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Héctor Esteban
Martes, 29 de septiembre 2015, 17:39
Nuno, en la previa, apuntó que ganaría el partido el que tuviera la posesión del balón. Fue una verdad a medias. El Valencia dominó la primera parte y marcó el único gol del partido. Sirvió para devolver las ilusiones de la Champions. En la segunda mitad ya no hizo falta el balón. Con defender y tomar el medio del campo sin la necesidad del esférico era suficiente. Se puede decir que el Valencia abdicó de la posesión con el viento a favor, pero era la mejor fórmula para destronar de la segunda plaza al Lyon. El equipo funcionó como en los buenos tiempos.
El técnico volvió a sus orígenes. El 4-3-3. El sistema que le dio los grandes éxitos el año pasado y que este año no había terminado de carburar hasta ayer. El rombo del Olympique siempre tuvo como fin acabar en las botas de Valbuena. En el vértice más adelantado. Por donde pasa todo el juego galo. Un talento en un cuerpo de miniatura. El Valencia salió a la espera. A ver qué ofrecía el equipo de Fournier. Los tiempos que marca el equipo de Nuno son distintos a los de la pasada temporada. Antes se intentaba resolver por la vía rápida. Cuanto antes mejor. Ayer, se dejó jugar para estirar las líneas poco a poco y matar en el momento adecuado.
El Olympique merodeó el área pero sin peligro. Las dos primeras fueron del Valencia. Primero en un saque de esquina que mandó fuera Abdennour por un suspiro. Pero la más clara fue la de Piatti. A palmo y medio de la portería. Con esos balones en los que hay que meter dentro de la portería hasta al arquero. Lopes se la paró con los pies. El Valencia, sin dominar, sí que tenía el partido controlado. En el centro, Enzo Pérez, muy pendiente de Darder, oxigenó el campo con sus cambios de juego. El argentino anduvo entonado. Muy encima del español del Lyon.
La gran oportunidad gala en el primer tamo del encuentro la desperdició Kalulu. Recogió veloz un pase de Lacazette, tan indolente en el conjunto como excepcional en el detalle, y cuando sólo tenía que chutar, se marcó el recorte inútil de la noche. Un pecado de juventud.
La carrera de Kalulu sirvió para darle más decibelios a la grada de Gerland. Ruidosos. Con dos fondos que hacen cada uno la guerra por su parte para provocar jaqueca. En pleno guirigay, Parejo rebañó a Lacazette al borde del área para endulzar las aspiraciones de Valbuena. La pequeña bicicleta, como se conoce al galo, colocó el balón en la escuadra derecha. Un terreno dominado por Jaume, que voló, como en el partido ante el Granada, para sacar el balón a dos manos y desviarlo al palo.
El de Almenara asentó a su equipo con la parada de la noche. Bien plantado. Ganando el centro del campo. Donde el trivote sostuvo y ordenó frente al rombo galo, que poco a poco perdió el concierto fiándolo todo al toque de Valbuena. Abdennour se topó con el palo. Otra vez desde el córner. Y Feghouli, unos minutos después, con el larguero. Pero el gol estaba más cerca del área de Lopes que de la de Jaume. Feghouli ajustó la mirilla para adelantar al Valencia cuando la primera parte entraba en su último acto. Un premio justo para un Valencia mejor plantado y con el oficio que se le presupone a un partido de Champions.
La profecía de Nuno del día anterior se cumplió al final de la primera parte. El que más tuviera el balón saldría victorioso. El Valencia dominó el juego con un 53% de posesión. El equipo del luso no abdicó en la posesión. Al final de la primera parte, otro palo en la portería de Jaume y un disparo de Ferri fuera cuando era más fácil meter gol fueron un toque de atención para la segunda parte. Los galos seguían vivos.
Con el subidón de revoluciones que genera ir por detrás en el marcador afrontaron la reanudación. Prisas por empatar. Jallet ya dijo el día anterior que el partido de ayer era una final. Valbuena empezó a espolvorear su magia y Jaume, abajo, sacó un tiro de Lacazette, el chico malo de Lyon al que se encomendaron sus ruidosos fieles.
El problema de los locales es que llegaban al área sin acierto. Los cambios de banda de Valbuena y la velocidad de Kalulu no se tradujeron en remates francos para el Olympique, que lo intentó con alma pero estrellándose contra la ordenada defensa del Valencia. El cambio de Abdennour por Santos, obligado por la lesión del tunecino, no descosió los puntos de la zaga del Valencia. Las ocasiones galas terminaba allá donde el peligro siempre es relativo.
Fournier retiró a Lacasette. Renovó el ataque para buscar algún plan B que le permitiera como mínimo empatar. Mover otra vez al equipo, adormecido por el control del Valencia. Por el saber estar de los de Nuno, que midieron el tiempo del partido desde la sabiduría del centro del campo. Como en los viejos tiempos. Con un trivote engrasado. Donde cada uno sabía siempre lo que tenía que hacer.
Hasta Valbuena, una delicia de futbolista que ayer no encontró finalización, empezó a mostrar sus trucos de magia para consuelo valencianista. El equipo de Nuno buscó matar a la contra. Con Piatti y Feghouli muy abiertos. Aprovechar la velocidad mientras el Lyon agotaba sus vidas. El empuje final lo atajó Jaume. Se lo va a poner muy difícil a Ryan. La actuación de ayer es otra muesca en su revolver. El de Almenara ha llegado para quedarse. Voló para salvar dos puntos al final del partido.
Victoria de sensaciones. Mucho mejor que ante el Granada. Ayer hubo juego y seriedad. Lo que se espera del equipo de Nuno, que apuntó ayer que el proceso de ensamblaje del puzzle está más cerca. Ayer, la victoria en Lyon le cargó de razones.
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