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PACO LLORET
Sábado, 9 de diciembre 2017, 00:34
La prensa valenciana lo había anunciado a bombo y platillo durante toda la semana. Mestalla iba a ser el escenario del gol 2.000 del Valencia en la Liga. La noticia tuvo el suficiente impacto como para generar un gran estado de expectación. Por si faltaba algo, Lanas Aragón, los principales almacenes comerciales de la ciudad a finales de los años sesenta, decidió sumarse a la efeméride con una campaña promocional: el jugador que lo lograra se llevaría un regalo en forma de traje y de otros complementos. Así que la tarde del domingo 7 de diciembre de 1969, los espectadores acudieron al partido contra el Pontevedra con la seguridad de asistir a la victoria de su equipo y, al mismo tiempo, de ser testigos de un gol histórico.
El conjunto granate era el colista de la categoría, estaba hundido en la clasificación y se hallaba prácticamente desahuciado pese a que el campeonato aún transitaba por la primera vuelta. En definitiva, olía a cadáver. En aquella temporada 69-70 se produjo un hecho sin precedentes: por primera vez en la Liga tres equipos gallegos militaron en la máxima categoría. Además del Pontevedra, que había vivido su etapa dorada en la década de los sesenta, estaba el Deportivo de La Coruña, que llegó a protagonizar cuatro descensos y otros tantos ascensos consecutivos, y el Celta de Vigo que reaparecía en la élite tras permanecer doce campañas seguidas en segunda. El trío galaico dejó, de alguna o de otra manera, huella en Mestalla a lo largo de aquel ejercicio.
Solo Andalucía igualaba la cifra de representantes en una categoría en la que tan solo militaban dieciséis equipos. El primero de los tres equipos de Galicia que compareció en Mestalla fue el Celta. Los vigueses le sacaron los colores al Valencia que había empezado la temporada de forma desastrosa con tres derrotas seguidas. Sin embargo, antes de medirse en casa con los de Balaídos, había obtenido un triunfo en el Insular de Las Palmas por 0-2 que había calmado al entorno. El Valencia no pudo derrotar al club céltico y la impaciencia se apoderó del ambiente con una airada protesta en forma de pañuelos al palco. Empate a cero y destitución del entrenador. Joseíto abandonó el banquillo y fue relevado por Enrique Buqué al que posteriormente acompañaría Salvador Artigas como director deportivo. Ambos lograron enderezar el rumbo de la nave y clasificaron a los valencianistas para Europa además de alcanzar la final de Copa.
Volvamos al duelo con el Pontevedra que aquella temporada jugó por última vez en primera división. Desde el inicio del encuentro no había otro interés que no fuera saber cuándo y cómo llegaría el ansiado gol 2000 valencianista en la Liga y quién sería su autor. Una semana antes pudo haberse logrado en Riazor donde los de Mestalla perdieron por 2-1. El tanto visitante fue obra de Ansola, uno de los principales candidatos a ser el autor del tanto histórico. Los minutos se sucedían y nadie marcaba. Así se llegó al descanso, sin goles en el marcador y decepción en el ambiente. Los aficionados empezaron a mosquearse en la reanudación y obligaron a que desde el banquillo se moviera ficha. Aquella era la primera campaña en la que se podían realizar dos sustituciones. Por petición unánime del respetable entró Vicent Guillot en lugar de Jorge Cayuela para animar un ataque romo hasta entonces. La entrada del jugador de Aldaia resultó providencial. Las prestaciones del Valencia mejoraron y, por si faltaba algo, Cobo, el portero visitante, se golpeó en un poste y hubo de ser reemplazado por Celdrán.
Cinco minutos después de esta incidencia Mestalla cantó gol, por fin el deseado gol 2000, celebrado de forma especial y que desatascó un encuentro que se presumía más plácido. Poli fue su autor en la portería del Gol Gran tras una jugada confusa en la que colaboró, de forma involuntaria, Antonio, centrocampista rival. Después vino la sentencia y el gol 2001 con la firma de Ansola. El Valencia se impuso por 2-0 y encaró con optimismo el final de la primera vuelta. En la recta final de la segunda llegó un tropiezo que pudo costar muy caro: la ausencia de las competiciones europeas. Si el Celta había empatado y el Pontevedra había perdido, el Deportivo, uno de los colistas, iba a obtener un inesperado triunfo por 0-1 en Mestalla a falta de cuatro jornadas para la conclusión del torneo en una tarde de domingo de Pascua con floja entrada y ambiente relajado en la grada. El desastre se pudo paliar gracias a los tres triunfos seguidos que vinieron a continuación, empezando por el logrado en Pasarón, el feudo del Pontevedra. Al final el Valencia pudo entrar en la Copa de Ferias.
Pero el atracón de empanada gallega tenía una ración de regalo que a punto estuvo de provocar un serio disgusto. En la Copa, después de eliminar a Osasuna con autoridad, el Valencia se emparejó con el Racing de Ferrol, equipo de segunda división, que dio la sorpresa al empatar a uno en Mestalla. En el encuentro de vuelta los valencianistas sufrieron lo indecible para obtener la clasificación y vencieron 2-3. Por entonces, Poli ya había estrenado su traje.
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