El 'Hincha Sam' posa en la actualidad junto algunas instantáneas que guarda con cariño. F. Z.

Hincha Sam, medio siglo de la máxima explosión de sentimiento

La Liga del 71 huele a pólvora, como la de las tracas del 'Hincha Sam' en el inicio de los partidos

Lourdes Martí

Valencia

Sábado, 13 de febrero 2021

Francisco Zamorano pasó de ser un aficionado anónimo del Valencia al conocido 'Hincha Sam' casi por casualidad. Como ocurren las mejores cosas. Fue un par de semanas después de que este seguidor nacido en Godella (aunque ha vivido toda su vida en Burjassot) y el resto de aficionados enloqueciesen con el gol más celebrado de la historia blanquinegra.

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El Valencia acariciaba el título de Liga de la temporada 1970-1971. En las tertulias del momento, el gol de Forment ante el Celta en el minuto 92 de partido todavía resonaban. Ese tanto acabó siendo decisivo para que el Valencia se proclamase campeón semanas después en el campo de Sarrià. Impulsado por esa ilusión desbordante de saberse casi campeón, Francisco Zamorano, un joven que empezó ir al fútbol con su padre, hizo lo propio con sus hijos. Para el último partido antes del desembarco en Sarriá, aprovechando que se dedicaba a pintar abanicos, decidió ilustrar una sábana blanca con un mensaje de apoyo.

«Tenía el pase en la cuarta fila detrás de la portería donde habitualmente calentaba el Valencia, así que pensé en bajar y hacerme una foto con los jugadores, la bandera y mis hijos». Vaya sorpresa se llevó cuando vio que los de Di Stéfano se dirigieron al extremo opuesto del estadio. Pero él no estaba dispuesto a cesar su cometido. «Cogí la bandera y me crucé todo el campo, me puse entre ellos, el público empezó a celebrar mi presencia, me aplaudía, a otros no les hacía tanta gracia», recuerda. Su hijo mayor Paco tenía unos 9 años y el segundo, José, 6.

Abelardo, Valdez, el 'Hincha Sam', Kempes, Barrachina y el también desaparecido Juan Cruz Sol. F. Z.

Una semana más tarde, con la misma bandera como único equipaje se marchó a Sarriá. Allá donde el Valencia logró su cuarta Liga. 24 años después, un Domingo de Pascua, 18 de abril de 1971, el club de Mestalla se proclamaba campeón. «A raíz de ahí me entró una fiebre, un entusiasmo, todavía más, valencianista. Y tenía ganas de hacer muchas cosas», rememora casi con la misma ilusión de hace 50 años.

«Cada domingo salía sobre el césped de Mestalla, tiraba una traca y enviaba mensajes a través de mis banderas. Decían que si estaba pagado por el club, ¡Pero qué va!», insiste. Junto a él sus dos orgullosos hijos. Ese intenso contacto con la plantilla fue creciendo: «Antes era todo muy diferente, éramos una familia».

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«Claramunt es el padrino de mi hija Celia, dijo que él era el que debía serlo porque era valenciano», afirma el seguidor

«Le di un detalle a Di Stéfano y me dijo que la única persona que le había hecho llorar de emoción fui yo», recuerda

Tan cercanos se sentían que Francisco, por cierto el apodo le viene de 'Samorano' pronunciado en valenciano y de ahí, 'Sam', que cuando su esposa se quedó embarazada no tuvo ninguna duda de a quién pedir que fuese su padrino: «Fui al parador de El Saler y pedí que fuese algún futbolista. Todos quisieron, pero Claramunt dijo que él era el más indicado porque además era valenciano». Y nació Celia. Y el de Puçol cumplió su palabra. Pero la pequeña era un poquito de todos. Ese mismo año, por cierto nació Reyes, hija de Claramunt. «Manteníamos una relación muy bonita. Aprovechando que llevé a la niña para que la conociesen todos, pinté en un abanico una fotografía de Di Stéfano y por detrás, l' Albufera. Además le regalé una caja que cuando se abría sonaba el himno del Valencia».

