El penalti no pitado de Kessié a Fran Pérez ni por el árbitro, Alberola Rojas, ni por el encargado del VAR, Jaime Latre, lamina la ... credibilidad arbitral y pasa a formar parte de las cloacas del fútbol español, como cuando un vicepresidente del Comité de Árbitros, Enríquez Negreira, estuvo cobrando 17 años del Barça 7,1 millones por maniobrar a su favor. No es ningún guión de novela negra. Es la realidad. Sigue la inercia. Quizá por la respuesta tan tímida de los poderes fácticos (Tebas, Rubiales, Florentino y el CSD) ante un caso tan escandaloso que sí está siendo investigado por la UEFA. El Valencia, con una directiva tan incompetente, no pinta nada en la cadena de mando. Y es blanco fácil en este tipo de atropellos. Imaginemos que, al final, el equipo de Baraja, penúltimo, pudiera necesitar este punto para salvar la categoría. ¿En manos de quién estamos?
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Hay una explicación. Ante la ausencia del presidente Rubiales, siempre tan dicharachero, pero ahora callado, el secretario general de la Federación, Andreu Camps, y el presidente del Comité de Árbitros, Medina Cantalejo, fueron esta semana casi más agresivos contra el árbitro querellado contra Enríquez Negreira, Xavier Estrada, que contra Negreira. Sin nombrarlo, tacharon a Estrada de «traidor y egoísta» por haber presentado una demanda contra el exvicepresidente del Comité. Camps y Cantalejo, además, quisieron rebajar la importancia de Negreira como segunda máxima autoridad de los árbitros, por detrás de Sánchez Arminio, como si Negreira fuera uno que pasaba por allí. No cuela. Y, mientras, el presidente de Barça, Joan Laporta, quien cuadruplicara los honorarios a Negreira, sigue sin presentar la dimisión y sigue siendo directivo de Rubiales; el Madrid sigue sin pedir cuentas; y el presidente de la Liga, Javier Tebas, pide la marcha de Laporta con la boca pequeña.
Bochorno de Solís. El director corporativo del Valencia y portavoz de Meriton ha arremetido contra los partidos políticos del Ayuntamiento, a quienes acusa de ser «partidistas» y de buscar «los votos» a cuenta de las reservas de algunos concejales a dar luz verde al club para acabar el nuevo Mestalla. Los partidos políticos son por definición «partidistas», no como la gestión en estos nueve años de Lim, que siempre ha pensado en el interés general. Por eso Lim ha puesto los precios de los abonos más caros de la categoría, ha destruido el proyecto ganador de Marcelino, ha triturado a 10 entrenadores, ha despedido a Kempes de embajador, ha mantenido seis años de presidente a Murthy, ha colocado, en los últimos tres cursos, a un florero como director deportivo (Corona), y ha incumplido casi todos los compromisos cuando Salvo, en 2014, le puso la alfombra. Pero todo, según Solís, lo ha hecho por nuestro bien, no como los pérfidos concejales del Ayuntamiento, siempre a la caza de votos. El infantilismo de los comunicados de Meriton sigue causando sonrojo. Una cosa sí reconoce implícitamente Solís: ir en contra de Lim da votos, al revés de toda la vida, cuando el Valencia había sido intocable.
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