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J. C. VALLDECABRES
Jueves, 9 de abril 2015, 22:11
Hasta los catorce años jugaba al fútbol en el equipo de su barrio pero ya sea por influencia de su tío -también árbitro- o porque se dio cuenta a tan temprana edad que no tenía las condiciones adecuadas, decidió seguir con las botas puestas pero añadiendo a su indumentaria habitual el silbato. A qué mala hora pues. Ahora, a sus 43 años, Fernando Teixeira Vitienes se ha convertido en un inesperado enemigo para el Valencia. Sorprendente porque el daño que le ha hecho al equipo y al club llega precisamente en el momento más caliente de la temporada, pero la verdad es que tampoco tendría que coger a pie cambiado a muchos porque Teixeira -Fernando o José Antonio, son tal para cual- es de esos que cuando la meten, lo hacen hasta el fondo. El daño que ha podido hacer es irreparable.
Lo de ayer es el más difícil todavía y a su paisano cántabro Victoriano Sánchez Arminio -el jefe de los árbitros- no le va a quedar otro remedio que apartarle un tiempo de la primera línea de fuego. A los valencianistas les pegó fuego casi a lo bestia y los redujo a cenizas en un abrir y cerrar de ojos.
No se sabe muy bien qué es más difícil, si liarla con lo de Otamendi al expulsarle pese a haber tocado el balón en una entrada fuerte pero habitual y con el propio afectado en el suelo mientras unos y otros se repartían mamporros a su alrededor; o no darse cuenta que Aduriz había montado su tienda de campaña en posición ilegal en el gol del empate. El problema es bastante más grave de lo que parece porque, además de que la acción de Aduriz es clarísima, tiene perfectamente situado al auxiliar de banda que sí o sí tenía que haber visto la posición irregular del delantero, casi pegado a la línea de fondo (un poco más y cae en la ría).
El club se movilizó rápido para dejar constancia por los altavoces de Madrid de esta gran irregularidad. Se les pasó a muchos que Teixeira parece tener una ceguera curiosa cada vez que se le cruza por el camino el Valencia, y le da igual que sea aquí que allá. La temporada pasada, por ejemplo, no vio tampoco el fuera de juego con el que Cristiano Ronaldo marcó el 1-2 en Mestalla y que provocó la victoria final del Real Madrid (2-3).
Como anécdota quedará para la posteridad que en su afán por esa extraña rigurosidad, recogió en el acta que el Athletic repitió por el videomarcador, y con el partido todavía en juego, la acción del empate. ¿Hacia dónde miraba este hombre? ¿Se dio entonces cuenta de lo que había hecho?
En cuanto a Otamendi, la estrategia valencianista está en los despachos. El club preparaba ayer mismo un escrito acompañado de las imágenes para las alegaciones al acta y evitar la sanción que le puede caer al argentino. Teniendo en cuenta que el calendario obliga a moverse rápido porque el lunes hay partido, todo puede pasar. Lo que está claro es que el Comité de Competición no va a rearbitrar el encuentro. Los argumentos jurídicos se tienen que ceñir exclusivamente a lo que dice el acta. ¿Y qué dice esta? «En el minuto 83 el jugador (23) Nicolás Otamendi fue expulsado por el siguiente motivo: disputar el balón a un adversario con el pie en forma de plancha con fuerza excesiva golpeándolo en la pierna».
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