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Imagen aérea del estadio de Mestalla. PHOTOCOPTERS
Mestalla no se toca
Cayetano a la contra

Mestalla no se toca

Es necesario abrir el debate sobre la conveniencia de derribar o rehabilitar el viejo campo ahora que todavía hay muchas incógnitas sobre el final del nuevo recinto

Cayetano Ros

Lunes, 29 de enero 2024, 00:38

Fuera de sentimentalismos, Mestalla es el mejor estadio de España. Por antigüedad y por modernidad. Por el ambiente único en cada partido. Por estar ubicado en el punto perfecto de la ciudad. Por ser considerado como un icono de Valencia por los aficionados extranjeros, que no entiende cómo vamos a permitir su derribo. Porque puedes ir andando desde el centro de la gran urbe. Porque los rivales le profesan un profundo respeto. Porque el club y las autoridades han arrebatado a los ciudadanos el debate sobre la conveniencia o no de preservarlo. Y porque la idea del nuevo recinto, en la Avenida de las Cortes Valencianas, ha resultado una chapuza desde su origen (Juan Soler, en 2006, llevó al VCF a la ruina y a la posterior venta con estas obras paralizadas desde hace ya 15 años) hasta nuestros días (sigue el tira y afloja entre el Ayuntamiento y Peter Lim a cuenta de las condiciones de retomar el estadio inacabado). Técnicamente es posible reconstruir el viejo Mestalla (incluso derribando la grada declarada ilegal por el Supremo) y, urbanísticamente, también. Es cuestión de voluntad política, de valentía y liderazgo. Por el camino se perdería muchísimo dinero, pero la ciudad y los aficionados saldrían ganando con este golpe de autoridad y autoestima. Es una oportunidad histórica. «Val més perdre que més perdre».

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Xavi. Lo conocí en los Juegos Olímpicos de Sidney, en 2000. Era un niño tranquilo, alegre y confiado. No tanto para saber que, con el tiempo, se convertiría en el mejor futbolista español de todos los tiempos. El sábado por la noche, en cambio, anunció su marcha del banquillo del Barça en junio tras describir la experiencia de entrenador azulgrana como «cruel y desagradable». Desde el adiós de Guardiola, en 2012, el Barça se ha convertido en un club histérico, insufrible para los entrenadores, donde no les sirve ninguno (ni siquiera Ernesto Valverde). Una tortura. A Xavi le ha faltado madurez para moverse en aguas tan movedizas, pero el problema no es él sino un presidente tremendista, Joan Laporta, en permanente huida hacia adelante, hipotecando el club por los siglos de los siglos, aupado por una hinchada refractaria a la sensatez.

El VAR es una farsa. El jefe de los árbitros, Medina Cantalejo, creyó apuntarse un tanto al anunciar que se publicarían sin editar los audios de las conversaciones entre los árbitros del VAR y el de campo. Ejemplo de transparencia, dijo. El resultado ha sido una calamidad. Al oír las charlas a uno le entra vergüenza ajena. Primero por la cantidad de anglicismos con los que se dan el pisto ('loop', 'super slow', 'high behind'), y después porque los árbitros de la cabina convierten en un pelele al colegiado de campo: le inducen a tomar las decisiones que ellos quieren con las imágenes parciales de las acciones. «Nos perdemos el 80% de la película», resumió al respecto el excolegiado valenciano Mateu Lahoz para explicar una de las jugadas revisadas por el VAR en el Madrid-Almería de la pasada jornada. Controlan el partido, en definitiva, y a veces lo manipulan, desde ese pequeño cubículo de Las Rozas.

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