La afición del Valencia en la grada del Martínez Valero. EFE

Melodía de palmeras

Marcador dardo ·

Ante la magnitud de la catástrofe, mientras se embala el botín, Meriton ha decidido camuflar la comedia con el comodín arbitral

Miquel Nadal

Lunes, 24 de abril 2023, 12:30

Como con Meriton es todo parodia, hasta la queja suena a chiste memorizado que ya nadie se cree, porque tras la fachada no hay nada. Meriton se equivoca siempre, en los modos, en las formas o en el tiempo elegido. Cuando se enfadaba Jaume Ortí ... había realidad, para lo bueno y para lo malo. Ahora la queja tiene el filtro, el tamiz de la fonética que surge de la mandíbula pija. Partido birlado dice Javier Solís, que suena a la obra de Tirso de Molina, El burlador burlado, y que ahora habilitaría el título de El birlador birlado. Una obra que ya a nadie engaña, y que hace pensar que ante la magnitud de la catástrofe, mientras se embala el botín, Meriton ha decidido camuflar la comedia con el comodín arbitral. Dentro del club no deben quedar ni alfombras. Tratándose de Elx, quiero ser testigo del drama litúrgico, y no quiero hacer juegos semánticos con la dormición, el entierro y la Ascensión. Hablar de drama no es una hipérbole. Es una descripción ajustada a la realidad que allí se vivió. Y no tenía fuerzas para esperar al desenlace, y rematar la columna a merced de cómo se desarrollase el partido, con la mirada detenida en el marcador, tratando de recordar dónde aparcamos el coche. No sabiendo el motivo por el que estuve el domingo viendo en directo el partido, me sobraban razones para estar allí dando la cara. Con todo el pánico del mundo, con todo el terror del mundo, con cobardía notoria, añorando haberme quedado en casa con el teletexto. Eliminando cafés los días previos, en evitación del riesgo, con doble ración de pastilla hipertensiva. Un viaje resignado, porque no hay nada que yo pueda detestar más más que esa obsesión por la presencia, por las emociones, por exhibir el «yo estuve allí», y hacer literatura y memoria banal del partido de nuestras vidas. La memoria no es un salvoconducto, ni garantía de nada. Hay una memoria útil, alegre y generosa, que es exacta pero ligera, y no se impone al prójimo. Pero después hay otra memoria egoísta, que se ha apoderado de nosotros, y que ha colonizado el fútbol con retórica evangelista, y que me gustaría lejana a mi vida. De mi primer álbum de cromos, el de la temporada 1969-1970, recuerdo que los cromos eran alargados, y me quedó en la memoria el equipaje franjiverde de Araquistáin, Ballester, Canós, Asensi, Llompart o Iborra. El equipo en el que llegó a jugar Ernesto Soler, el Gallet de Oliva. Me gusta mucho Elx, y creo que solo por el hecho del Misteri, extraordinario, una joya patrimonial, viva y real, los valencianos deberíamos tener una peregrinación cada cierto tiempo a esa ciudad, y empaparnos de su calor, de los atardeceres con las palmeras, del ritual de la Festa, de la contemplación del cauce del Vinalopó. Del gozo de contemplar los nombres de sus huertos: el del tío Massot, Hort de Monjo, Hort de Sansano. Hasta justo al lado de la Cruz Roja, hay un Hort de Nadal. De la ciudad me gusta su toponimia, el nombre de sus pedanías: Puçol, Ferriol, Altabix, Asprella, Carrús, Les Vallongues, Algoda, Matola, Perleta o Maitino. No quiero ni pensar de qué manera esa toponimia puede llegar a formar parte de la geografía del dolor. No había necesidad de nada de esto, y hasta en la manera de haber puesto remedio a los errores, hemos acudido al manual de los remedios antiguos, cuando la enfermedad ya se había apoderado del organismo. Vuelvo al Misteri, y al cántico a la Virgen, con terribles visiones del marcador: «Sens vos, senyora, què farem? E ab qui ens aconsolarem? D'ulls e de cor devem plorar mentres viurem e sospirar». O cuando se clama a la Virgen: Com nos deixau ab gran dolor, sens ningun cap ne regidor?». Allí estuvimos, con la camiseta, con dolor, a pesar de ir «sense cap ni regidor».

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