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Fútbol | valencia cf

Nuno exprime el presente

El entrenador luso exige a sus futbolistas como si el partido fuera el último

HÉCTOR ESTEBAN

Jueves, 25 de septiembre 2014, 22:26

Una rueda de prensa fue suficiente para que los prejuicios que dieron la bienvenida en Valencia a Nuno Espirito Santo se difuminaran. Disipó la niebla a golpe de intenciones. Con declaraciones rotundas. La sala de prensa de la ciudad deportiva de Paterna sirvió para que las opiniones creadas a priori sobre el nuevo entrenador mutaran, como mínimo, en un margen de confianza. Nuno, el recomendado, se ha metido en el bolsillo a la afición del Valencia y a los medios de comunicación. Su manual es sencillo: ir de frente. El luso aterrizó para comerse el mundo. No para que el Valencia y el fango que le rodea lo engullera. Por ahora, Nuno cubre etapas a dentelladas.

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¿Quién se acuerda hoy de Juan Antonio Pizzi? Nadie. Así es el fútbol. Desagradecido hasta la máxima potencia. Al argentino lo excluyeron de la reunión que lideró Jorge Mendes en la sede de la empresa de Amadeo Salvo. Ese día, 'El Lagarto' ya estaba fuera. Pese a tener la maleta hecha, el presidente tardó demasiado en confirmarle el finiquito. El nuevo Valencia no estaría en sus manos. Pizzi se revolvió. Empeñó su futuro a estar en la Champions. Ni por esas. Ni Rufete, su valedor, le pudo quitar la soga del gaznate. El argentino, un señor, se quitó la chistera, agradeció el cariño y se despidió.

Hoy Nuno es la bomba. El jefe. Dos meses han sido suficientes para dominar un vestuario desinfectado. Con más zanahoria que palo. También es cierto que el viento sopla a favor. Huracanado. Tanto en lo deportivo como en lo social. El Valencia suma de tres en tres y sigue a la espera de Peter Lim, el mentor de Nuno bajo el manto protector de Jorge Mendes. El Tiburón, como se conoce al agente portugués -este año su cuenta corriente ha sumado más ceros tras la venta de Di María y Falcao, entre otros- quedará unido para siempre al de Nuno: desde la barra de su discoteca conquistaron el mundo. Nuno le adora, como le dijo por teléfono desde la sala de prensa el día que el Rio Ave se metió en la final de la Copa Portuguesa.

Los gestos encumbran al luso. En su decálogo manda la protección de sus jugadores. Con educación y rotundidad a partes iguales le afeó a un peñista el desprecio a Barragán: «Lo que ha dicho es una falta de respeto». Resguarda a sus polluelos. Djukic, al segundo partido, descargó toda la culpa sobre sus futbolistas. Fue su sentencia de muerte.

Nuno, que aprendió mucho de fútbol como suplente de Molina en el Súper Dépor, ejerce de psicólogo. Analiza en el diván a plantilla y afición para aplicar la receta después. Parejo no hizo su mejor partido ante el Espanyol. El entrenador lo sabía. Con el pitido del árbitro, cruzó medio campo para rodear con el brazo al capitán. Diálogo de colegas. Zanahoria, más zanahoria. Ánimo. Una terapia efectiva y efectista.

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Ha recuperado a Piatti para la causa. Defenestrado por la directiva y sentenciado por la grada. Mestalla se ha reconciliado con el jugador proscrito. La culpa es de Nuno. A Rubén Vezo lo ha transformado en solvente y ha resuelto las dudas de la afición. Barragán se ha convertido en el Curro Torres de Benítez. Dos meses han bastado para que la plantilla profese su religión.

Premio colectivo

La gestualidad es su tarjeta de visita. Cada gol es un premio colectivo. El ritual es siempre el mismo. Celebración de cara a la grada. Salto o puños en alto. A continuación, palmada con cada uno de los miembros del cuerpo técnico. El triunfo es de todos. El premio es del grupo. Cada gol, cada victoria. Trabajo en equipo.

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Al finalizar el partido, tanto en casa como fuera, Nuno obliga a sus jugadores a agradecer a la afición la visita al estadio. En Mestalla, desde el círculo central. Fuera, el obligado paseíllo hasta la grada visitante. Hasta ahora han venido bien dadas. Un gesto obligado todavía más en la derrota. Modales. Educación deportiva, tan escasa en la elite. Una cura de humildad para sembrar en el futuro. Gestos que le cargan de razones para pedir un lleno para recibir al Córdoba.

El reto de Nuno será equilibrar el vestuario. Una plantilla cargada para un calendario anoréxico. Demasiados jugadores sin minutos es fuente de problemas. Un centro del campo hacinado para sólo tres posiciones si arriba juega el tridente. Si sacrifica a uno de los delanteros, tendrá más oxígeno en la plantilla. Este equipo en Europa estaría domado. Pero algunos han llegado porque les aseguraron una titularidad que aún no han probado. Esta es la gran prueba de Nuno. Ayer, como estaba previsto, entraron en el once dos jugadores inéditos. Mustafi, con la vitola de proclamarse campeón del mundo en Brasil con Alemania, y Joao Cancelo, un 'yogurin' que viene patrocinado por Meriton, el fondo de Peter Lim. Abrirles las puertas es sumar. En cambio, heridas como la de Joao Pereira se tienen que suturar. Para bien o para mal. La calma chicha del lateral puede volverse marejada en un segundo.

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La roja a Rodrigo

A nivel táctico, el único lunar quizá lo tuvo en Getafe. Rodrigo se tuvo que ir a la ducha. Después del penalti. Gol y cambio. El chico anduvo demasiado pendiente del tobillo rival. Una obsesión para ajustar cuentas. En Sevilla, salió Orban por Alcácer para empatar el partido. Ante el Málaga, André Gomes se quedó en el descanso para no terminar con uno menos. Nuno no sólo lee el fútbol, además lo entiende. Actúa en el argumento para variar el desenlace.

En ocasiones ingobernable. Trilita pura. Anunció la bomba y activó el temporizador. La directiva entró en pánico. Una incontinencia verbal explosiva. El artefacto Negredo casi les revienta en las manos. A las doce, la hora convenida, estalló para júbilo de la afición. Las licencias de ser el vértice de Lim y Mendes.

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Este es Nuno. Capaz de abrir Mestalla para que miles de aficionados supervisen el trabajo. Un coto libre para que los valencianistas arropen a sus jugadores. Calor. Sin secretos. Aseguró el día de su presentación que el fútbol es saber defender y estar organizados. Sólo dos goles en contra blindan su lema. Este tipo, con pinta de Morfeo, lo tiene claro: «En el fútbol no hay mañana». Nuno exprime el presente. Sólo existe hoy.

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