Escuchar el cántico de «¡Peter, vete ya!» en el minuto 19 de un partido del Valencia en Mestalla no es ninguna novedad. No hay que parar las rotativas, como suele decirse... pero es cierto que el del partido contra el Rayo Vallecano será recordado como uno de los gritados con más rabia, puesto que además estuvo acompañado de un posterior «Que se vayan de una puñetera (por traducir la palabra original) vez». El gol de Comesaña nueve minutos antes, que dejaba en ese momento penúltimo de la tabla, fue el desencadenante. Miles de pancartas amarillas volvieron a instar al máximo accionista a que se marche del Valencia. Él, las cosas como son, podría responder que ya está a miles de kilómetros.
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Como suele ocurrir en cada partido, el ya famoso lema volvió a estar precedido unos segundos antes en los videomarcadores, también en los posteriores, con el mensaje en letras rojas recordando que el Valencia está en contra de los insultos y la violencia en el fútbol. A buen seguro, que es lema lo suscriben la inmensa mayoría, no, lo siguiente de las personas que pueblan los asientos de Mestalla. La historia, implacable, recuerda que la afición del Valencia, en su concepto, jamás ha sido tildada de violenta. Aquello de todos los que están y todos los que son. Los violentos, que los hay como en todos los estadios, no representan a la entidad. Bastante tienen con entonar algún cántico, rodeados de algunos menores de edad, donde instan a frecuentar «las casas de putas». Sí, una vergüenza que conviene recordar para intentar sacar a esas personas de los campos. Sean del equipo que sean.
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