Héctor Esteban
Domingo, 25 de enero 2015, 18:46
El contragolpe como una bomba de racimo. El Valencia es letal con metros por delante. A la carrera destrozó a un Sevilla que tuvo el balón pero que estuvo fallón al apretar el gatillo. El segundo gol de Parejo resumió en tres toques lo que fue el partido de anoche en Mestalla. Los errores se pagaron con sangre. Y Deulofeu, que sacó en el borde del área una falta como un alevín, le abrió una autopista a un galgo como Rodrigo que corrió, retrocedió y sirvió para que Enzo Pérez se la colgara a Parejo para rematar el segundo.
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Un contragolpe de manual. Para abrir las puertas de la Champions ante un Sevilla que ya estaba en desventaja después de que Diogo se dedicara al cuarto de hora a patear de manera incomprensible por detrás a Negredo. En ese momento, el señor Latre inició su particular baile de penaltis al inicio dejó pasar uno a Negredo y otro a Rodrigo en la misma jugada. Desde los once metros Parejo inauguró un marcador que tomó velocidad de crucero quince minutos después en tres toques a la carrera.
Hasta ese momento el partido se trabó en el centro del campo. Sin un dominador claro. Con el balón rebotando de rival a rival. Sin darle el mimo necesario para coger el mando. Nuno repitió el rombo del día del Almería. Con un Enzo Pérez en modo pitbull para rebañar la creatividad de Banega cuánto talento desperdiciado y compañía.
Pero Latre, el del pito, se empeñó en darle una oportunidad al Sevilla. Y entendió que el desvanecimiento de Diogo era tan penalti como el piscinazo de Ronaldo que ardió por las redes sociales. El presunto culpable del delito fue Parejo que, con el reglamento en la mano, tendría que haber iniciado el camino del vestuario. Jaime Latre aplicó la máxima de la compensación para no resucitar los fantasmas de José Donato Pes Pérez, que en la temporada del descenso abandonó Mestalla escoltado por la Policía tras liar una monumental ante el Sevilla.
Bacca sobrevivió a la presión de Alves. Gol. Algo que no pudo soportar el colombiano unos minutos después cuando Joao Cancelo, víctima de su efervescente juventud, inyectara vida en el Sevilla con un penalti a Vitolo. La falta fue de libro. A Bacca, ese delantero que sostiene a los de Emery con su acierto cara a puerta, cayó en la trampa del arquero brasileño. Las estadísticas de Alves como parapenaltis convierten las botas del tirador en zapatos de plomo. La responsabilidad pesa hasta hacerse tan angustiosa que el el acierto del portero del Valencia es ya una constante. Alves se tiró al mismo lado que en el primer penalti y en esta ocasión la sacó con la tibia y el peroné.
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La parada permitió ir al vestuario sin el terror a los fantasmas. Sin las posibles dudas de una remontada tras la comodidad de los dos goles de ventaja del capitán. Con una sensación tan calcada a la del partido ante el Atlético de Madrid cuando Siqueira se hundió en las tierras movedizas que rodean a la portería de Alves desde el punto de penalti.
En el descanso Nuno leyó a sus pupilos la letra pequeña del partido. La de la necesidad de resolver por la vía rápida con el contragolpe como arma mortífera. No había que mover el balón. Había que esperar el fallo del rival. Y ahí llegó el error de Beto, ese tipo que mantuvo viva la maldición de Béla Guttman en Turín para que Gomes, Rodrigo, Pérez y Cancelo perdieran su Europa League con el Benfica. El portero luso despejó en largo para un pase desastroso que permitió armar, otra vez, un contragolpe letal. Rodrigo el chico jugó un gran partido con tendencia a mejorar se hartó de bicicletas para servirle el balón a Javi Fuego. El asturiano, tan poco acostumbrado a pisar aquellos terrenos, la colocó para certificar la victoria.
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A partir de ahí, el Sevilla volvió a dominar el balón con un Unai Emery en la banda braceando como un guardia urbano pero sin la virtud de ordenar el tráfico de su equipo. Banega lo intentó. El argentino guarda una calidad innata pero malgastada por su vida desacompasada. Deulofeu, el correcaminos cedido por el Barcelona, gambetea y se enreda como uno ovillo. Sin la pausa necesaria de buscar la mejor opción para el gol. Un lastre que condicionó el juego del Sevilla.
Emery buscó un plan B con la salida de Suárez y Gameiro, que a punto estuvo de meter el miedo en el cuerpo con un balón que se marchó rozando el palo. El Valencia no se sintió cómodo pero no sufrió. Esta acostumbrado a vivir en esa delgada línea roja cuando Otamendi comanda a la tropa. ¡A sus órdenes mi general!
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La virtud del Valencia fue que supo administrar la batería. Muchos jugadores se vaciaron y Nuno manejó el banquillo para mesurar el fuelle del equipo. André Gomes, una delicatessen futbolística para orgasmo colectivo de la grada, escondió y mostró el balón para beneficio de sus compañeros. Parejo acompañó la melodía mientras que Enzo y Fego aportaron la percusión para trabar el juego del Sevilla. No hubo más. Es difícil saber a qué juega el Valencia... si se entiende por jugar tener el balón. Pero nadie puede poner en duda que el contragolpe es tan mortal como certero en la efectividad.Muy pocos son los balones del Valencia que no van a puerta.
Mestalla duerme en el colchón de la Liga de Campeones. La jornada de ayer no permitía fallar. El trío de arriba cerró sus partidos de sábado con victoria y el Villarreal, soplando en el cogote, derrotó al Levante gracias a la beneficencia de Mariño. Ahora los de Nuno miran por encima del hombro al Sevilla de Emery, aunque sea por dos puntos y un partido menos para los hispalenses, que se tienen que jugar sus opciones ante el Real Madrid. Los antecedentes del de Hondarribia ante los grandes no auguran éxitos para la parroquia de Nervión.
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El Valencia no dio opción a la duda y al contragolpe, con un zafarrancho de combate llevado en volandas por la grada, ajustó viejas cuentas con el Sevilla y con Emery.
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