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JUAN CARLOS VALLDECABRES
Viernes, 11 de diciembre 2020, 14:56
En la junta de accionistas más corta (3 horas y 7 minutos) y aséptica pero también más dolorosa de la historia, se escenificó lo que hoy en día es el Valencia: una sociedad en manos de un señor (Lim) que pese a tener todo su accionariado en contra –ninguna voz a favor– ni realiza autocrítica, ni atiende a razones ni proyecta tampoco ningún tímido intento por aliviar la profunda desafección que se palpa. Meriton transita en solitario en una de las temporadas más complicadas de las últimas décadas (con 118 millones de presupuesto y 26,4 de previsión de pérdidas) y advierte además que los dos próximos años van a ser muy duros. Y eso, a pesar de las contradictorias palabras finales de Anil Murthy dedicadas a los aficionados: «Queremos sentiros de cerca», cuando en realidad las asambleas sólo estarán reservadas a aquellos que reúnan 3.598 acciones y no 9 como hasta ahora.
Que tan sólo trece accionistas, incluyendo ahí los ocho actuales consejeros y el voto de Meriton, respaldaran ayer con sus títulos la continuidad de Murthy como presidente deja en evidencia la hemorragia que experimenta el valencianismo, que se volvió a quedar una vez más con las ganas de saber si se va a hacer el nuevo Mestalla antes de 2025 o si la ATE va a saltar al final por los aires con las trágicas consecuencias que pudiera generar a nivel societario. Murthy, que a diferencia de otros años no hizo discurso inicial y contó con la ventaja de preparar por escrito las respuestas a las interrogantes de los accionistas que consideró oportunas, aprovechó la asamblea telemática para ventilar el compromiso del nuevo y viejo Mestalla con frases livianas que ni aportaron luz ni optimismo, aunque insistió en pedir la prórroga. «No podemos terminar el estadio si no vendemos Mestalla», dijo para añadir: «La idea es acabarlo lo antes posible».
Ni la contundencia en las recientes amenazas de Joan Ribó han afectado al parecer a Meriton, incapaz de hacer un guiño cómplice pese a la reiterada petición en ese sentido que hicieron varias decenas de accionistas. El alcalde pidió gestos del Valencia para intermediar en una posible prórroga y lo único que ha recibido a cambio es un despeje en largo en el que se recuerda que el club necesita la implicación una vez más de los políticos. «No acudiremos a las instituciones hasta que no tengamos algo en firme. Entendemos su preocupación, es también la nuestra. Este tema tiene muchas patas: la deuda hipotecaria, las entidades financieras, la ATE, las necesidades del adquiriente, los requisitos constructivos, las licencias, las garantías del constructor, el pabellón… Todo de forma conjunta y en eso estamos. Ojalá en breve pueda dar buenas noticias».
De momento, lo único que quiso dejar claro el presidente en su desapasionado discurso es que ya se contempla la posibilidad de perder esa ATE. Caerían de un plumazo 39.000 metros cuadrados de terciario en el actual estadio y por ello se ha realizado «una valoración con un experto independiente y ajustado los valores del activo a un escenario sin ATE de forma que su pérdida no tenga un impacto patrimonial».
Mestalla y sus consecuencias preocupa mucho. Ahora más que años anteriores. Se ha pasado de incordiar con Jorge Mendes a preguntar por el estadio. El 90% de las intervenciones fueron en esa dirección. Pero se escucharon también otros planteamientos y críticas que cayeron en saco roto. A Meriton le da igual que le pregunten por el sueldo de Murthy y los consejeros (Roig, Llorente y Salvo lo admitieron en su día), ni de las tarjetas y resto de gastos que manejan y que plantearon Antonio Sesé y Miguel Zorío.
Hablaron con acidez –unos más punzantes que otros– la Agrupación de Peñas por mediación de Fede Sagreras; la Asociación del Pequeño Accionista (no recriminó que ya no se pudiera asistir con 9 títulos); hubo crítica también del expresidente Francisco Roig; volvieron a exponerse las quejas por los despidos de Marcelino, de Alemany y hasta de Camarasa; y para hacerse una idea del ambiente tan pesimista que hay hasta se planteó qué pasaría si el Valencia baja a Segunda. Murthy sí puso énfasis en sus palabras de afecto hacia Zaragosí y Juan Sol –no habrá consejeros valencianos– y justificó prácticamente a vuela pluma su negativa a reunirse con Martín Queralt.
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