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André Gomes, autor del pase para el 0-1, en una acción del partido.
A esta Copa aún le faltan sorbos
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A esta Copa aún le faltan sorbos

El Valencia firma uno de los mejores partidos de la era Neville y se mete en semifinales, donde esperan Barça, Celta y Sevilla

Toni Calero

Jueves, 28 de enero 2016, 18:44

Por fin una alegría que llevarse al cuerpo. El Valencia se sintió tan favorito cuando el sorteo deparó un viaje a las Canarias que se dejó llevar en Mestalla para acabar finiquitando el pase como visitante. Fue en una de las mejores obras de la era Neville, no exenta de sufrimiento en el último tercio del partido, donde el club de Mestalla se apuntó una de las mayores satisfacciones del curso. Era una obligación meterse en semifinales porque el camino se puso plácido a más no poder y el Valencia cumplió. Tan dura se advierte la Liga y lejos queda la Europa League que la Copa del Rey aparece como el torneo idóneo para respirar algo de aire puro. En la siguiente ronda esperan Barcelona, Celta y Sevilla. Duros contrincantes para alcanzar la final, el mejor alivio para los variopintos capítulos vividos por la afición del Valencia desde que Negredo se inventara la vaselina para entrar en la Champions.

El fichaje de Neville fue clave. En Enzo Pérez estuvo el elemento diferencial. Desde el principio hasta donde le duró la gasolina. Trazó la línea junto a Parejo y sirvió para todo. Desquició a base de recados a los jugadores de Las Palmas, dio confianza a los dos extremos para crecer en ataque sin preocupaciones, robó, robó y robó e, inconformista, se erigió en el génesis de los contragolpes del Valencia. Justo cuando el club se lanzaba al mercado a por otro mediocentro, apareció la mejor versión del argentino, a quien las lesiones no respetan y cuyos primeros meses en el Valencia no justificaban su apuesta. Para esta temporada había dejado atrás la retahíla de inconvenientes relacionados con la adaptación, y todavía con Nuno en el banquillo su crecimiento fue subiendo y subiendo. Hasta ayer. Su noche. La del equipo, también, que al fin completaba 45 minutos redondos.

El arranque fue lo mejor de la era Neville. Tan evidente, tan sencillo. Se obviaron los experimentos y se apostó por demostrar en El Insular quién era el equipo grande. Si el Valencia quería pasar de ronda, los dos combates previos contra Las Palmas no le servían. Entonces se las apañaron los isleños para rascar dos empates en Mestalla. La primera misión era esa. Y se cumplió. Neville pudo reunir en el centro del campo y la delantera a muchos de sus mejores futbolistas y Las Palmas, irónicamente con más titulares que en la ida, se vio arrollado. Setién empezó la eliminatoria pensando en la Liga y la acabó rezando por diez minutos más. Lo vio imposible y, cuando el fútbol le demostró que su equipo tenía opciones, era demasiado tarde.

Las Palmas asistía algo descuadrado a la aparente resurrección del Valencia. Y, mientras Enzo Pérez gobernaba el campo, Gayà volvía a reconocerse. Neville insistía en el juego por los costados y ahí aparecían el enmascarado Barragán y el fulgurante Gayà. Una y otra vez. El Gayà del que se enamoró el Real Madrid y media Europa. Nili sufría lo indecible con cada llegada del zurdo, pero el Valencia no acertaba. De Negredo fue la primera opción -precisamente a pase de Gayà- pero su remate se marchó fuera.

El vallecano aún estaba lejos de André, Rodrigo y Piatti dentro del dibujo con tres mediapuntas que ayer puso en práctica Neville. Pero las distancias se fueron acortando. El peso de Enzo y el toque fácil de Parejo ayudó a superar el centro del campo canario y la calidad del Valencia iba decantando el duelo. Así, hasta el robo que originó el gol que valían unas semifinales. La apertura veloz de Negredo, la asistencia medida de André Gomes y el remate, pillo, de Rodrigo. La piña lo dijo todo. No fueron necesarias las palabras. Los diez futbolistas del Valencia se fueron al córner de El Insular y allí dejaron impresa su estampa. La de un equipo que necesitaba el gol y empezar ganando.

«Seguimos, seguimos», advirtió el capitán Negredo al resto de la tropa cuando se deshacían las filas. Y eso hicieron. Las Palmas se quedó noqueado y el Valencia lo aprovechó para crecer. No en el marcador, sí futbolísticamente. Negredo, Parejo y Mustafi desperdiciaron tres buenas ocasiones antes de finalizar la primera parte y Culio, que ya falló en Mestalla y repitió ayer, recibió todos los pitos y algo más de una grada que no le pasaba una.

El Valencia se fue al vestuario con el convencimiento del trabajo bien hecho pero con una ventaja exigua. Los planes no se alteraron demasiado. Saltaron los mismos. Y sólo la presencia de Feghouli calentando en la banda, dos meses después de su último partido, hacían presagiar novedades. Mustafi y Abdennour se mostraron serios y más consolidados como pareja, Piatti y Rodrigo seguían abriendo el campo todo lo permitido y en el cuerpo del rival aún no había entrado la adrenalina de los minutos finales. El problema para el Valencia eran las piernas de Enzo Pérez, que se apagaban lentamente como una vela. Y así fue generando más problemas Jonathan Viera, infiltrado en los metros de distancia entre los centrales y el argentino.

Neville lo vio, quizás un poco tarde, y le dio descanso a Enzo para que apareciese Danilo en el juego. Antes lo había hecho Feghouli, todavía verde para encuentros de este tipo. De nuevo muchas oportunidades mandadas al limbo y Las Palmas creciendo al calor de su gente. El arrebato final pudo ser fatal para el Valencia. Ryan se lució en una internada de Momo y luego se mostró seguro en los disparos lejanos para no permitir segundas opciones. Faltaba culminar la faena y evitar un nuevo tropiezo. Y esta vez se hizo. Ya estaba la actitud, así que la actuación de ayer atiende a otros motivos. Enzo Pérez, sin duda, está entre ellos. Y el Valencia, en la semifinales de Copa. Donde debía estar. Donde bajo ningún concepto quiere pararse.

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