Sol sostiene a la pequeña Celia bajo la mirada de Claramunt y la madre de la criatura. F. Z.

Nunca olvidará Sam la reacción del siempre correcto desaparecido entrenador del Valencia: «Los ojos se le llenaron de lágrimas y me dijo: 'la única persona que me ha hecho llorar de emoción aquí fuiste vos'». Zamorano mira con nostalgia una época en la que todo se vivía «diferente».

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Ahora sufre desde la distancia, en casa, «como todos»a su Valencia. «Hay veces que te enfadas tanto que dices' ya no voy a verlo más' pero a los dos o tres días estás deseando que vuelva a jugar. Es un sentimiento inexplicable que nada tiene que ver con máximos accionistas. Es algo demasiado grande como para poder expresarlo con palabras». Los fotógrafos más conocidos de la época le regalaban sus retratos y fue protagonista de muchos reportajes en publicaciones de la época. No pasaba desapercibido. Su sentimiento está en buenas manos sus hijos, sobre todo Paco, presume de padre. Y de sentimiento sobre todo «en los malos momentos».

El desaparecido Vaello, con parte de su museo personal. IRENE MARSILLA

Seguidores como Vaello o Iranzo, parte de la historia valencianista

En el asiento 164 de la fila 15 de Tribuna Central de Mestalla presencia cada partido en el coliseo Vicente Navarro. El Valencia, con motivo de su centenario, puso una estatua del aficionado invidente que perdió la vista pero no el sentimiento. Con este precioso gesto, el club quiso conmemorar a todos los aficionados que ya no están pero que forman parte, inevitablemente, de la historia del Valencia.Vicente representa a todos. Como a Pepe Vaello. Falleció en diciembre de 2017 y en el primer aniversario de su desaparición, el palco de Mestalla se abrió para la presentación de un libro en su memoria. Conocido era el altar que tenía el aficionado en su tienda en la calle Pelayo. Vaello fue amigo, hermano y confidente de los jugadores. «Para muchos fue más que un presidente», reconocía por aquel entonces Fernando Giner. Precisamente gracias al seguidores, que falleció a los 92 años, existe la Asociación de Futbolistas que el exfutbolista de Alboraia preside. El 14 de noviembre de 2016, el Valencia perdía a otro de esos seguidores que se dejaban todo por el club de sus vidas. Jorge Iranzo era un trotamundos. Según confesó a la revista oficial de la entidad, por aquel entonces, de los últimos 250 partidos disputados en Mestalla, sólo se perdió uno, por enfermedad. Pero si por algo era conocido era por los kilómetros que hizo para acompañar al equipo. Con su inconfundible Citröen blanco, tomaba carretera para llevar un pedacito del coliseo blanquinegro a cualquier rincón donde hubiese partido.También impulsó los clásicos calendarios del 'triplete' de inicio de temporada. Los repartía de forma altruista por los alrededores del estadio. Estaban marcados todos los partidos que podría jugar el Valencia esa temporada, desde el primer partido de Copa hasta una hipotética final de la Champions. Le dio tiempo a Iranzo a vivir dos de ellas, una en Paris y otra en Milan. Por cierto, esta semana la Asociación deFutbolistas, que siguió la tradición de los calendarios, los repartirá. En 2016, recibió por parte de la entonces presidenta del Valencia, Layhoon Chan, la insignia de oro y brillantes por su fidelidad al club. Con el balón parado durante el confinamiento, la alegría, como no, vino por parte de una aficionada. El valencianismo al fin conoció a Mari Tere, 'Noelia' , la chica de la Liga 71 convertida en un icono. También inolvidables, los gemelos de Rafelbunyol, que siempre llevaban capazos de naranjas a los nuevos jugadores.

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