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Negredo celebra su gol ante el Granada en Mestalla.
Exhibición de músculo con goles
Fútbol | valencia cf

Exhibición de músculo con goles

La racanería de un Granada abocado al descenso facilita el triunfo del Valencia, que se guarda una marcha para Vallecas

Héctor Esteban

Lunes, 27 de abril 2015, 17:54

El Granada se sostuvo en la mediocridad hasta que Javi Fuego abrió el marcador. Después, con el viento a favor para el Valencia, los de Abel pasaron de la deficiencia a la vergüenza más superlativa sobre un terreno de juego. De los peores equipos que han pasado por Valencia. Ni la angustia les inyectó una dosis de dignidad. No es un misterio el motivo por el que se llevaron nueve goles del Bernabéu a la Alhambra. Ni proponen ni disponen. Un equipo que divisa el horizonte del final de la Liga en los puestos de descenso no puede jugarse la vida con el único recurso de quitarse el balón de encima a pelotazo limpio.

El Valencia tenía la obligación de cumplir. Porque el Sevilla, aunque haya sido por unas horas, había dado un saltito para ponerse un punto por encima. El de ayer era un partido tan de trámite por la diferencia de los dos equipos que el tedio que propuso el Granada era un canto de sirena del que el Valencia supo despertar cuando el partido amenazaba con entrar en una rutina peligrosa. Los tres puntos logrados colocan a los de Nuno en el cuarteto de privilegio y con el Sevilla, otra vez, con la obligación de sumar en Eibar. Los locales exhibieron bíceps.

La suerte y desgracia del Granada la dibuja en las últimas jornadas Diego Mainz. Ante el Sevilla marcó en las dos porterías. Ayer, estuvo a punto de vivir un dèja vú tras un mal despeje que puso al borde de la taquicardia a Roberto. Todavía sin recuperarse, el portero del Granada puso una mano blanda en el saque de esquina para que Javi Fuego pusiera orden con su gol. El tanto del asturiano es el éxito del minero. Siempre cumplidor en su trabajo.

A partir de ahí, al Granada se le cayó la falla. La propuesta rácana con la que Abel llegó a Mestalla para intentar salvar a un equipo que si termina en Segunda será porque se lo ha ganado a pulso durante la temporada. El partido del Valencia quedó muy lejos del sobresaliente. Tampoco le hizo falta más. Los rivales, anestesiados por el pecado capital de la pereza, fueron incapaces de hilar tres pases seguidos para ver si Córdoba e Isaac eran capaces de colocar un balón entre los tres palos.

Piti se dejó la calidad en el desván hace muchos meses ya, el compromiso de Iturra marca el piloto de la reserva, y lo poco que puede hacer Fran Rico no sirve para nada. Ayer, si el Valencia le hubiera puesto un plus más al juego, no se hubiera quedado muy lejos de la masacre del Bernabéu. Feghouli se sintió cómodo en su banda. El argelino, cuando el rival no le atosiga, se gusta y luce para deleite de la grada. Incluso Rodrigo tuvo algún toque de calidad que se estrelló contra su maldición de cara a gol.

Tras ejercer Fuego de desatascador, el Valencia resolvió pocos minutos después. Barragán entró como una moto en el área para que Mainz, como si un defensor de los Patriots se tratara, se desentendiera del esférico para placar al gallego. Parejo pidió el balón para tirar el penalti e hizo bueno aquello de que un clavo saca otro clavo. Lo tiró raso y a su izquierda, como el que falló en el Camp Nou. La diferencia es que lo lanzó más ajustado y con más potencia. El capitán se quitó un peso de encima.

Tan claro vio Nuno el partido, que no tardó en mover el banquillo para oxigenar lo máximo posible a su plantilla. Pasado mañana hay un nuevo partido en Vallecas, donde la anarquía de Jémez puede convertir el encuentro en un tiovivo del que uno nunca sabe en qué vuelta bajarse. Uno de los peores campos de España para jugarse los cuartos es el estadio del Rayo, donde la estrategia pivota sobre las benditas locuras de un Jémez que tiró la eliminatoria de la primera ronda de la Copa del Rey ante el Valencia en un suicidio colectivo.

El primero relevo fue Enzo Pérez. El argentino necesita rodaje tras su lesión y hay que contar con todas las armas en la recta final de temporada. Los otros dos cambios llegaron por goteo. Primero, De Paul, un 'guadiana' en el Valencia, y Negredo, que tuvo sus minutos de terapia otra vez por un Alcácer que en la noche de ayer no disfrutó de ninguna oportunidad franca. La rapidez de los cambios fue sintomática. El Granada no iba a remontar aquel partido ni aunque se estuviera jugando tres días seguidos.

El tedio parecía instalarse en el partido al inicio de la segunda parte. El Granada seguía moviéndose en su patio de colegio. Donde una marabunta corría detrás de una bola hecha de papel de plata. Recreos entre dos equipos pero donde en realidad cada escolar defiende su propia causa. Los andaluces desfilan empeñados en dar triples saltos mortales sobre el alambre y sin la red que les amortigüe la caída hacia el descenso.

En el momento en el que Valencia se desperezó, aplastó al Granada en tan sólo dos minutos. Primero con un disparo de Feghouli, totalmente liberado por la defensa rival. Negredo, dejó una pizca de su clase con un toque que le abrió las puertas de la portería al argelino. Roberto se tiró por hacer algo. Un instante después, con los de Abel pensando ya en el próximo partido con el objetivo de salvar una nave escorada camino de los infiernos, Negredo se elevó sobre la defensa para marcar uno de los goles que tanto se esperaba ver esta temporada en Mestalla. Su celebración indicó que todo ha vuelto a la normalidad.

La goleada de anoche, con la sensación de que el Valencia se guardó el turbo para no gastar fuerzas de cara al partido de pasado mañana en Vallecas, es un golpe de autoridad en una doble dirección. La principal, de cara a Sevilla. Los de Emery, que viven su momento más dulce de la temporada con dos competiciones en danza, saben que tendrán que remar hasta el final si aspiran a entrar en Champions vía Liga. Un traspiés de los de Nervión les haría descolgarse del pelotón en el último kilómetro. El otro aviso es al Atlético de Madrid, centrado ya en un solo torneo, y que ve que el Valencia no se despega de su rebufo a la espera de que el más mínimo error de los de Simeone sirva una nueva oportunidad para hollar la tercera plaza de la clasificación.

El objetivo está a la vista. El de la Liga de Campeones, que tiene que ser el sustento deportivo de la grada y el soporte económico de un club con un esqueleto financiero ensamblado por los créditos de un banco. La goleada hace que la vida sea más fácil.

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