el año de su cesión al Deportivo de la Coruña. En tierras gallegas apenas contaba con amistades y el tiempo muerto lo pasaba en el cine. Tras ver las películas, después hacía una pequeña reseña sobre ellas. Si le habían gustado, si por el contrario no las recomendaba, etc.

Estos registros le servirían para su regreso a su Vall d'Uixó natal. Allí, volvería a abrir aquel diario, por si la memoria le jugaba una mala pasada, y escogería las mejores películas para ver con Rosario Frías, su novia por aquella temporada 53-54. En verano de 1955, y después de posponer un mes el enlace, el futbolista contraería matrimonio con su novia de toda la vida. El viaje de luna de miel fue a Palma de Mallorca. Fruto de aquel matrimonio nacieron seis hijos, y dos de ellos fueron una pareja de mellizos entre los que se encuentra Alfonso, quien reivindica la figura y el amor por los colores del Valencia de su padre.

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