R. D.
VALENCIA.
Lunes, 13 de mayo 2019, 00:37
Lo que pasó ayer en Mestalla es para hacérselo mirar. En el partido más comprometido, junto con el del Arsenal del otro día, la supuesta grada de animación, porque en definitiva con esa intención se parió la idea, tuvo más de grada que de animación. Y Mestalla, el resto de la afición que son amplia mayoría, demostró cierto hartazgo con esta incómoda situación que entre unos y otros se ha creado. Ayer, la Curva Nord demostró no tener las ideas muy claras. Después de una arenga propia de tres minutos, ya con el partido empezado, se produjeron situaciones de todo tipo durante el encuentro. Desde el silencio más absoluto hasta arrancadas de aliento, pasando por los silbidos del resto del público cuando se escucharon cánticos reivindicativos de la Curva o cuando los futbolistas decidieron ofrecer el triunfo y la despedida empezando por dicho sector. Fue en ese momento cuando más palpable se hizo la protesta de los aficionados por este detalle por parte de los profesionales, lo que demuestra que el club y su presidente a la cabeza, Anil Murthy, tienen que encontrar una solución definitiva para de una vez por todas acabar con la polémica dentro de un colectivo que se hace necesario.
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Al término del partido y en las inmediaciones de Mestalla, una quincena de miembros de la Curva Nord esperaron a Dani Parejo para charlar con él. El capitán, que estaba acompañado por su familia, mantuvo una conversación de varios minutos con ellos e intentó apaciguar los ánimos de cara a la final de la Copa del Rey de Sevilla.
Después de lo que ocurrió el día del Arsenal con las amenazas que diversos aficionados hicieron hacia aquellos que pretendían animar, la presencia de la seguridad que impuso el club fue más que patente. Más de una veintena de efectivos de la empresa de vigilantes se apostaron tanto en la zona del césped como en los vomitorios. Que se tenga que recurrir a esta medida para acabar con las presiones de unos y hacia otros es lo verdaderamente sangrante.
Por eso seguramente el público cayó en la cuenta que desde la Curva no se iba a animar el cotarro. Después de sus primeros cánticos reivindicativos, desde esta grada se escucharon en diversos momentos algunas muestras de apoyo hacia el equipo, pero predominó mucho más el silencio que otra cosa. Por mucha intención que en algunos momentos pusieron el resto de espectadores, fue curioso la calma en el ambiente que se percibió pese a los intentos de Marcelino, por un lado de acallar las críticas hacia los fallos de los jugadores y, por otro, de incentivar a la tribuna sobre todo para que dieran algo de color al asunto.
La Curva Nord hace ruido siempre. Hasta cuando reclama, como hizo al final, una solución para su conflicto, ante la mirada de Murthy, inflexible a la hora de conceder lo que el club entiende como cierto trato de favor en esa dirección. El reparto de entradas para la final ha sido el último apunte que ha agitado esta peculiar relación que durante muchísimos años mantiene el club con este grupo de aficionados.
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Ayer, a diferencia de otras ocasiones, tampoco cargaron contra Murthy en sus cánticos. Dentro de una tarde extraña, se vivió un partido de fútbol que alcanzó el mayor grado de intensidad por lo que había en juego, porque desde el fondo en cuestión la ayuda acústica fue más bien escasa. Por supuesto, desde allí aplaudieron y festejaron los goles, y hasta participaron en la despedida del equipo, pero queda patente la necesidad de hacer punto final a este tema e ilusionarse con una verdadera grada de animación.
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