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Se rompió Diakhaby nada más empezar la segunda parte; se rompió también en una carrera en el último minuto Thierry Correia, y Racic estuvo a puntito también de retirarse después del espectacular gol por esas molestias que arrastra y que tras un gesto le obligaron a tirarse al césped. El Valencia necesita como el comer refuerzos y hoy arranca la última y definitiva semana para que Peter Lim no vuelva a quedar al descubierto. El Valencia va a fichar porque así lo ha repetido por activa y por pasiva a pesar de que después de los antecedentes todos recelan de Anil Murthy, que es quien poco menos ha empeñado su palabra a unos y a otros. El problema es que lo va a hacer a última hora, cuando precisamente cada jornada que pasa se pone más en evidencia la mala planificación que se ha hecho. Si Diakhaby ahora tiene para dos semanas o más (si se confirma la rotura de isquios en el muslo izquierdo) y si el percance de Correia (en el derecho) coincide en el diagnóstico con su compañero, a Javi Gracia le queda cada vez menos margen de elección, teniendo en cuenta que este miércoles hay que pasar por el Pizjuán para el desafío de Copa y el sábado que viene hay que vérselas con el Elche en Mestalla.
Lleva mareando la perdiz el Valencia con el mediocentro que pretende y el central –todos a coste cero– desde mucho antes de que se abriera el mercado de invierno y ayer cayeron en combate un lateral derecho al que le sigue viniendo grande el Valencia –Joao Félix le ganó con muy poco la posición para hacer el empate– y precisamente un defensa central. Todavía podía haber sido peor si Racic, cogido con alfileres al igual que Soler durante la semana, se hubiera resentido de verdad de sus problemas musculares.
Saben Correia y Racic que están especialmente señalados. El primero juega porque no hay otro –Wass estaba sancionado– y el segundo rema contracorriente cada partido para demostrar que puede seguir siendo titular. El gol puso la guinda de un más que aceptable encuentro de Racic. Es el segundo que anota esta temporada después de haberlo intentado en varias ocasiones –siempre estrellándose con el poste– y fue tal el desborde de alegría que se marchó corriendo hacia donde estaba situado Javi Gracia para abrazarse con él, después de que éste le hubiera motivado diciéndole que ya tocaba por su decidida insistencia y la mala suerte.
Esta imagen, dicho sea de paso, contrastó con la que ofreció Correia tras el gol de Joao Félix. El portugués se tapó el rostro con su camiseta, consciente de que este tipo de situaciones le pueden pasar a veces más factura incluso que la propia lesión que le sobrevino en el final del encuentro y que habrá que diagnosticar.
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