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La 'Araña infernal' y los silbatos protagonizan un disparo de lo más original
Con diez y contra doce es muy difícil

Con diez y contra doce es muy difícil

El Valencia de Ayestarán consigue poner en serios apuros al Real Madrid pese al árbitro y con Rodrigo expulsado

JUAN CARLOS VALLDECABRES

Domingo, 8 de mayo 2016, 22:32

Así es imposible. O casi, porque el Bernabéu gritó de terror cuando el Valencia en los últimos minutos plasmó sobre el terreno de juego el ideal de que hay que entregarse hasta la extenuación. Por muy Madrid y Cristiano que esté delante; por mucho que se juegue el rival el título; aunque no haya intereses propios en juego y por mucho árbitro empeñado en castigar lo 'incastigable'. Había que estar allí para palpar el miedo con el que la grada observó a un Valencia descarado y con capacidad, al menos aparente, de estropear esta apasionante lucha por el campeonato. El Valencia cayó, sí, pero de pie. Como tiene que ser. Pese a que su fútbol tuvo altibajos y fue de menos a más, dio una lección de profesionalidad que tiene un claro beneficiario: su entrenador. Ayestarán vive en un sinvivir. Pero si García Pitarch y Lim al final deciden no contar con él, al menos le quedan pinceladas más que interesantes. Es verdad que el Valencia, con la de ayer, ha nivelado la estadística con este entrenador en lo que a victorias y derrotas se refiere (3 por cada lado), pero hay cosas con las que uno no puede luchar.

Por ejemplo, no se puede impedir que un colegiado y su auxiliar se hagan el lío padre y den validez a un gol que acabó por ser casi definitivo. Ni tampoco se entiende cómo se pueden fallar tantas y tan claras ocasiones de gol. Contra eso el entrenador poco puede hacer. Seguir trabajando, sí, pero hay cuestiones que se escapan a su círculo de influencia. Contra Fernández Borbalán está claro que no puede hacer nada, y que puede castigar a sus jugadores de ataque rematando seis horas al día para que consigan hacer de una vez por todas gol. Porque mira que ayer tuvo el Valencia opciones no sólo para haber equilibrado el marcador sino, quien sabe, hasta para salir victorioso.

Quizás sea mucho pedir lo de ganar en el Bernabéu, pero es evidente que al Valencia se le da bien este campo. En los últimos años se habían convertido los que ayer vestían de la senyera en una auténtica pesadilla. Para no ser menos, Diego Alves volvió a multiplicarse, pero con eso ya se cuenta. El Madrid tiene dos cosas que el Valencia no puede tener: a Cristiano (el del café con Juan Soler) y 108 goles a favor. Con eso está dicho todo. Para pegarle un bocado a los madridistas, hay que trabajar con abnegación, desde el primer hasta el último minuto. Justo lo que no hizo el Valencia, que prefirió guardar fuerzas y la incertidumbre para la segunda parte.

Y es que, el equipo en el arranque se dedicó a no se sabe muy bien qué. Ayestarán jugó al despiste con su colega Zidane. Poner a Cancelo como extremo está bien para la pizarra, pero cuando el resto del entramado no ayuda, la apuesta sale rana. No funcionó el Valencia durante demasiados minutos. Aparentemente prefirió el equipo armarse atrás sin saber que hoy por hoy no está todavía todo lo trabajo que había que estar para soportar un peso de estas características. Sólo había que ver a quién buscaba Cristiano para hacer daño. ¿No lo imaginan? Pues el portugués, bien sea por iniciativa propia o porque se lo dijo Zidane, se pegó a Abdennour. Vaya pareja. Lo normal era lo que pasó. Que marcara el amigo de Peter Lim, no el valencianista, sino el otro. Cristiano hizo el 1-0 porque supo encontrar la comodidad en el golpeo ante el margen que le dio el defensa tunecino.

Que conste que apenas un minuto antes del primer tanto, Cristiano ya avisó de por dónde vendría el mal. Balón largo de Sergio Ramos que pilla a Mustafi muy abierto y a Abdennour mirando al tendido y allí que se planta el portugués para el primer cara a cara con Alves. La historia de siempre vamos.

Si tan justo es decir que el Valencia tardó en despertar, es correcto no olvidarse de que Parejo le puso casi medio gol a Alcácer, con caño incluido a Ramos, que el de Torrent echó a perder. Quiso el delantero devolverle a Parejo la genialidad y en lugar de matar a Kiko Casilla le devolvió el balón, casi en un 'márcalo tú que te lo mereces'. Parejo no llegó por poco y Cancelo acabó por enviarla por arriba de la portería. Fue el inicio de una larga lista de intentos visitantes que se quedaron en eso, en intentos frustrados.

Luego llegaría el 2-0, donde hubo una extraña alianza para pifiarla. Empezando por el auxiliar, siguiendo por la cabezonería del árbitro y acabando por el regalo de Cancelo. Benzema estaba en fuera de juego en el primer remate pero no en el segundo, que llegó con la inestimable aportación del improvisado extremo portugués. Todo parecía ya resuelto con ese 2-0 y con una segunda parte de estrategia para regular esfuerzos. El Barça no ofrecía dudas mientras el Levante estaba echando un cable. El Madrid se las prometía felices por aquello de pensar ya en la última jornada y, por qué no, en la final de Champions. No se imaginaba la transformación valencianista. Ayestarán movió piezas en ese periodo de reflexión. No es el vasco hombre de concesiones gratuitas. Fuera un desaparecido Cancelo y también el superado Abdennour, que sin nadie con quien chocar parece totalmente perdido.

Así, como quien no quiere la cosa, el Valencia fue poco a poco comiendo terreno. Superando como podía los intentos madridistas pero haciéndose notar en ataque. Llegó el zapatazo de Rodrigo, tan bueno como el posterior de André Gomes, que en ese golpeo que se coló espectacularmente aumentó seguramente un puñado de millones más su precio.

Arriesgaba el Valencia y aunque Cristiano volvió a golpear, fue creciendo hasta límites insospechados. El problema fue que pese a todo el esfuerzo, se quedó sin recompensa. Incluso con diez llegó a atemorizar al Real Madrid.

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