Mestalla vuelve a disfrutar: «Madridista el que no bote»

«Madridista el que no bote». Mestalla tenía muchas ganas de disfrutar. Demasiado tiempo, desde aquel 23 de noviembre marcado por el homenaje a las víctimas y afectados por la dana, en el que el Valencianismo no se aferraba a lo más importante de las cosas menos importantes para evadirse de la realidad.

Es por eso que en el minuto 27 del partido entre el Valencia y Real Madrid, Hugo Duro empujaba el balón al fondo de la red y Mestalla rugía. Entre cánticos de Peter vete ya y otros dedicados a Solís y Corona, los de Carlos Corberán, que se estrenaba en un estadio que conoce como seguidor, un equipo más que correcto, con un Foulquier al que el valencianismo echaba mucho de menos, llegaba el descanso.

Sólo diez minutos después de la reanudación, penalti para el Real Madrid. Bellingham era el encargado de convertir desde los once metros. Bajo palos, Dimitrievski. No hizo falta la actuación del guardameta local que veía cómo el disparo del madridista se estrellaba contra el palo. Calma, pedía el macedonio.

«Madridista el que no bote», cantaba un enfurecido Mestalla que no dejó de recordarle a Vinicius que no había sido balón de oro constantemente. Todo parecía ir de cara. Pero el sufrimiento fue a más. Cuatro minutos después, cuando el corazón todavía iba a mil, Mbappé, tras una gran jugada precisamente de Bellingham, marcó el gol. Lo celebró el francés mientras el VAR sentenciaba: anulado por fuera de juego.

La grada de Mestalla volvía a hacer temblar los cimientos del viejo coliseo. Porque se puede ganar o perder, sobre todo ante un todopoderoso Real Madrid, que tiene mucho a su favor más allá de futbolistas con mucha calidad, sin embargo, lo que ocurre durante los 90 y pico minutos también importa.

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