Juan Carlos Villena
Sábado, 7 de noviembre 2015, 14:00
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Balaídos puede ser para Nuno lo que en su día fue Montjuic para Benítez o Anoeta para Ranieri. Será el tiempo el que despeje la ecuación del puede para convertirlo en un fue, pero lo que nadie puede discutir hoy es que el proyecto del Valencia que comanda el técnico portugués recibió en Vigo un balón de oxígeno de proporciones incalculables. El inapelable 1-5 en el marcador, con un doblete de Alcácer y otro de Parejo, comenzó a fraguarse por la mañana en el hotel. La cara suele ser el espejo del alma y la de la plantilla valencianista no era la de asistir a un funeral unas horas después. La victoria, que permite enlazar dos seguidas en Liga por primera vez en la temporada, ayudará a cerrar algunas heridas internas y afrontar con tranquilidad el parón competitivo. Algo que no está pagado con dinero, cuando el viaje comenzó con el incendio entre Nuno y Negredo en su máximo punto de ebullición. Ahora, con el balsámico triunfo, habrá que seguir la evolución de ese problema. Bien harían las dos partes en no utilizar el revanchismo como medicina.
Nuno respiró desde el tercer gol de su equipo, marcado por Alcácer al medio minuto de la segunda parte. En ese momento se acabó el partido, con un Celta que se resignó a la pegada de su rival. En tierra de meigas todo vale. La afición gallega aprovechó la tocada de cara a su equipo para dar una lección. Contemplar a Balaídos puesto en pie cantando a su equipo con 1-5 en su marcador es uno de esos ejemplos que dignifican el deporte, demasiado impregnado de resultadismos que al final acaban cavando trincheras entre las dos caras de un mismo escudo. Para reflexionar.
Parejo y Alcácer fueron los grandes protagonistas de la goleada. El capitán se reivindicó con fútbol en un campo libre de pitos, mientras que el delantero habló donde le gusta hacerlo, en el campo. El de Torrent volvió a casa con cuatro goles en los últimos tres partidos de Liga. Una cifra que termina con el debate de la titularidad en los próximos partidos, aunque el de las no convocatorias de Negredo vaya por otro camino aún por cerrar.
El conjunto valencianista incorporó al particular diccionario de su juego una palabra que venía buscando desde que comenzó la temporada, efectividad. La encontró en la primera parte gracias a la calidad que tienen en sus botas Alcácer y Parejo. Dos zarpazos que apagaron el nuevo conato de incendio tras el fallo defensivo de Gayà que rompió el fuera de juego en el tanto del empate del Celta. Segundos antes de comenzar el partido, Alcácer fue el jugador más buscado por sus compañeros. Bakkali y André Gomes quisieron expresar su confianza en el delantero con un abrazo antes de hacer la tradicional piña. Fueron talismanes, puesto que doce minutos después realizaban la misma acción pero con los brazos totalmente abiertos para celebrar con el de Torrent el primer gol del partido.
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El delantero demostró todos los recursos que tiene, puesto que es más que un simple rematador como muchos le encasillan. De sus botas nació una contra para escorarse a la derecha y amargar con un pase al hueco a André Gomes a la derecha. Por su cabeza pasaba otra jugada. El valenciano jugó en corto con Parejo, que le devolvió un pase con mira telescópica que pasó como un cuchillo por mantequilla entre la defensa del Celta. Alcácer controló con la zurda, y con esa misma pierna besó suavemente el balón para alojarlo cerca del palo izquierdo de Sergio. De manual.
El gol del Valencia simbolizó un buen arranque del partido de los de Nuno, que mostraron un nivel de concentración muy superior a lo visto ante el Gante y ante el Levante en la primera hora de partido. Antes de gol de Alcácer el equipo ya había tenido una primera llegada con Bakkali por la izquierda, mientras que Javi Fuego ya comenzaba a mandar en el centro del campo. Aunque todo comenzó a torcerse justo en el momento que le anularon un gol a Pablo Hernández por un claro fuera de juego un minuto después del 0-1. El Celta llevaba insistiendo en varios ataques buscando un uno contra uno de Nolito con Barragán o de Aspas con Mustafi. Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. En uno de los múltiples saques de esquina que tuvieron los de Berizzo llegó el gol del empate. Gayà se quedó enganchado en el palo derecho mientras el resto de sus compañeros buscaban el fuera de juego tras un toque de cabeza del rival. Como si fuera una jugada de futvoley, Weis habilitó el balón para que Augusto Fernández rematara a la red por encima del de Pedreguer. Un error defensivo que de nuevo costó un disgusto.
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El partido se fue calentando. Tanto fue así que una protesta de Espírito Santo a una decisión de Vicandi Garrido acabó en pesadilla para el técnico. Balaídos al unísono cantó «¡Nuno vete ya!», ante la incredulidad del entrenador portugués. Es cierto que al cántico se sumaron algunos valencianistas presentes en la grada, pero también lo es que la retranca viguesa con Nuno tenía un origen distinto al mostrado por Mestalla. La afición del Celta se subió al carro del cántico aprovechando el pasado deportivista del portugués y su decisión de dejar en el banquillo a Yoel, uno de los ídolos de la afición céltica. No tanto por Santi Mina, que recibió una sonora pitada cuando saltó al terreno de juego a los seis minutos de la segunda parte. Un sector amplio de la afición viguesa no le perdona a la joven perla que deidiera marcharse al Valencia tras explotar en el Celta.
Tras el empate, el colegiado echó una mano al Valencia tras no dejar seguir una jugada a favor del Celta que terminó en gol. El día estuvo de cara. El partido estaba destinado a marcharse con empate al descanso, pero apareció Parejo con una lanzamiento de falta magistral.
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El perfilado del lanzamiento era perfecto para un diestro y el rostro del madrileño reflejó seguridad segundos antes del golpeo. André Gomes se colocó en el vértice izquierdo de la barrera para engañar a Sergio. El portero del Celta buscó con la mirada, entre los jugadores, el balón que intuía iba a aparecer por allí. Parejo tenía otros planes. Su disparo liftado por encima de la barrera se alojó en la escuadra derecha de la portería del Celta. Un golazo, el segundo de lanzamiento de falta del capitán en lo que va de temporada, para despejar de un plumazo las dudas con las que el equipo viajó a tierras gallegas. Sólo restaba que el equipo mantuviera la concentración al inicio de la segunda parte. Un regalo de Jonny lo arregló todo. Gol de Alcácer 1-3. Los minutos para los menos habituales y los dos últimos goles -Parejo y Mustafi- redondearon la fiesta.
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