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MOISÉS RODRÍGUEZ
Sábado, 25 de octubre 2014, 22:24
El Valencia de Peter Lim va de cabeza y no en sentido figurado. Nada de estrés ni de nervios, al menos ayer. El equipo puso la guinda deseada a la fiesta, a la jornada que empezó bien temprano y en la que se escenificó la toma de posesión del nuevo dueño. Los chicos de Nuno no se complicaron la vida en uno de esos partidos trampa por aquello del ambiente de euforia que los envuelve. Se pusieron el mono de trabajo y evitaron las florituras, al menos hasta que el resultado fue claro para sus intereses. Y esto no tardó demasiado en ocurrir, ya que al descanso el encuentro estaba totalmente resuelto para los blanquinegros.
Curiosamente, el Valencia fulminó al Elche con el modus operandi con el que suele someter a sus rivales el Atlético, el equipo que ha de ser el espejo de los de Nuno. Como los de Simeone, la estrategia empieza a ser una especie de piedra filosofal para los blanquinegros. Aunque la superioridad fue expresa durante los 90 minutos, los aguijonazos que decantaron el encuentro se produjeron a balón parado, en sendos córners, acciones que los chicos de Fran Escribà nunca supieron defender con solvencia.
Aquí estuvo la curiosidad del partido. En algunos estadios de Inglaterra es habitual que la afición ruja cada vez que hay un saque de esquina. Dicen por allí que estas acciones son como una moneda al aire. Menos que un penalti, pero acciones de muchísimo peligro. Y lo mismo sucedió ayer en Mestalla, donde los cuatro goles se produjeron tras sendos saques de córner.
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El primero, de Mustafi, en un salto portentoso en el corazón del área después de un lanzamiento desde la izquierda. Cinco minutos después, a saque de esquina botado desde la izquierda, apareció Parejo en el primer palo. Otra vez a la jaula. E un suspiro, el Valencia había disipado todas las dudas. Las de si daría la talla en una jornada en que lo más importante fue el desembarco de Peter Lim y, sobre todo, la de cómo reaccionaría el equipo después del primer varapalo del curso.
Con lo sucedido en esos cinco minutos de locura, quedó diluida una acción que pudo cambiar el partido. Quizás en el único desajuste defensivo -sin contar los últimos minutos del encuentro, disputados ya sin tensión-, Rodrigues se plantó ante Diego Alves, atosigado por Javi Fuego. En un momento dado, el ariete prefirió irse al suelo que buscar el remate. La duda quedará en si el asturiano se pasó de revoluciones al encimar al jugador franjiverde o si este puso de su parte para besar el césped. El árbitro no señaló nada en una acción en la que Mestalla contuvo el aliento, temiendo un penalti y expulsión que habría dificultado mucho el encuentro.
Fue sólo un susto y luego llegaron los dos tantos de córner que cercenaron la moral del Elche. Superado en la posesión y ya sin el factor sorpresa a su favor, los alicantinos se convirtieron en un rival resignado, maleable y que a partir de ese momento no puso en apuros al Valencia. Los chicos de Nuno tenían el balón, aunque en ningún momento apretaron a fondo el acelerador. Con 2-0 a favor, los blanquinegros se dedicaron a contemporizar, a ahorrar energías a la espera que llegase el gran momento.
Sí, el debut de Negredo. Un gol del vallecano habría cerrado un día mágico. Sólo un par de jugadores compitieron durante la segunda parte al 100%. Uno de ellos es Alcácer, consciente de que la competencia ha llegado y que ha de mantener su idilio con el gol para conservar la titularidad que se ha ganado a pulso. Negredo es la inversión multimillonaria y Rodrigo, uno de los futbolistas que vienen de Meriton. El de Torrent lo sabe y además anda con la mosca detrás de la oreja por ser siempre uno de los cambios.
La motivación de Alcácer
Además, ayer no estuvo especialmente acertado. Y eso que rondó el gol, como siempre. A motivación no le gana nada y por eso, con 2-0, se lanzó como si no hubiera un mañana a rematar un centro chut -más bien lo segundo- de Piatti. Tampoco apareció el canterano en el tercer tanto del Valencia, anecdótico y casi sin querer , cómo no en otros saque de esquina.
Esta vez colaboró el propio Elche. Córner desde la derecha, entra a rematar Paco Alcácer y el balón acaba en gol. Quien despistó a Manu Herrera no fue el delantero, sino otro futbolista criado en Paterna que, pese a que seguro que lo ha soñado muchas veces, ayer no quería marcar en Mestalla. Lombán, al menos, no pretendía batir a su portero. Está claro que a perro flaco todo son pulgas, y el inicio de temporada del Elche se ha convertido en una continua lágrima.
Los ilicitanos echaron mano del orgullo para sobrevivir en los últimos instantes. Corrían el riesgo de convertirse en víctimas de un vendaval. En ser servidos como trofeo para el nuevo propietario, aderezados con un resultado escandaloso. Y más cuando empezó a calentar Negredo, el futbolista que entre Manchester y Paterna ha acumulado demasiadas semanas sin acudir a su cita con el gol.
Quizás fuera porque el Valencia levantó el pie del acelerador, o porque el Elche quiso maquillar el resultado, fue en los últimos minutos cuando más se vio a Diego Alves. Con el partido concluido, Christian Herrera remató al lateral de la red y Jonathas, cómo no, a la salida de un córner, hizo el gol del honor. Llamó la atención que el delantero del Elche lo celebró y hasta lo dedicó.
Dentro de ese sucedáneo de partido en que se había tornado el encuentro desde el 2-0, pudo llegar el golito de Negredo. Encimado por dos rivales, el madrileño se plantó ante Manu Herrera, al que trató de superar por alto ante su salida a la desesperada. Ahí se le notó la falta de presión por los meses de inactividad. Una pena. Habría sido la guinda perfecta a la gran fiesta de Peter Lim. El colofón a una jornada en que Mestalla celebró el inicio de una era que pronostica gloriosa.
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